Por: Claudia Espinoza
Algunos medios de comunicación insisten en declararse independientes, haciendo alusión a globos de jabón como la neutralidad, imparcialidad y objetividad. A toda costa quieren buscar amparo para ejercer un tipo de libertad de expresión que en realidad envuelve posiciones que representan intereses de grupos económicos y políticos.
En Bolivia, en pleno siglo XXI, todavía se lee este tipo de declaraciones: “se denigra, ataca y amedrenta a un puñado de medios independientes que luchan por su sobrevivencia” o “El gobierno ha logrado acabar casi por completo con los medios independientes” o “el Gobierno dispuso la suspensión de la publicidad estatal a los diarios con independencia editorial”.
Neutralidad camuflada
Para cumplir el requisito de la neutralidad, aparentemente, se describen los acontecimientos, pero se elige desde qué protagonistas se construye la noticia. En nuestro caso, después de más de cien años, el país cuenta con una política estatal de reivindicación marítima y frente a los intereses chilenos, todavía hay medios que titulan así: “Piden que Chile informe a La Haya las ‘faltas’ de Evo”.
El intento por demostrar la fuerza del adversario en esta contienda histórica, no pasa ni siquiera por el mínimo esfuerzo de buscar la contraparte en las voces oficiales —suponiendo que es una norma periodística— sino que marca claramente qué intereses extranjeros se defienden. En dicho titular, se omite el sujeto, alguien superpoderoso quien tendría que notificar al tribunal internacional el “mal comportamiento” del Primer Mandatario.
En nombre de la objetividad
La objetividad se ha convertido en un culto abstracto y casi espiritual. Para sustentar esta supuesta cualidad se utiliza el artilugio “estamos en el lugar de los hechos”, “tenemos las imágenes”. Como si bastara con el registro de algún acontecimiento, a l@s periodistas se va domesticando a una descripción fría, superficial, inmediata y simplista.
Cada vez más, por decisión propia y con el argumento de adaptar los contenidos a los formatos y velocidad de la tecnología, los medios obligan a realizar un tipo de periodismo que omite el contexto y los antecedentes. Y lo más grave, van borrando la huella del sentido de justicia, indignación o denuncia de lo que atestigua el/la periodista. Sobre ello, el editor o el jefe tienen el poder de decidir quién será el protagonista de la nota, lo cual por supuesto define quién la víctima y quién el victimario.
No es lo mismo decir: “Cooperativistas asesinan al viceministro Illanes” o “Muere a manos de mineros”. Sujeto, verbo y predicado, en el primer caso, se hace referencia al hecho de forma completa (aunque podría agregarse que fue torturado). En el segundo caso, la ausencia de sujeto, la “inocencia” de las manos casi angelicales y la referencia a los mineros, generalizando al sector, lo cual no especifica el conflicto con la élite cooperativista, marcan diferencias gigantescas.
A tal punto se puede llegar en el simplismo que se puede oír en alguna sala de redacción: ¿escribo a favor o en contra? Está claro que la pregunta refiere a algún grupo, autoridad o poder constituido.
En el periodismo clásico se asumía que la parte y contraparte constituían dos caras de la misma moneda y que garantizaban la objetividad. Con el tiempo se cayó la máscara del engaño, pues tomar la palabra a la víctima de violación y al violador no hace a un periodista objetivo, lo hace injusto, antiético y perverso.
La batalla de las ideas
¿Y en qué medida la propiedad del medio influye en el discurso periodístico? En todas las medidas: de forma y contenido. Desde que la noticia entró al mundo de las mercancías, la mayoría de los medios decide primero el espacio/tiempo de la publicidad y luego la extensión de las notas, no importando muchas veces el tema, y eso pasa porque el medio tiene que lucrar. Siempre está presente el peso económico y la lealtad a los financiadores.
Los empresarios de los medios y los financiadores tienen una alianza implícita, una línea ideológica compartida porque ubican la opción política que mejor los represente y a sus negocios. Sintomáticos editoriales —que expresan la voz de los propietarios— vienen repitiendo que no hay lugar para el segundo aguinaldo. Claro, prefieren un menor crecimiento de la economía nacional para no afectar sus intereses empresariales, en desmedro de l@s trabajador@s: “…hay una serie de elementos que deberían tomarse en cuenta para no incurrir en errores que más tarde pueden borrar ciertas sonrisas en labios de crédulos funcionarios que insisten en que esta gestión también habrá doble aguinaldo”.
Suena sarcástico “borrar las sonrisas” de miles de familias que agradecerían esa bonificación de fin de año. Pero así son los manifiestos en algunos medios empresariales y confesionales que reemplazaron a la oposición política. Una periodista publicó este tuit: “Oh no!! otra vez a hacerle el favor al MAS. Tuto, Samuel y otros ya deberían jubilarse no?”. Se refería a los dirigentes de la vapuleada oposición partidaria. Ciertamente, esa gente ya no tiene nada que ofrecer a Bolivia, entonces algunos medios se encargan de crear líderes con este tipo de titulares: “Mesa es el favorito entre los presidenciables de oposición”.
Ante el silencio del aludido, se entiende “él que calla, otorga”. Por tanto, ni ángeles ni demonios, léase: ni independientes, ni neutrales ni objetivos. La victimización de un grupo de medios y sus directorios, sólo denota la ausencia de honestidad ante sus audiencias. “Lo que escribo es lo que soy”. Así entran a la batalla de las ideas donde se disputa la construcción del sentido común de la sociedad.
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