Por: Zósimo Camacho
Durante los últimos 30 años se agudizó el proceso de integración y sometimiento de las Fuerzas Armadas Mexicanas a las de Estados Unidos. Dicho proceso encontró férrea resistencia en amplios sectores castrenses, sobre todo en círculos del Ejército que tienen presente las invasiones estadunidenses a México, las guerras injustas que se le impusieron a este país por un vecino oportunista y abusivo y la amputación de más de la mitad del territorio sin más razón que las necesidades expansionistas e imperialistas de la nación que hoy es la máxima potencia militar de la historia de la humanidad.
El proceso de sometimiento de las tres Fuerzas Armadas Mexicanas (Ejército, Fuerza Aérea y Armada) al Comando Norte de Estados Unidos se aceleró con la llegada de un rústico exempleado de la Coca-Cola a la Presidencia de la República de México, Vicente Fox Quesada, en el año 2000. Y se profundizó durante la administración de un mediocre y colérico licenciado en derecho: Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa. Fue este oscuro personaje quien abrió las puertas del país de par en par a los militares y a las agencias de seguridad de Estados Unidos. Como debe recordarse, fueron los estadunidenses quienes le otorgaron a Calderón el respaldo suficiente para encaramarse en una Presidencia que no ganó. El estrepitoso fraude de la elección de 2006 contó con el respaldo de la embajada de Estados Unidos en México. Y desde ahí se diseñó la estrategia que seguiría el pequeño Felipe para sostenerse en medio de un país que mayoritariamente lo repudiaba y que se encontraba en plena efervescencia social: inventar una “guerra contra las drogas”.
Los saldos de esta aventura muestran que nunca se combatió frontalmente a los cárteles del narcotráfico. La violencia que se desató nunca se propuso acabar con el negocio y, de hecho, las organizaciones criminales se hicieron más poderosas. Y precisamente esta violencia inducida fue la coartada para militarizar el país y justificar la intervención de los estadunidenses en territorio nacional. La llegada abierta y cínica de los gringos fue presentada como una bendición y una muestra de que había llegado la “modernidad” a la doctrina militar y política de seguridad nacional mexicanas. Incluso, medios de comunicación que se consideran críticos se sumaron a las presiones para que los militares mexicanos aceptaran “colaborar” cada vez más con sus “pares” estadunidenses. Un diario de “izquierda” constantemente se lamenta, hasta le fecha, que los soldados mexicanos “sólo” sean observadores en ejercicios militares conjuntos entre tropas estadunidenses y la marinería mexicana. “Animan” a los integrantes del Ejército a que se “atrevan” a participar de manera conjunta con los estadunidenses para “aprender” y “capacitarse” mejor.
Por supuesto, los mandos superiores de la Fuerzas Armadas se han quebrado y han aceptado, primero tímidamente y luego con entusiasmo, la tutela gringa. Los amplios sectores que se resisten al sometimiento ante los estadunidenses han sido aislados de las rutas de ascenso en la jerarquía militar y retirados sin pena ni gloria.
Pero la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos podría cambiar el panorama castrense en México. La miopía y la fascinación de los gobernantes mexicanos por el american way of life (¿cuántos políticos y burócratas de alto rango tienen a sus familias y su futuro instalados en ese país?) hicieron que se ignoraran los riesgos que representan los intereses supremacistas de nuestros vecinos. Al parecer, aquí se creyeron eso de que para los gringos los mexicanos somos amigous. Craso error. Como se documentó en las páginas de Contralínea, los intereses estadunidenses no figuran en la lista de los 10 temas prioritarios de la Agenda Nacional de Riesgos. Así que las agencias de seguridad y defensa nacionales ni vislumbraron ni consideraron a los intereses gringos como un riesgo para la integridad y soberanía mexicanas.
La nueva relación de México con Estados Unidos que podría suponer la llegada del racista y deslenguado (el Fox de allá) Trump a la Casa Blanca (la original), toma por sorpresa a los organismos de inteligencia y seguridad nacional: sin cohesión, sin identidad, sin coordinación y con una total confusión de los intereses y valores que deben tutelar.
Ahora tenemos que empezar a ver que el “amigo” al que le abrimos las puertas, que se metió hasta la cocina de nuestras agencias de seguridad, del que recibimos “ayudas” económicas y “protección” a cambio de información sensible, se ha vuelto bravucón con nosotros y nos empieza a dar empellones.
Y es que no nada más es que Trump haya amenazado con deportar de manera inmediata a 3 millones de migrantes mexicanos, confiscar 10 mil millones de dólares de las remesas que nos envían nuestros paisanos que trabajan allá, construir un muro a costa nuestra e imponer impuestos a los productos mexicanos que busquen entrar al mercado de Estados Unidos: además, prometió declararle la guerra a México para obligarlo a pagar el muro. Ante la insistencia del periodista Bob Woodward, que lo entrevistó el 6 de septiembre pasado, sobre cómo obligaría a México a pagar 17 mil millones de dólares por la gran barda, Trump respondió: “Créeme, cuando rejuvenezca a nuestros militares, México no querrá jugar a la guerra con nosotros”. ¿Qué pensarán las fuerzas castrenses mexicanas que participan de manera entusiasta en las maniobras militares gringas de “cooperación”?
Una guerra contra México ha prometido Trump… Pues a revisar la relación estadunidense y preparar la defensa del territorio. O ya de plano empezar a ver cómo se justifica una (otra) grotesca humillación y desembolsar los 17 mil millones de dólares…
Apenas se dieron a conocer los resultados de las elecciones estadunidenses, los cubanos realizaron maniobras militares. En México, políticos y mandos castrenses quedaron paralizados. Y luego sólo han atinado a decir que Trump, ya como presidente, tal vez no sea tan malo. Incluso, los aplaudidores del régimen han llegado a decir que la desastrosa visita de Donald a México, fue un gran acierto del asustado gobierno de Enrique Peña Nieto. Y que, pues, al haberlo invitado, somos grandes cuates del candidato ganador. ¿Así va a ser? ¿El plan es lisonjear al nuevo presidente gringo para que se apiade de nosotros y no sea tan severo?
Al parecer, es momento de que se abra la caja fuerte que resguarda el Plan Militar de Defensa Nacional, que se desempolve ese documento ultrasecreto y que se eche a andar, al menos, la primera fase…
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