Timoleón Jiménez/
Farc-EP/
Uribe persigue posesionarse falsamente como el paladín de los intereses del pueblo, a objeto de pulverizar, como en la operación Orión, a todo aquel que le resulte sospechoso
Tras la divulgación por los medios de la noticia sobre la condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos al Estado colombiano por los abusos cometidos contra la población en el desarrollo de la Operación Orión, saltó al escenario el senador Álvaro Uribe Vélez con otra de sus absurdas andanadas contra los órganos judiciales del país y el extranjero, sazonadas con su habitual y ridícula muletilla de no hacer del país otra Venezuela.
Si el ex Presidente Uribe tuviera al menos la más mínima noción de sensatez al pensar y hablar, tomaría en cuenta que el Presidente Hugo Chávez Frías, tras una serie de incidentes con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, tomó la decisión que en efecto llevó a cabo tras cumplir con los trámites de ley, de retirar a Venezuela de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y por tanto de la jurisdicción de su Corte.
Es decir que al descalificar la Corte IDH, lo que Uribe está haciendo es obrar de manera idéntica a como lo hizo su rival venezolano, todo lo contrario de lo que vive repitiendo diariamente. De igual modo, con su más reciente arrebato de promover un referendo para revocar el mandato al Presidente Juan Manuel Santos, el senador Uribe busca repetir lo hecho por la oposición de derechas de Venezuela, que pretende sacar como sea de su cargo al Presidente Maduro.
Es tal el grado de perversidad del uribismo y su séquito, que no vacilan en apelar a los más infames argumentos con el fin de promover sus descabellados propósitos. Ahora se les ha dado por afirmar que Santos y las FARC tienen celebrado un acuerdo con el fin de imponer un gobierno de transición en 2018, para lo cual el Presidente tiene ya listos los decretos que cancelarían todas las elecciones de ese año, a fin de tomarse con las FARC el control absoluto del país.
Exactamente el tipo de calumnias que saca a relucir la MUD en Venezuela y que replican los grandes medios colombianos con sospechosa solidaridad. La misma que prestan en Colombia a la suma de disparates del señor Uribe y la ultraderecha, que de no ser por la amplia difusión que le otorgan, no pasarían de ser las babosadas de un borracho enlagunado en horas de la madrugada. Es innegable que poderosos sectores se toman en serio a Uribe y lo promueven.
De allí el gravísimo peligro que se cierne sobre Colombia. Aquello del ladrón que grita cojan al ladrón para evadir su delito, se va convirtiendo en una práctica demasiado corriente y aceptada. La grandilocuente campaña emprendida por el partido de Uribe, a fin de presentarse como un puñado de idealistas perseguidos con saña por su legítima oposición al gobierno, no resiste la menor confrontación con los hechos, pero cala poco a poco en la mentalidad colectiva.
La ultraderecha sabe bien que fue durante los gobiernos de Uribe que varios de sus más destacados alfiles fueron llamados a responder ante la justicia por sus crímenes. Empezando por su inocente y buen muchacho Jorge Noguera, su ficha en el DAS. Y por tanto conoce que ni siquiera con todo el poder gubernamental fueron capaces de influir sobre las decisiones de los jueces. Aún así acusan a Santos, sin la menor prueba, de hacerlo con la mayor facilidad.
Lo que cuenta para ellos es hacer ruido, escandalizar, calumniar que de ello algo queda, filosofía que suele atribuirse a Laureano Gómez, el monstruo de la política nacional durante la primera parte del siglo XX. Y que produce sus efectos, por más que a mucha gente le parezcan payasadas. El resultado del plebiscito del pasado 2 de octubre lo certifica. En esa misma tónica van los arrebatos por el baile de año nuevo o la visita del Presidente de Francia a una ZVTN.
Es clarísima la intención de la ultraderecha representada por Uribe, desprestigiar al gobierno de Santos y a las FARC mediante las más rebuscadas invenciones y manipulaciones, a objeto de minar cualquier influencia que puedan ejercer en la opinión pública. (Ver ejemplo aquí: https://is.gd/GMECQX)Al tiempo, arremeter contra los acuerdos alcanzados en La Habana, echarlos abajo para impedir cualquier transformación en el campo, asegurar su absoluta impunidad y tomarse el control total del Estado.
Para nosotros es claro que Santos es un hombre de derechas, neoliberal y por tanto indolente ante la situación de millones de sus compatriotas. Lo acaba de demostrar con su reforma tributaria. Pero a su vez encarna un importante sector empresarial y financiero que entendió la necesidad de poner fin al conflicto armado y logró sacar adelante ese propósito. En esto último, y sólo en esto coincidimos con él, pese a todas las diferencias presentes en la Mesa de Conversaciones.
En adelante lo que cuenta para nosotros es la implementación cabal y el cumplimiento estricto del Acuerdo Definitivo del Teatro Colón. Y es precisamente a Santos el primero a quien debemos exigir honrar su palabra. Tenemos que reconocer que se ha comprometido a ello en público y en privado. En lo demás guardamos absoluta independencia crítica y de oposición a sus políticas, sin que por ello nos acerquemos en lo más mínimo al fanatismo ciego del uribismo.
A nosotros no nos engañan ni las comedias ni las lágrimas de cocodrilo de éste. La verdad sobre lo que le esperaría al país en manos del uribismo está planteada en sus declaraciones sobre el fallo de la Corte IDH. Este último, de modo limitado como corresponde a un aparato de la OEA, reconoce que el Estado colombiano, por medio de sus autoridades, tiene responsabilidad en diversos crímenes cometidos durante la Operación Orión y que eso está suficientemente probado.
Excesos, abusos, empleo desproporcionado de la fuerza, desplazamientos forzados, asesinatos, amenazas, torturas, estrecha colaboración entre las autoridades y grupos paramilitares, todo eso es tomado en cuenta por la Corte. Uribe llama a eso la paz que llegó a Medellín a los pocos días de ser él Presidente, y califica al fallo como de un sector politizado de la justicia al servicio de la extrema izquierda con un juez antiguo guerrillero. No se puede ser más miserable.
Asesorado por expertos en demagogia, Uribe persigue posesionarse falsamente como el paladín de los intereses del pueblo colombiano, a objeto de pulverizar, como en la operación Orión, a todo aquel que le resulte sospechoso de guerrillero, terrorista, castrochavista o lo que sea. La Jurisdicción Especial para la Paz prevista en el Acuerdo Final lo aterra, así que hará cualquier cosa para impedirla. Una terrible conspiración avanza sobre Colombia y debemos derrotarla.
Fuente: http://is.gd/gN1KK6
Comentario