Por: James Petras
Introducción
Estados Unidos comenzó a construir su imperio a escala mundial durante la Segunda Guerra Mundial y el periodo posterior a esta. Washington intervino directamente en la guerra civil china (proporcionando armas al ejército de Chiang Kai-shek mientras el Ejército Rojo luchaba contra los japoneses), apoyó la guerra de recolonización de Francia contra el Viet Minh en Indochina e instaló regímenes títere en Corea del Sur, Taiwán y Japón.
Mientras el imperio se edificaba a trompicones, con avances y derrotas, el objetivo estratégico seguía siendo el mismo: prevenir el establecimiento de gobiernos comunistas o nacionalistas laicos independientes e imponer regímenes vasallos compatibles con los intereses de Estados Unidos.
Las armas empleadas fueron guerras y golpes de estado sangrientos (“cambios de régimen”). Los regímenes coloniales europeos derrotados fueron reemplazados e incorporados como aliados subordinados a Estados Unidos.
Para realizar las conquistas imperiales, Washington utilizó siempre que estuvo en su mano a ejércitos de mercenarios entrenados, equipados y dirigidos por ‘asesores’ estadounidenses. Cuando esto no fue suficiente, por lo general si el régimen clientelista y las tropas vasallas se mostraban incapaces de derrotar al ejército del pueblo, las fuerzas armadas de Estados Unidos intervinieron directamente.
Los estrategas imperiales trataban de intervenir y conquistar brutalmente al país elegido. Cuando no conseguían alcanzar su objetivo ‘máximo’, iniciaban una política de asedio para cortar los vínculos de los centros revolucionarios con los movimientos populares de países limítrofes. Si los países lograban resistir la conquista armada, los constructores del imperio imponían sanciones económicas y bloqueos para erosionar la base económica de los gobiernos populares.
Los imperios, como los sabios romanos reconocieron hace tiempo, no se construyen en un día, en semanas o en meses. Se firman a conveniencia convenios y acuerdos temporales que se quiebran cuando ya no resultan útiles porque los diseños imperiales están por encima de todo.
Los imperios fomentan las divisiones internas entre adversarios y los golpes de Estado en países vecinos. Pero, sobre todo, construyen una red mundial de avanzadas militares, agentes clandestinos y alianzas regionales en las fronteras de los gobiernos independientes para recortar las potencias militares emergentes.
Una vez concluidas con éxito las guerras, los centros imperiales dominan la producción y los mercados, los recursos y la mano de obra. Sin embargo, con el tiempo es inevitable que surjan problemas en los regímenes dependientes e independientes. Los rivales y los competidores ganan acceso a los mercados y aumentan su poderío militar. Mientras que algunos estados vasallos sacrificaron su soberanía política-militar para conseguir un desarrollo económico independiente, otros optaron por la independencia política.
Las contradicciones primeras y últimas de la expansión del imperialismo
Las dinámicas inherentes a los estados y sistemas imperiales experimentan contradicciones que replantean y cambian constantemente los contornos del imperio.
Estados Unidos ha dedicado inmensos recursos para mantener su supremacía militar entre los estados vasallos, pero ha experimentado un grave declive en su cuota de mercado mundial, especialmente con el rápido aumento de nuevos productores económicos.
La competencia económica obligó a los centros imperiales a reconfigurar el centro de sus economías: la “renta” (finanzas y especulación) desplazó a los beneficios del comercio y la producción. Las industrias imperiales se trasladaron al extranjero en busca de mano de obra barata. La economía nacional está ahora dominada por las finanzas, los seguros, los bienes inmuebles, las comunicaciones y las industrias militares y de seguridad. Esto ha creado un círculo vicioso: con la erosión de su base productiva, el imperio ha incrementado aún más su dependencia del ejército, del capital financiero y de la importación de bienes de consumo baratos.
Justo después de la Segunda Guerra Mundial, Washington puso a prueba su destreza militar a través de la intervención en terceros países. Debido a la gran resistencia popular y la proximidad de la URSS, y más tarde la República Popular China, la construcción del imperio en el Asia post colonial se contuvo o fracasó militarmente. En Corea, las fuerzas estadounidenses alcanzaron transitoriamente un punto muerto después de matar a millones de personas. En China, su derrota provocó la huida de los “nacionalistas” a la isla de Taiwán. La resistencia popular y el apoyo material de las potencias socialistas obligaron a EE.UU. a retirarse de Indochina. A causa de ello, no tuvo más opción que recurrir a las sanciones económicas para estrangular a los gobiernos revolucionarios.
El crecimiento de la ideología unipolar
Ante el creciente poder de sus competidores económicos en el extranjero y su mayor dependencia de la intervención militar directa, el imperio de EE.UU. aprovechó la desintegración interna de la URSS y el giro de China hacia el “capitalismo de Estado” en las décadas de los ochenta y los noventa. Con la desintegración forzada de Yugoslavia, Estados Unidos se expandió por la región del Báltico, Europa oriental y central y los Balcanes. Los estrategas imperiales anticiparon “un imperio unipolar”, un Estado imperial sin rivales. Los constructores del imperio eran libres para invadir, ocupar y saquear estados independientes en cualquier continente e incluso para bombardear una capital europea, Belgrado, con total impunidad. Se iniciaron múltiples guerras contra señalados adversarios que carecían de aliados globales fuertes.
Países del sur de Asia, Oriente Medio y el Norte de África fueron objeto de destrucción. América del Sur estaba bajo el control de los regímenes neoliberales. La antigua Unión Soviética fue saqueada y desarmada por vasallos del imperio. Rusia estaba gobernada por gánsteres cleptócratas aliados con títeres de Estados Unidos. El papel asignado a China era el de convertirse en un taller de esclavos para producir artículos de consumo baratos para los estadounidenses y generar grandes beneficios para las corporaciones multinacionales y minoristas como Wal-Mart.
A diferencia de lo que ocurrió con el Imperio Romano, la década de los noventa no iba a ser el preludio de un imperio indiscutible de larga duración para Estados Unidos. Los “unipolaristas” se embarcaron en múltiples guerras caras y destructivas de conquista y no fueron capaces de confiar en el crecimiento de las economías industriales emergentes para obtener beneficios; el poder global de EE.UU. se deterioró.
La desaparición de la unipolaridad: El siglo XXI
En los primeros diez años del siglo XXI, la visión de un imperio unipolar indiscutido se vino abajo. La acumulación “primitiva” de China dio paso a una acumulación interna avanzada de la que se beneficiaron el pueblo y el Estado chinos. El poder de China se expandió por el extranjero mediante inversiones, comercio y adquisiciones, desplazando a EE.UU. como principal socio comercial en Asia y mayor importador de materias primas de América Latina y África. China se convirtió en el principal fabricante y exportador de bienes de consumo para América del Norte y la Unión Europea (UE).
La primera década del siglo XXI fue testigo del derrocamiento o la derrota de los estados vasallos de Estados Unidos en América Latina (Argentina, Bolivia, Venezuela, Ecuador y Brasil) y de la aparición de regímenes agro-minerales independientes dispuestos a formar alianzas comerciales regionales. Fue un período de aumento de la demanda de sus recursos naturales y materias primas que coincidió con el proceso de desindustrialización de EE.UU., inmerso en costosas guerras desastrosas en Oriente Medio.
En contraste con la creciente independencia de América Latina, la UE incrementó su participación militar en las brutales guerras en el extranjero lideradas por Estados Unidos mediante la ampliación del ‘mandato’ de la OTAN. Bruselas siguió la política sistemática de cercar a Rusia para debilitar su independencia a través de duras sanciones. La expansión hacia el exterior de la UE (financiada gracias a las políticas internas de austeridad) acentúo las divisiones en el seno de la organización, provocando el descontento popular. Reino Unido votó a favor en un referéndum para separarse de la UE.
En los noventa, los desastres internos del régimen vasallo de Estados Unidos en la Rusia de Boris Yeltsin empujaron a los votantes a elegir a un nacionalista, Vladimir Putin. El gobierno del presidente Putin se embarcó en un programa para recuperar la soberanía de Rusia y su posición como potencia mundial, contrarrestar la intervención de EE.UU. en el país y alejar de las fronteras el cerco creado por la OTAN.
Los defensores del imperio unipolar continuaron iniciando múltiples guerras de conquista en Oriente Medio, África del Norte y sur de Asia, con un coste de billones de dólares, que provocaron una pérdida de los mercados globales y de competitividad. A medida que los ejércitos del imperio se expandían por todo el mundo, la economía doméstica (“la República”) se contrajo. Estados Unidos quedó atrapado en la recesión y asediado por el aumento de la pobreza. La política unipolar permitió un crecimiento de la economía global multipolar, al imponer de forma rígida prioridades militares.
El Imperio contraataca: La opción nuclear
La segunda década del siglo XXI marcó el comienzo de la desaparición de la unipolaridad ante la consternación de muchos ‘expertos’ y la negación ciega de sus arquitectos políticos. El advenimiento de una economía mundial multipolar intensificó el impulso desesperado del imperio por restaurar la unipolaridad por medios militares, a cargo de militaristas incapaces de adaptarse o evaluar sus propias políticas.
Bajo el régimen del “primer presidente negro”, Barack Obama, elegido bajo la promesa de refrenar a los militares, los estrategas imperiales intensificaron su belicismo, enfrascándose en siete guerras, nuevas y antiguas. Para los legisladores y los propagandistas de los medios de comunicación de masas de EE.UU. y la UE, fueron guerras imperiales exitosas, que vinieron acompañadas de declaraciones prematuras de victoria en Somalia, Irak y Afganistán. Estos delirios de grandeza llevaron a la nueva administración a poner en marcha nuevas guerras en Ucrania, Libia, Siria y Yemen.
Cuando la nueva ola de guerras y golpes de Estado (de “cambio de régimen”) para volver a imponer la unipolaridad fracasó, se pusieron en marcha políticas belicistas aún mayores que desplazaron a las estrategias económicas para conseguir la dominación mundial. Los
militaristas que dirigen el aparato de Estado permanente, siguieron sacrificando mercados e inversiones con total inmunidad a las desastrosas consecuencias de sus fracasos en la economía nacional.
Breve renacimiento de la unipolaridad en América Latina
Argentina, Brasil, Paraguay y Honduras han sufrido golpes de Estado y los gobiernos progresistas de Bolivia, Venezuela y Ecuador han estado a punto de sufrirlos. Sin embargo, el retroceso a favor del imperio en América Latina no es política ni económicamente sostenible y amenaza con socavar cualquier restauración de la dominación unipolar en la región.
EE.UU.no ha proporcionado ninguna ayuda económica ni ampliado el acceso a los mercados para premiar y apoyar a sus regímenes clientelares recién adquiridos. Su nuevo vasallo en Argentina, Mauricio Macri, transfirió miles de millones de dólares a los banqueros depredadores de Wall Street y entregó a Estados Unidos el acceso a las bases militares y los recursos lucrativos sin recibir por ello flujos recíprocos de capital de inversión. De hecho, las políticas serviles del Presidente Macri han creado mayores niveles de desempleo y han reducido el nivel de vida, creando descontento popular. El “chico nuevo” del imperio unipolar en su feudo Buenos Aires se enfrenta a una defunción temprana.
Del mismo modo, la corrupción generalizada, una profunda depresión económica y los niveles de dos dígitos de desempleo sin precedentes en Brasil amenazan al ilícito régimen vasallo de Michel Temer con la crisis permanente y el aumento de la lucha de clases.
El efímero éxito en Oriente Medio
El poder devastador de los bombardeos aéreo y naval de Estados Unidos y de la OTAN pareció otorgar un breve triunfo a la nueva ola de guerras revanchistas en Oriente Medio y África del Norte. Luego, esa aparente victoria se desvaneció en medio de la destrucción y el caos, inundando Europa con millones de refugiados.
Importantes brotes de resistencia a la invasión estadounidense de Irak y Afganistán precipitaron el retroceso hacia un mundo multipolar. Los insurgentes islamistas obligaron a EE.UU. a refugiarse en sus guarniciones fortificadas y tomaron el control del campo y las ciudades cercadas en Afganistán; en Irak, Siria, Yemen, Somalia y Libia forzaron la huida de los regímenes y mercenarios respaldados por EE.UU..
La pulsión unipolar y el Estado permanente: Reagrupamiento y ataque
Frente a sus fracasos, los defensores del imperio unipolar se reagruparon para poner en marcha una estrategia militar aún más peligrosa: el aumento de su potencia nuclear de “primer ataque” dirigida a China y Rusia.
Orquestada por los políticos designados por el departamento de Estado de Estados Unidos, el gobierno de Ucrania fue sustituido por vasallos de EE.UU. dando lugar a la ruptura de ese país, todavía en marcha. Temerosos de los neofascistas y los rusófobos, los ciudadanos de Crimea aprobaron en referéndum su unión con Rusia. Las mayorías étnicas rusas de la región de Donbass en Ucrania entraron en guerra con Kiev, lo que ha provocado miles de muertos y millones de desplazados que buscan refugio en Rusia. Los imperialistas de Washington financiaron y dirigieron el golpe de Estado de Kiev liderado por cleptócratas y fascistas siendo inmunes, como siempre, a sus consecuencias.
Mientras tanto, EE.UU. está aumentando su número de tropas de combate en Afganistán, Irak y Siria para apuntalar a sus poco fiables aliados y mercenarios.
Lo que es crucial para la comprensión de la ascensión y caída del poder imperial y de las eufóricas declaraciones unipolares de la década de 1990 (especialmente durante el apogeo del reinado sangriento del presidente Clinton), es que los avances militares y políticos no han sido apuntalados en ningún momento por la construcción de economías fuertes.
EE.UU. derrotó y posteriormente ocupó Irak, pero también destruyó sistemáticamente su sociedad civil y su economía, creando un terreno fértil para la limpieza étnica, las oleadas de refugiados y el levantamiento islamista posterior que se extendió por los territorios adyacentes. De hecho, han sido las políticas deliberadas de EE.UU. en Irak y otros lugares las que han creado la crisis de refugiados que agobia Europa.
Durante las dos primeras décadas de este siglo se ha producido una situación similar: las victorias militares han instalado líderes impopulares e ineficaces respaldados por el imperio y sus impulsores dependen cada vez más de la chusma tribal más retrógrada, los extremistas islamistas, los clientes de ultramar y los mercenarios. El ataque deliberado de Estados Unidos a las mismas personas capaces de liderar naciones multiculturales modernas como Irak, Libia, Siria y Ucrania es una caricatura de los notorios ataques de Pol Pot a las clases educadas de Camboya. Por supuesto, EE.UU. perfeccionó sus habilidades especiales para “matar a los profesores de escuela” cuando entrenó y financió a los muyahidines de Afganistán en la década de los ochenta.
El segundo punto débil, lo que llevó al colapso de la ilusión unipolar, ha sido su incapacidad para replantear sus supuestos y reorientar y reequilibrar su paradigma militarista estratégico tras el increíble desorden mundial que crearon.
Estados Unidos se negó rotundamente a trabajar con las élites económicas educadas en los países conquistados y promoverlas. Ello habría requerido mantener intacto el sistema económico de la seguridad social en los países que habían triturado de manera sistemática. Habría supuesto rechazar el paradigma de guerra total, rendición incondicional y ocupación militar pura y dura, con el fin de permitir el desarrollo de aliados económicos viables, en lugar de imponer regímenes vasallos flexibles pero grotescamente corruptos.
El enorme aparato de inteligencia policial-militar profundamente arraigado y fuertemente financiado, que cuenta con muchos millones de personas, ha creado un estado imperial paralelo al régimen civil elegido en EE.UU.
El llamado “Estado profundo” es en realidad un estado gobernado por “unipolaristas”. No es una “entidad sin rostro”: Tiene una identidad de clase, ideológica y económica.
A pesar del grave coste que supone perder una serie de guerras catastróficas y el robo de miles de millones de dólares perpetrado por los regímenes vasallos cleptocráticos, los unipolaristas han permanecido intactos, e incluso aumentado sus esfuerzos para conseguir una conquista o una victoria militar temporal.
Digámoslo abierta y claramente: los unipolaristas se dedican ahora a culpar de sus terribles fracasos militares y políticos a Rusia y China. Esta es la razón por la que buscan, directa e indirectamente, debilitar a los aliados internos y externos de Rusia y China. De hecho, la campaña salvaje para “culpar a los rusos” de la elección del presidente Trump refleja su profunda hostilidad hacia Rusia y su desprecio por los votantes de clase trabajadora y media baja (la “canasta de deplorables”) que eligieron a Trump. La incapacidad de esta élite para reconocer sus propios fracasos y la incapacidad del sistema político para eliminar a estos estrategas desastrosos es una seria amenaza para el futuro del mundo.
La fabricación de pretextos para la guerra mundial
Mientras el Estado unipolarista sufría predecibles derrotas militares y guerras prolongadas al tiempo que una dependencia de inestables regímenes civiles, los ideólogos continúan echando la culpa a Rusia y China por todas sus derrotas militares. Su monomanía se ha transformado en un aumento provocativo de su capacidad nuclear a gran escala en Europa y Asia, lo que aumenta el riesgo de una guerra nuclear al participar en un letal “juego de la gallina”(1).
Los expertos físicos nucleares que editan el boletín de los Científicos Atómicos publicaron una importante descripción de los planes de guerra unipolaristas. Según ellos, “el programa nuclear en marcha ha implementado nuevas tecnologías revolucionarias que aumentarán enormemente la capacidad letal del arsenal nuclear. Estas nuevas tecnologías triplican la potencia letal global de los actuales misiles balísticos de Estados Unidos” . Esto es exactamente lo que un observador objetivo podría esperar de unos Estados Unidos provistos de armas nucleares dispuestos a iniciar una guerra desarmando a China y Rusia siendo los primeros en lanzar un “ataque sorpresa”.
El estado unipolar se ha centrado en varios países como pretexto para lanzar una guerra. El Gobierno de Estados Unidos ha instalado bases de misiles en los países bálticos y Polonia a modo de provocación. Estos regímenes han sido elegidos por su afán de violar las fronteras o el espacio aéreo de Rusia y porque su locura les predispone a aceptar la inevitable respuesta militar y la reacción en cadena en contra de sus propias poblaciones. Otro lugar con enormes bases militares estadounidenses y dispuesto a albergar una expansión de la OTAN es la región de los Balcanes, especialmente las antiguas provincias yugoslavas de Kosovo y Montenegro. Se trata de Estados mafiosos etno-facistas en bancarrota y potenciales polvorines de conflictos provocados por la OTAN, que justificarían un ataque de Estados Unidos. Esto explica por qué los más furibundos militaristas del senado estadounidense han estado presionando para lograr la integración de Kosovo y Montenegro en la OTAN.
Pero es en Siria donde los unipolaristas están creando un pretexto para la guerra nuclear. El senado de Estados Unidos ha enviado más fuerzas especiales a zonas altamente conflictivas para apoyar a sus mercenarios aliados. Esto significa que las tropas estadounidenses se encontrarán (ilegalmente) cara a cara con el avance del ejército sirio, respaldado (legalmente) por la fuerza aérea militar rusa. EE.UU. planea apoderarse de Raqqa en el norte de Siria, controlada por ISIS, para convertirla en base de operaciones con la intención de negar la victoria del gobierno sirio sobre los yihadistas-terroristas. La probabilidad de “incidentes” armados entre EE.UU. y Rusia en Siria es cada vez mayor para satisfacción de los unipolaristas estadounidenses.
EE.UU. ha financiado y apoyado a los combatientes kurdos en su avance por territorio sirio bajo control de los yihadistas-terroristas, especialmente a lo largo de la frontera con Turquía. Esto está provocando un conflicto inevitable entre Turquía y los kurdos apoyados por Estados Unidos.
Otro sitio probable para la expansión de la guerra es Ucrania. Después de tomar el poder en Kiev, los clepto-fascistas lanzaron una guerra y un bloqueo económico contra los ucranianos bilingües de origen ruso de la región de Donbass. Los ataques de la junta de Kiev, las innumerables matanzas de civiles (incluyendo la quema de decenas de manifestantes de habla rusa desarmados en Odessa) y el sabotaje de los envíos de ayuda humanitaria rusos podrían provocar represalias por parte de Rusia y ser el pretexto de una intervención militar de Estados Unidos contra Crimea a través del Mar Negro.
Pero el lugar que cuenta con más probabilidades de convertirse en el inicio de la Tercera Guerra Mundial es la península de Corea. Los unipolaristas y sus aliados en el aparato del Estado han creado sistemáticamente las condiciones para desencadenar una guerra con China usando el pretexto del programa de armas defensivas de Corea del Norte.
El aparato estatal de los unipolaristas ha unido a sus aliados en el Congreso y a los medios de comunicación para crear histeria generalizada. El congreso y la administración del presidente Trump consideran el programa de misiles de Corea del Norte “una amenaza para Estados Unidos” . Esto ha permitido que el estado unipolarista ponga en marcha una estrategia militar ofensiva para contrarrestar esta falsa “ amenaza ”.
La elite ha descartado todas las negociaciones previas y los acuerdos diplomáticos con Corea del Norte con el fin de prepararse para la guerra -en última instancia, en contra de China. Esto se debe a que China es el adversario económico global más dinámico y exitoso al que se enfrenta Estados Unidos para mantener su hegemonía mundial. EE.UU. ha sufrido una derrota económica pacífica, pero humillante, a manos de una potencia emergente de Asia. La economía de China ha crecido tres veces más rápido que la de EE.UU. durante las últimas dos décadas. Y el banco de desarrollo de infraestructuras de China ha atraído a decenas de participantes regionales y europeos después de que el muy publicitado acuerdo comercial de Estados Unidos en Asia, desarrollado por la Administración de Obama, se viniera abajo. En la última década, mientras los sueldos y salarios se han estancado o retrocedido en EE.UU. y la UE, se han triplicado en China.
Si la tendencia continúa, la economía china superará a la de EE.UU. en un futuro cercano y lejano. Eso supondrá que China sustituya inevitablemente a Estados Unidos como potencia económica más dinámica del mundo…. a menos que se produzca un ataque nuclear por parte de EE.UU.. No es de extrañar que China está embarcada en un programa para modernizar sus sistemas de misiles defensivos y su seguridad marítima y fronteriza.
Mientras los unipolaristas se preparan para la “decisión final” de atacar a China, se dedican a instalar sistemáticamente sus misiles nucleares más avanzados en Corea del Sur bajo el absurdo pretexto de contrarrestar al régimen de Pyongyang. Para exacerbar las tensiones, el alto mando de Estados Unidos ha iniciado ataques cibernéticos contra el programa de misiles de Corea del Norte. Ha participado en descomunales maniobras militares con Seúl, lo que provocó que el ejército de Corea del Norte “probara” cuatro de sus misiles balísticos de medio alcance en el Mar de Japón. Washington ha ignorado los esfuerzos del gobierno chino para calmar la situación y persuadir a Corea del Norte de que resistiera las provocaciones de Estados Unidos en sus fronteras e incluso redujera su programa de armas nucleares.
La maquinaria de propaganda de guerra de Estados Unidos afirma que la respuesta nerviosa de Pyongyang a los provocadores ejercicios militares de Washington (apodados “Foal Eagle “) en la frontera de Corea del Norte son una “amenaza” a Corea del Sur y una prueba de la locura de sus líderes . En última instancia, Washington tiene la intención de dirigirse a China. Para ello, ha instalado su Terminal High Altitude Area Defense System (THAAD), un sistema de vigilancia y ataque ofensivo (a pesar de su nombre), diseñado para atacar las principales ciudades de China y complementar el cerco marítimo estadounidense a China y Rusia. Utilizando a Corea del Norte como pretexto, instaló el sistema THAAD en Corea del Sur, cuyo alcance supera los 3.000 kilómetros, lo que le permite llegar a los centros vitales de China en cuestión de minutos. Los misiles dirigidos del THAAD están diseñados específicamente para identificar y destruir el sistema de misiles de defensa de China.
Con la instalación del THADD en Corea del Sur, el extremo oriental de Rusia está ahora rodeado de los misiles ofensivos de los Estados Unidos, lo que complementa su potencia de ataque desde Occidente.
A los estrategas unipolares se les ha unido ahora el gobierno japonés, cada vez más militarista, una circunstancia de lo más alarmante para los coreanos y los chinos dada la historia de brutalidad japonesa en la región. El Ministro de Defensa de Japón ha propuesto dotarse de capacidad para un “ataque preventivo”, una repetición imperial de su invasión y esclavización de Corea y Manchuria. Japón apunta a Corea del Norte, pero a quien amenaza realmente es a China.
Corea del Sur, un régimen profundamente corrupto y ciegamente sumiso, aceptó de inmediato el sistema THADD en su territorio. Washington encontró al dócil Estado profundo de Corea del Sur dispuesto a sacrificar sus cruciales vínculos económicos con Pekín: China es el mayor socio comercial de Corea del Sur. A cambio de servir como plataforma para futuras agresiones de Estados Unidos contra China, Corea del Sur ha sufrido pérdidas en el comercio, las inversiones y el empleo. Incluso si llegara el caso de que un nuevo gobierno de Corea del Sur quisiera revertir esta política, EE.UU. no trasladaría su instalación THAAD. China, por su parte, ha reducido en gran medida sus relaciones económicas y de inversión con algunos de los mayores conglomerados empresariales de Corea del Sur. El turismo, los intercambios culturales y académicos, los acuerdos comerciales y, sobre todo, la mayor parte de las exportaciones industriales de Corea del Sur se enfrentan a importantes pérdidas.
En medio de un gran escándalo político que involucra al presidente de Corea del Sur (que se enfrenta a la destitución y el encarcelamiento), la alianza militar entre EEUU y Japón ha incorporado brutalmente al desafortunado pueblo de Corea del Sur a una escalada militar contra China. Dicho proceso pone en peligro las pacíficas relaciones económicas de Seúl con China. Los surcoreanos son abrumadoramente partidarios de la paz, pero se encuentran en primera línea de una potencial guerra nuclear.
China ha respondido a la amenaza de Washington incrementando enormemente su propia capacidad defensiva en términos de misiles. Los chinos afirman ahora poseer la capacidad de destruir rápidamente las bases THAAD en Corea del Sur, si EE.UU. les obliga a ello. Asimismo, China está reequipando sus fábricas para compensar la pérdida de las importaciones industriales de Corea del Sur.
Conclusión
La ascensión y caída del imperio estadounidense unipolar no ha desplazado al aparato de Estado permanente, que sigue adelante con sus estrategias alucinantes.
Por el contrario, los unipolaristas están acelerando su campaña de conquista militar global apuntando a Rusia y China, a los que acusan insistentemente de ser la causa de sus guerras perdidas y de su declive económico global. Ellos viven en sus delirios de la “edad de oro” de los noventa, cuando George Bush padre podía devastar Irak y Bill Clinton bombardear ciudades yugoslavas con total impunidad.
Atrás han quedado los días en que los unipolaristas podían hacer pedazos la URSS, financiar antiguos regímenes soviéticos separatistas y violentos en Asia y el Cáucaso y organizar elecciones fraudulentas para sus clientes borrachos en Rusia.
Los desastres de la política de Estados Unidos y su decadencia económica interna han dado lugar a rápidos y profundos cambios en las relaciones de poder en las últimas dos décadas, haciendo añicos cualquier ilusión de un “siglo americano” unipolar.
La unipolaridad sigue siendo la ideología del aparato permanente de seguridad del Estado y sus élites en Washington. Ellos creen que la unión del militarismo en el extranjero y el control financiero en casa les permitirá recuperar su “Jardín del Edén” unipolar perdido.
China y Rusia son los nuevos protagonistas esenciales de un mundo multipolar. Las dinámicas de la necesidad y su propio crecimiento económico les han empujado a buscar con éxito estados y mercados alternativos e independientes.
Esta realidad obvia e irreversible ¡ha hecho que los unipolaristas se obsesionen con prepararse para una guerra nuclear mundial! Los pretextos son infinitos y absurdos; los objetivos son claros y globales; los medios militares ofensivos y destructivos están disponibles; pero también lo están las formidables capacidades defensivas y de represalia de China y Rusia.
El Estado unipolarista acaricia el delirio de ganar una guerra nuclear mundial, lo que pone a los estadounidenses en la disyuntiva de resistir o rendirse ante un imperio en decadencia demencialmente peligroso que está dispuesto a iniciar una guerra que traería la destrucción mundial.
Nota del traductor:
(1): El “juego de la gallina” (game of chicken) es una competición en la que dos coches se lanzan uno contra otro; el primero que se desvía de la trayectoria del choque pierde y es humillado por comportarse como un gallina. Se basa en la idea de crear presión psicológica hasta que uno de los participantes se echa atrás y la expresión se aplica como metáfora a una situación en la que dos bandos se enzarzan en una escalada en la que no tienen nada que ganar y en la que sólo el orgullo evita que se echen atrás. Bertrand Russell fue el primero en usarla en relación con la carrera armamentística.
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