Hay quienes aseguran que el Partido Aprista es la más antigua de las organizaciones políticas todavía vigentes. Y es que, en efecto, su origen se remonta al 7 de mayo de 1924 en México, cuando Haya de la Torre -entonces deportado por Leguía- le entregó la bandera “de una nueva cruzada”, según palabras de Luís Alberto Sánchez; a Vasconcelos, una de las figuras más exitosas de aquellos tiempos en el país azteca.
En esa circunstancia, Haya diría “No solo queremos a nuestra América unida, sino a nuestra América justa. Sabemos bien que nuestro destino como raza y como grupo social, no pude fraccionarse: formamos un gran pueblo, significamos un gran problema, constituimos una vasta esperanza…”
Por palabras y discursos como estos, Haya fue ponderado como un orador sin tregua, y su Partido como una fuerza de cambio social capaz de alentar profundas mutaciones en la sociedad continental.
No todos tuvieron esa percepción. Julio Antonio Mella, casi desde un inicio se do cuenta de los artificios verbales del líder peruano, y poco después Rodney Arismendi -en su magistral trabajo titulado “La filosofía marxista y el señor Haya de la Torre”- puso en evidencia la precariedad de los planteamientos ideológicos y políticos de quien años más tarde sería considerado como “el conservador que el Perú necesita”.
Es bueno echar una mirada a este escenario un poco para darse cuenta que, en verdad, ni el APRA fue nunca un Partido Revolucionario, ni Haya de la Torre -su caudillo- la versión peruana de un Sandino, o de un Emiliano Zapata
Y también, por cierto, para entender la naturaleza de las confrontaciones que hoy remecen a la organización política que de manera tan controversial dirige en los hechos el Presidente García.
Desde los primeros años de existencia activa -es decir desde los inicios de los años 30- se conocieron documentos que mostraron la relación existe entre el caudillo aprista y los funcionarios de la embajada de los Estados Unidos en Lima. Pero también casi desde un inicio se supo de una orientación política destinada a preservar la riqueza y los privilegios de los poderosos y los intereses del Gran Imperio.
Quizá el punto alto en la materia, fue el conocido discurso de 1945, en el que se llamaba “a no quitar la riqueza al que la tiene, sino a crear riqueza para quien no la tiene”.
Y es que más precisamente a partir de 1945 el APRA habló con claridad de sus propósitos y se empeño en buscar acuerdo con la clase dominante haciendo méritos al mismo tiempo ante la Casa Blanca. Ese fue, en esencia, el mensaje de “30 Años de aprismo” y “Excombatientes y desocupados” dos libros que mostraron los perfiles de una política profundamente anti comunista y antiobrera.
Fue ella la que sirvió de escuela a las “nuevas generaciones” de apristas que nunca quisieron entenderse con el movimiento popular y las fuerzas más avanzadas, sino que miraron con avidez el Poder. Y Haya fue, por cierto, el diseñador esencial de ese derrotero.
Por eso hacen mal quienes creen que la descomposición actual del Partido Aprista se puede atribuir solamente a sus hombres de hoy, y que ella comenzó con la gestión de García. Es verdad que en el plano personal -si de honradez se tratara- Haya dio conocidas muestras de austeridad, pero también es verdad que él y los suyos sirvieron a los ricos con diligente entusiasmo
Alan García y el núcleo fundamental del APRA de hoy, recogieron una pesada herencia de los que les antecedieron. Y hoy no hacen sino hacer honor a ella, sólo que en nuevas condiciones y en distintos escenarios. Desde el Poder, pueden actuar con la impunidad de la que no gozaron en el pasado remoto.
Y en eso radica -quizá- la diferencia entre “los de ayer” y “los de hoy”, que tienen acceso a lo que otros no conocieron. Por eso puede decirse que las diferencias de antes, eran “ideológicas” y que éstas, son más bien “contables”.
Y por eso puede asegurarse que hoy el APRA no es propiamente un Partido. Es una Mafia en la que, distintas facciones, se disputan cuotas y espacios a dentelladas. Viven prendidos de una misma ubre y buscan perpetuar privilegios alcanzados a la sombra de un Poder que usufructuaron a espaldas de los intereses nacionales.
Hay, sin duda núcleos de apristas que no están coludidos con esas mafias ni contaminados por ellas. Pero aún quienes desde esa opción reclaman una ubicación más avanzada y progresista, arrastran deformaciones y prejuicios que hacen más difícil su ascenso a una legítima vertiente popular.
Para diferenciar campos en ese partido no tendría que hacerse un quirúrgico corte vertical, sino otro horizontal. Y luego una depuración porque también abajo existe pus.
En el cuadro general, el núcleo principal de la dirigencia aprista, pese a sus pequeñas diferencias y menudas contradicciones, representa lo mismo. Y sólo pequeños segmentos liderados por una saludable “Vanguardia Aprista” y otros, presentan una resistencia abierta a la política de claudicación de su Partido y denuncian la corrupción galopante que envuelve a la estructura, pueden tomar distancia de ellos.
Si los primeros se acercan -o se alejan- de Mercedes Aráoz, la candidata presidencial de García, eso hay que atribuirlo no a distintas percepciones de orden ideológico o político. Ni siquiera a miradas más claras -o más oscuras- del escenario social; sino tan sólo a cálculos ligados a intereses de orden personal o partidista, completamente ajenos a las necesidades populares.
El estancamiento de la candidatura presidencial de la “Mechita” se explica precisamente porque la ciudadanía percibe ya más claramente esta realidad. Y porque ha visto, en vivo y en directo, los mecanismos de descomposición moral que el APRA ha puesto en marcha para multiplicar la riqueza de sus dirigentes, y que se ha evidenciado además, en el caso del general Octavio Salazar, quien de ministro del Interior de García, ha pasado a la condición de candidato de la Mafia Fujimorista para una ubicación parlamentaria en La Libertad.
La Araóz piensa que asumiendo una actitud “dura” y vetando la inclusión de personajes controvertidos como Del Castillos en la lista parlamentaria para los comicios de abril, abrirá las compuertas a un aluvión de adhesiones. Pero no es así.
Para mostrar un rostro limpio, tendría que echar a muchos comprometidos con turbios desaguisados, y que hoy baten palmas por ella. Y aún eso sería insuficiente, porque ella misma está comprometida en actos sumamente graves, como lo ocurrido en Bagua y en el manejo sesgado del portafolio de economía, que administró al servicio del Imperio y sus sirvientes.
Ya ha corrido demasiada agua bajo los puentes para que la gente se deje engañar tan fácilmente. Hoy, todos perciben que el APRA es apenas una bolsa de gatos, Y que su porvenir, es tan negro como la oscura conciencia de sus dirigentes (fin)
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