Afortunadamente, los libros de historia de Eduardo Galeano se leen y se venden bien. Sus lectores, incontables, agradecen su modo de decir más con menos, estilo que sólo se consigue escogiendo las palabras con cuidado, dándoles animación, aire, color y sonido para que las causas de la dignidad tengan sentido.
La obra de Galeano mucho le debe al afán didáctico de Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar que justamente, por su espíritu alegre, juguetón y libertario, decía cosas que a más de uno dejaban turulato.
Veamos: ¿cuán cierta es la afirmación de Galeano al decir que Bolívar “[…] dio la espalda al país que lo había salvado”? (Los pecados de Haití, publicado el 26/07/96 en Brecha, de Montevideo, y vuelto a circular en días pasados a raíz del terremoto que asoló a la isla antillana).
Textual: “El gobierno haitiano le había entregado siete naves y muchas armas y soldados, con la única condición de que Bolívar liberara a los esclavos […]. Bolívar cumplió con este compromiso, pero después de su victoria, cuando ya gobernaba la Gran Colombia, dio la espalda al país que lo había salvado. Y cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no invitó a Haití pero invitó a Inglaterra”. Y así deja en cuestión la causa nodal del Libertador: la abolición de la esclavitud en América.
Llovido sobre mojado: ¿y los cumplidos de Bolívar a los dirigentes de la revolución haitiana? Carta al presidente Alexander Petion: Haití ya no permanecerá aislado entre sus hermanos. Los principios de Haití influirán en todos los principios del Nuevo Mundo (4 de septiembre de 1816). Carta al presidente Jean-Pierre Boyer: Deseo ardientemente que Venezuela sea libre, con el fin de poder establecer relaciones más frecuentes con los valientes haitianos y poder manifestarles los sentimientos fraternales de los venezolanos hacia ellos y los míos en particular (14 de agosto de 1818).
La Gran Colombia se fundó en 1819, tras las deliberaciones del Congreso de Angostura. Bolívar y Francisco Paula de Santander quedaron como presidente y vice. Bolívar propuso una política antiesclavista radical. Santander pensaba que la liberación de los esclavos destruiría la economía, dando lugar (¡como en Haití!) a una revuelta social incontrolable.
Bolivarianos y santanderistas. Bolívar responde a Santander: “Nuestro partido está tomado […]. Debemos triunfar por el camino de la revolución, y no por otro”. El jefe marcha hacia el sur para seguir liberando pueblos, y Santander queda a cargo de las actividades legalistas. Washington y Londres se frotan las manos.
¿Quién era Santander? En Memorias del fuego, el propio Galeano lo define como el monarca sin corona que quisiera asesinar a Bolívar, en algún baile de máscaras o asalto a traición (Ed. Siglo XXI, tomo II, p. 165). Entonces, si tal es la caracterización… ¿por qué el autor de Las venas abiertas… le endosa al Libertador la responsabilidad final en política exterior de la Gran Colombia?
En julio de 1824, mientras el Libertador expande la revolución en el continente, un enviado del presidente Boyer, Jean Desvivieres Chanlatelle, se presentó en Bogotá con el fin de forjar una alianza militar y comercial entre ambos países. El canciller Pedro Gual le dio vueltas al asunto, y terminó por declinar la propuesta.
Sorteando traiciones y emboscadas en Bolivia y Perú, toda la correspondencia del Libertador con Santander exuda impotencia y decepción: Por mi parte, soy incapaz de negarme a tratar con el gobierno de Haití porque le debo demasiado. Empezaba a quedar claro que si los legalistas no lo querían, mucho menos estimaban a los solidarios amigos del jefe: los negros revolucionarios de Haití.
En vísperas del Congreso Anfictiónico de Panamá (que no fue organizado directamente por Bolívar) las tensiones entre Haití y los santanderistas tomaron ribetes odiosos. Contra la voluntad del presidente, el canciller Gual invitó a Estados Unidos a presentar delegados al magno congreso, y de paso libró instrucciones a sus delegados para que evitaran reconocer la independencia de Haití.
El congreso se llevó acabo a finales de junio de 1826. Los únicos países que participaron fueron Colombia, Perú, México y Centroamérica. Y a pesar de que España y Francia habían reconocido a Haití, los santanderistas maniobraron para que los delegados ignoraran su existencia.
Como bien apunta Juan Francisco Martínez Pería, joven historiador argentino, el motivo del rechazo no era otro que el racismo de la elite colombiana. Sólo Guatemala propuso que Haití participara, pero recibió la fuerte negativa de Estados Unidos, Colombia y Perú.
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