Las teorías respecto del comportamiento ético de las personas que aspiran a la consolidación del socialismo del siglo XXI están aún en construcción y comprenden ideas surgidas en condiciones históricos sociales específicas, que vivieron los pensadores y los luchadores sociales de tiempos anteriores
Las teorías respecto del comportamiento ético de las personas que aspiran a la consolidación del socialismo del siglo XXI están aún en construcción y comprenden ideas surgidas en condiciones históricos sociales específicas, que vivieron los pensadores y los luchadores sociales de tiempos anteriores, así también de lo que viven los pensadores sociales y luchadores sociales de hoy. Acá pasaremos revista a algunas de ellas, y a los intentos de construcción de un código de ética que pueda orientar el comportamiento ético latinoamericano descolonizador.
Marx plantea enunciados de contenido moral en su teoría de la enajenación del obrero en los Manuscritos de 1844, y en los Manuscritos de 1857/58 conocidos como Grundrisse, los cuales constituyen la primera redacción sistemática de El Capital, al criticar la usurpación por parte del capitalista del tiempo libre que crea el obrero. Marx retoma esto en sus últimos escritos, la Crítica del Programa de Gotha, su visión de la sociedad desenajenada, comunista, articulada, en relación con la distribución de los bienes producidos: conforme al trabajo aportado, en la primera fase de esa sociedad, y en torno a las necesidades de cada individuo en la fase superior, o comunista.
En su informe al XXI Congreso del Partido Comunista, Kruschov (1959), subrayó:
“Debemos desarrollar, entre el pueblo soviético, la moral comunista, en cuya base se encuentra la lealtad al comunismo y la enemistad sin compromisos hacia sus adversarios, la conciencia del deber social, la participación activa en el trabajo, el cumplimiento voluntario de las normas fundamentales de la vida humana comunal, la ayuda mutua propia de los camaradas, la honestidad y la veracidad, y la no tolerancia a los perturbadores del orden social”.
El código moral del constructor del comunismo se planteó en el proyecto de estatutos del PCUS de 1961, y en el Diccionario soviético de filosofía (Rosental-Iudin; 1965) se afirma:
“El código moral del constructor del comunismo incluye en sí el principio de la elevada conciencia del deber social, la intolerancia frente a toda infracción del mismo. El cumplimiento del deber llena de sentido la vida y el trabajo del individuo, proporciona la más alta satisfacción a la conciencia”.
Ernesto Che Guevara, en el “Sistema presupuestario de financiamiento” (1964), en relación con la formación de las tradiciones de trabajo y su relación con normas, recompensas y castigos, plantea que: “va creando en el obrero la idea general de la cooperación entre todos, la idea de pertenecer a un gran conjunto que es el de la población del país; se impulsa el desarrollo de su conciencia del deber social.”
Adolfo Sánchez Vásquez, Erich Fromm, Herbert Marcuse y Eugene Kamenka, teorizan sobre el vínculo entre socialismo, marxismo, humanismo y libertad. Enrique Dussel (1998), señala que:
La Ética de la Liberación no pretende ser una filosofía crítica, se trata de una filosofía cotidiana desde y favor de las inmensas mayorías de la humanidad excluidas de la globalización, en la normalidad histórica vigente presente. (Ética de la liberación en la edad de la Globalización y la exclusión, pág. 15)
En la República Bolivariana de Venezuela, el Socialismo del Siglo XXI, está expresado en el Primer Plan Socialista (PPS) de la Nación y su primera línea estratégica es la Ética Socialista, en ella se plantea la superación de la ética capitalista a través de la conciencia revolucionaria que transforme la sociedad, objetivo que demanda: garantizar un trabajo creador y productivo, valores éticos referidos a la solidaridad humana, la realización colectiva de la individualidad y la satisfacción racional de las necesidades fundamentales de la población.
Lo anterior obliga a enfrentarse al capitalismo neoliberal, individualista, a la codicia personal o afán de lucro desmedido de bienes y riqueza monetaria, que favorece la consolidación de una subcultura de la corrupción y el soborno. En consecuencia se debe resistir y combatir la violencia psicológica y material impuesta por el capital y las superpotencias económicas-militares y políticas detentadoras, incluyendo a las mega empresas multinacionales y nacionales que controlan los engranajes de la industria mediática, para implantar su visión del mundo, sus marcos referenciales, sus ideales y configurar pautas de comportamiento social, actitudes a asumir, patrones de consumo, gustos, modas, en quiénes y en qué se debe creer y soñar, al grado de que otra manera de pensar y de proceder es rechazada por contrariar el crecimiento bajo estándares precisos y hacen creer a la generalidad de las personas que un mundo mejor solo es posible en un más allá metafísico.
El Proyecto Ético Bolivariano debe superar la miseria y la pobreza material y espiritual que garantice el comportamiento ético; la construcción de un Estado ético, del cual se sienta parte el ciudadano y cuyos funcionarios trabajadores, honestos, eficientes, cercanos al pueblo, lo motiven a ser ético; la civilidad, por la que los ciudadanos se responsabilizan de la vida pública, sin estratos sociales; una institucionalidad equitativa que haga justicia con apego al derecho; tolerancia activa militante en la convivencia entre distintas religiones, culturas y concepciones de la vida. Pero hay antivalores y vejámenes que no pueden tolerarse, para que la impunidad no se vuelva normal.
La realización del Socialismo del siglo XXI requiere la refundación ética y moral de las naciones; la de Venezuela se cimentaría en la “fusión de los valores y principios más avanzados de las corrientes humanistas del socialismo y de la herencia histórica del pensamiento de Simón Bolívar”.
El Primer Plan Socialista (PPS), además del texto constitucional del año 1999, explicita la “conciencia de los derechos humanos” en todas sus generaciones. También se refiere a la conciencia revolucionaria, retomando que el “Che” Guevara dice que “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”.
Se habla de corresponsabilidad ética y moral sin colocar al colectivo por encima del individuo, porque todos somos ética y moralmente responsables de los hechos sociales. La pobreza, no es solo el problema del otro o del Estado, sino que es el problema de cada ciudadano. De la conciencia de que el ser humano solo puede realizarse en los otros seres humanos nace el sentimiento de solidaridad. El ser en sí no tiene sentido de trascendencia histórica, si no se pasa a ser un ser para sí, creando y produciendo para beneficio de todos.
Cabe advertir que aún queda por delante un largo trecho entre la teoría y la práctica en cuanto al comportamiento ético, especialmente en lo que respecta a la lealtad, la probidad, la justicia y el respeto a la democracia que deben mostrar, especialmente, quienes ostentan cargos de relevancia política, social, educativa y religiosa, a fin de que no modelen comportamientos negativos, contrarios al desarrollo de una cultura de convivencia plenamente inclusiva y humanista.
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