Fuente: Sur
Salah Abdeslam ha sido acusado de intentar matar a varios policias en un tiroteo registrado el 15 de marzo de 2015
Culpable. Salah Abdeslam, el único yihadista vivo que protagonizó la matanza de París el 13 de noviembre de 2015 (130 asesinados), ha sido declarado esta mañana culpable de tentativa de asesinato con fines terroristas por el Tribunal Correcional de Bruselas. Los hechos enjuiciados no se refieren al 13-N, sino el tiroteo registrado el 15 de marzo de 2016 en el barrio bruselense de Forest que dejó tres agentes heridos y un presunto terrorista abatido: Mohamed Belkaid. Sin embargo, tanto Abdeslam como Sofien Ayari, el otro acusado en el juicio y que también ha sido declarado culpable, lograron escapar por el tejado en aquella operación policial llevada a cabo por fuerzas especiales belgas y francesas.
Los abogados de ambos han intentado hasta el último momento que la vista se anulara esgrimiendo defectos de forma lingüísticos en el procedimiento. Además, consideraban que sus clientes no podían ser acusados de intento de asesinato porque no se encontró su ADN en las armas encontradas en el inmueble. Finalmente, los jueces han desestimado todos estos argumentos y han bajado su pulgar hacia abajo. Culpable. Abdeslam ha sido condenado a 20 años de prisión y una multa de 12.000 euros.
Todo ocurrió el 15 de marzo de 2015. Cuando los agentes de los cuerpos especiales se disponían a practicar un registro sin excesiva relevancia, se toparon con una lluvia de disparos al intentar entra al edificio del barrio de Forest. Al final, lograron arrinconar tanto al por entonces «terrorista más buscado de Europa», que fue cazado tres días después, el día 18, en una vivienda de Molenbeek. Cuatro días más tarde, se produjeron los atentados del 22-M en Bruselas, donde 32 personas fallecieron.
La vista del juicio se celebró el 5 de febrero, donde por fin se pudo ver el rostro de Abdeslam, que sigue confinado en una cárcel francesa de máxima seguridad. Se sentó en un banquillo rodeado de excepcionales medidas de seguridad. Rechazó contestar a las preguntas pero sí hizo un breve alegato para presentarse como víctima de no se sabe muy bien qué. «Mi silencio no me convierte en criminal, es mi defensa. Júzguenme, hagan lo que quieran conmigo, pongo toda mi confianza en Alá», zanjó desafiante.
En un breve alegato, aseguró que su silencio «no le convierte en criminal» porque es «su defensa». «Los musulmanes son juzgados y tratados de la peor manera posible, sin piedad. No hay presunción de inocencia. No hay nada», censuró mientras exigía que se ciñesen «a las pruebas tangibles y científicas» en lugar de querer «satisfacer a la opinión pública». «Testifico que no hay más dios que Alá. Ahora, júzguenme, hagan lo que quieran de mí. No tengo miedo de ustedes, no tengo miedo de sus aliados. Pongo mi confianza en Alá y, eso es todo, no tengo nada que añadir». Sofien Ayari, por su parte, sí declaró. A su modo, eso sí, lastrado por el síndrome del «no me acuerdo».
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