Por: Javier Blanco Blanco
Vistos todos los acontecimientos en los que Arabia Saudí ha protagonizado episodios contra la libertad y violaciones de los Derechos Humanos, con el asesinato de Khashoggi han cometido un error no calculado.
“Thinking globally, acting locally” (piensa globalmente, actúa localmente), así reza uno de los principios que rigen la era de la globalización, a través del cual un suceso ocurrido en un rincón del planeta tiene una onda expansiva lo suficientemente relevante como para llegar al lugar geográficamente más alejado del suceso. Así mismo, como fenómeno “glocal”, es como se está desarrollando el asesinato del periodista crítico saudí Jamal Khashoggi, quien fuera asesinado premeditadamente en el consulado de Arabia Saudí en Estambul (Turquía) por unos quince hombres de la inteligencia saudí, entre los que había un médico forense que, como si de una película de terror o sobre la mafia se tratase, y tal como parecen indicar las autoridades turcas, descuartizó, motosierra en mano, el cuerpo de Khashoggi cuando este aún vivía.A partir de ese fatídico dos de octubre, lo local ha trascendido a lo internacional. Se ha puesto en entredicho la credibilidad saudí, quienes han cambiado hasta en tres ocasiones la versión oficial. En un principio mantenían que el periodista crítico había salido del consulado, días después reconocen la muerte del periodista, pero alegan que fue a causa de una pelea, para finalmente indicar que se abrirá una investigación interna para depurar responsabilidades. Un relato por completo incoherente y con escasísima credibilidad que está únicamente encaminado a salvar la imagen del sucesor a la corona, Mohammed Bin Salman (MbS), quien con casi toda seguridad ordenó el asesinato de Khashoggi. Relato maquiavélico al que se suman unas macabras imágenes difundidas en twitter por el ministerio de exteriores del país autoritario, donde aparece el mismo MbS y su padre, el rey Salmán bin Abdulaziz, recibiendo en el palacio real de Riad a un hijo y un hermano del fallecido Jamal Khashoggi para darles un sobreactuado pésame.
La tensión entre Turquía y Arabia Saudí, quienes son, desde hace tiempo, rivales geopolíticos, es la más resentida de los acontecimientos del caso Khashoggi
La tensión entre Turquía y Arabia Saudí, quienes son, desde hace tiempo, rivales geopolíticos, es la más resentida de los acontecimientos del “caso Khashoggi”. Enmarcados en una pugna mayor por la hegemonía de la región MENA (Magreb y Oriente Medio), y por el mundo islámico en general, en la que principalmente están las potencias de Irán y Arabia Saudí con sus respectivos aliados. Disputa en la que el bloqueo a Qatar en 2017 por parte de Arabia Saudí y sus aliados, principalmente Emiratos Árabes Unidos y Egipto, brindó a Turquía la oportunidad de colarse en esta pugna regional y constituir así una tercera potencia de peso, siendo Turquía el mayor apoyo para Qatar en aquellos días. Otro aspecto que visibiliza la tensión bilateral acumulada hasta hoy es el apoyo de Mohammed bin Salmán al fallido golpe de estado militar de 2016 contra Erdogán, del cual salió reforzado. Es por esto que, de esta crisis “glocal” que acusa Arabia Saudí, quien está consiguiendo más réditos (geo)políticos es el presidente de Turquía. Erdogán es quien ha mantenido los silencios calculados desde el conocimiento del asesinato, dando la información necesaria para así acorralar al príncipe heredero saudí, MbS. Las declaraciones de Erdogán, hace unos días, el 23 de octubre, en el parlamento turco, apuntaban que “Khashoggi fue asesinado brutalmente”, al mismo tiempo que tenía palabras amables para la monarquía saudí. Actitud que, al mismo tiempo que calculadamente daña la imagen internacional saudí, autoposiciona a Erdogán, en un ejercicio de satrapía, en una hipócrita defensa de los Derechos Humanos y la libertad en la región. Por lo que es paradógico, e igualmente peligroso, que un dirigente que ha reprimido fuertemente los reclamos de libertad populares turcos y kurdos, y que ha dictado fuertes restricciones a la libertad de prensa y encarcelamientos de periodistas, tenga una posición de privilegio en esta crisis “glocal” saudí.Por otra parte, Alemania y Canadá, por el momento, han puesto fin a las relaciones comerciales con el país wahabita hasta que se “esclarezca” lo sucedido con el periodista Khashogui. Un gesto que, aunque ejerce presión sobre Arabia Saudí, por su carácter temporal constituye una tibieza (geo)política si se tiene en cuenta el terrible alcance de las violaciones saudíes a los Derechos Humanos.
Otro aspecto que visibiliza la tensión bilateral acumulada hasta hoy es el apoyo de Mohammed bin Salmán al fallido golpe de estado militar de 2016 contra Erdogán, del cual salió reforzado
El incumplimiento de los DDHH y la represión autoritaria, para Arabia Saudí no ha comenzado ni acabado con el “caso Khashoggi”. A pesar de que el asesinato de un periodista crítico fuera de las fronteras saudíes es un suceso que pone en entredicho los DDHH y los valores democráticos de libertad de expresión, es lamentable que el detonante de la actual crisis que vive Arabia Saudí devenga de este hecho, quizá, porque Khashoggi gozaba de una buena fama internacional, y no por los numerosos casos previos de violaciones de los DDHH por parte de Arabia Saudí.La magnitud de la guerra en Yemen, provocada por una invasión militar saudí, alcanza unas cifras de víctimas mortales que se cuentan por decenas de miles, más de un millón de afectados por el cólera y más del 70% de la población, unas 20 millones de personas, necesitadas de ayuda alimentaria y sanitaria urgente, mientras se mantienen bloqueados todos los puertos y fronteras terrestres del país. Una situación que constituye cuantitativa y cualitativamente la crisis humanitaria más crítica que hoy afronta el planeta, que se mantiene desde 2015, y que, aunque guarda también una naturaleza “glocal”, no parece haber despertado las miradas de la comunidad internacional.Las prácticas represivas del Estado saudí, hicieron que Khashoggi, quien fuera hombre de confianza de la familia real saudí hasta 2015, tuviese que exiliarse del país por sus críticas al príncipe heredero MbS. El asesinato en Turquía del periodista crítico no es ni único ni un caso aislado en la represión de la disidencia interna, sino que es el modus operandi de todo un entramado estatal autoritario, en el que las ejecuciones y encarcelamiento tanto de activistas por los derechos de las mujeres como de activistas por los DDHH son comunes. En plena ebullición de los reclamos populares por la libertad en las Primaveras Árabes de 2011, en Arabia Saudí también surgieron protestas internas, concentradas principalmente en las regiones de mayoría chií. En este contexto, por las protestas en la ciudad de Qatif, fue condenado a muerte y ejecutado Nimr Baqr al-Nimr, un conocido jeque chií. Hoy, su hijo, Ali Mohammed al-Nimr sigue detenido desde el 2012 por las mismas protestas de 2011-2012, está condenado a muerte incluso siendo menor de edad en el momento de las protestas. Aunque los llamamientos internacionales contra su ejecución son numerosos, tampoco han adquirido un carácter de relevancia “glocal” como para crear la crisis que hoy sí vive la monarquía saudí.
En plena ebullición de los reclamos populares por la libertad en las Primaveras Árabes de 2011, en Arabia Saudí también surgieron protestas internas, concentradas principalmente en las regiones de mayoría chií
Tampoco la retención del presidente del Líbano en territorio saudí el pasado 2017 generó una crisis “glocal”, más allá de varios titulares de prensa internacional. Como tampoco generó grandes problemas para Arabia Saudí la millonaria financiación de la represión de las Primaveras Árabes en países como Bahréin o Egipto, ni tampoco que refugiasen entre sus fronteras a los dictadores Ben Ali de Túnez y Hosni Mubarak de Egipto, depuestos por las protestas de 2011.En definitiva, vistos todos los acontecimientos en los que Arabia Saudí ha protagonizado episodios contra la libertad y violaciones de los Derechos Humanos, con el asesinato de Khashoggi han cometido un error no calculado. En palabras de Mónica G. Prieto en twitter: “Nos callamos cuando MBS lanzó la guerra contra Yemen (peor catástrofe humanitaria del momento), secuestró al primer ministro del Líbano y a varios parientes, condenó a Qatar a cerco económico y político y cuando persigue y arresta activistas DDHH. Por eso pensó que podía descuartizar a Khashoggi”.
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