Por: Alberto Rodríguez García
Ya han pasado casi 20 años desde que el por entonces presidente de EEUU, George W. Bush, anunciase en 2001 su “Guerra contra el Terror”; una guerra que hoy por hoy podemos decir que ha fracasado.
La mal llamada ‘Guerra contra el Terror’ de Estados Unidos no es más que una estrategia chapucera para invadir países que no le sean cómodos al establishment.
Afganistán, Irak, Somalia, Yemen, Pakistán, Filipinas, Indonesia Libia y Siria son algunos de los países en los que EEUU ha intervenido tanto de forma directa como indirecta en su supuesta lucha contra el terrorismo. Sin embargo, las organizaciones yihadistas ahora se encuentran más fuertes que nunca. Lo único que han conseguido Bush, Obama y Trump es hacer que los terroristas cambien su estrategia… y la mejoren.
Los Talibanes están en su momento más fuerte desde la guerra de Afganistán contra los soviéticos. Al-Qaeda tiene células en Europa, el Norte de África, el Sahel, Asia central y el Sudeste Asiático. El Estado Islámico gana fuerza en Yemen, Somalia y Libia al tiempo que se expanden hacia Filipinas. De hecho, lejos de estar derrotados, en una sola efensiva en el este del Éufrates han hecho perder a las Fuerzas Democráticas Sirias respaldadas por EEUU el territorio que tardaron 7 meses en capturar.
Sin embargo, el terrorismo yihadista no es algo nuevo que surge en 2001. La mecha la prendieron en los años 80 los mismos que hoy dicen combatirlo: Estados Unidos. Y esto no es una invención, esto es algo que la propia Hillary Clinton reconoció: “La gente que hoy estamos combatiendo, la financiamos nosotros hace 20 años”.
La realidad es que el gabinete de Reagan invirtió millones de dólares en dar alas al wahabismo y al salafismo; corrientes extremistas y violentas del islam que hasta entonces fuera del régimen de Arabia Saudí no tenían apenas calado.
Lejos de quedarse en Afganistán este apoyo al fanatismo, en 2006 el gobierno estadounidense entregó millones a la organización extremista Hermanos Musulmanes para que reforzase sus canales de propaganda en Europa y financiase la insurgencia dentro de Siria que en 2011-2012 forzaría el inicio de la guerra.
Sus aliados, tampoco se han quedado atrás. A lo largo de estos últimos y gracias al ‘hackeo’ de los correos electrónicos de Hillary Clinton por parte de Wikileaks, podemos saber que los propios estadounidenses siempre han tenido la sospecha de que Arabia Saudí y Qatar se encuentran detrás de la financiación del Estado Islámicodurante sus primeros años. Algo que no es descabellado ya que entraron a Siria como aliados de los rebeldes supuestamente moderados respaldados por occidente cuando todavía eran al-Qaeda en Irak
El Pentágono sabe que ha prendido una mecha que no puede controlar. Por eso Donald Trump intenta quitarle miga al caso Khashoggi, una muestra de que Arabia Saudí se siente impune ante todo, o Pompeo y Mattis llaman a terminar la guerra de Yemen, un conflicto en el que al-Qaeda e ISIS han aprovechado para hacerse con el desierto y coordinar sus estructuras en la península arábiga. La ‘Guerra contra el Terror’ se ha convertido en una consigna y poco más, porque de esa guerra no queda nada. Nunca hubo nada.
Además del dominio militar de estas organizaciones en diferentes partes del mundo, también está su hegemonía digital. El adoctrinamiento a través de internet se ha convertido en una necesidad vital para estos grupos. El Estado Islámico durante mucho tiempo ha dedicado apartados enteros en su revista Dabiq a la ciber-yihad.
Gracias a las tecnologías de la información y la comunicación, la yihad no se limita a solo un territorio. Es global, porque siempre habrá lobos solitarios dispuestos a dejarse radicalizar y cometer atentados. En los años 80 era impensable que un emir desde las montañas de Pakistán pudiese inspirar y coordinar atentados a miles de kilómetros. Hoy, sin embargo, Khalid Batarfi puede llamar a atentar en EEUU e Israel desde un lugar desconocido en el desierto yemení.
El problema han dejado de ser los líderes y los grupos. El problema que hay que enfrentar a nivel global es la ideología; y ésta no se puede combatir a golpe de bomba.
Combatir el terrorismo hoy día exige un entendimiento global y detallado de tres elementos distintos:
1- La ideología que lo inspira.
El terrorismo yihadista no se puede resumir en islam o “cuatro locos”. Es una idea muy compleja que penetra en las mentes de sus seguidores, que están dispuestos a inmolarse convencidos de que lo que viene será algo mejor. No solo es yihadismo. Podemos hablar de muchas y muy diferentes escuelas como el salafismo, wahabismo, deobandismo, qutbismo… que tratan términos tan importantes como el tawhid o el takfir. Es imposible entender cómo surgen, se formulan y funcionan estas organizaciones si ni siquiera se conoce la literatura de Muhammad Ibn Abd al-Wahhab o Sayyed al-Qutb, los dos principales ideólogos del integrismo islámico y la yihad violenta en tiempos modernos.
Es absurdo apelar a la islamofobia cada vez que se denuncian este tipo de discursos inspirados por clérigos integristas. Absurdo y peligroso. El islam, como cualquier otra religión, tiene un mensaje de paz y un mensaje de guerra. Todo depende de quién lo interprete, y por eso mismo, hay que denunciar A clérigos y mezquitas que tienen discursos peligrosos sin ningún tipo de complejo o miedo a ser señalados como islamófobos. Porque según la vara de medir de la islamofobia, los primeros islamófobos son los musulmanes que combaten el terrorismo sobre el terreno tanto en el campo de batalla como en las mezquitas.
2- El discurso en el que sustenta.
Ligado a la ideología está el discurso, que ayuda a estas organizaciones a legitimarse. El Estado Islámico por ejemplo, siempre se presenta a sí mismo como una víctima de la violencia del infiel. El Estado Islámico justifica su extrema violencia y su sadismo en que es una reacción justa a la violencia que sufren los musulmanes. Comprender cada palabra de su discurso es necesario para refutarlo y combatirlo.
Trump dij0: “Combatiremos el fuego con fuego”, y solo dio argumentos al ISIS.
Trump dijo: “Esto es un enemigo cruel, sádico y monstruoso. Auténticos carniceros. Asesinan gente inocente, en lo que se conoce como ‘el matadero sirio’. (…) Voy a bombardear a esos cabrones. No me importa. No me importa”. Y otra vez más, solo dio argumentos al Estado Islámico que explotó ese lenguaje mostrando los bombardeos sobre civiles con fósforo blanco de EEUU en Siria.
Si bien para una persona común esta propaganda es pura manipulación, el objetivo de la propaganda del Estado Islámico son jóvenes musulmanes desarraigados que realmente sienten que son despreciados por un enemigo al que la organización terrorista pone nombre: el infiel. Y además tiene un discurso que, aunque basado en manipulaciones y falacias, aporta hechos que lo sustentan de algún modo.
3- Y las condiciones político-sociales que facilitan la asimilación de estas ideas
Por eso también es importante conocer el contexto en el que se desarrollan. Si analizamos los datos, vemos que las organizaciones terroristas proliferan en estados destruidos y divididos, donde hay quienes ven en la militancia y la radicalización el apoyo que les falta. Harakt al-Shabab al-Mujahidin en Somalia por ejemplo, tiene videos de propaganda en los que muestra a sus combatientes en campamentos jugando a la vera del río y cantando.
La solución al terrorismo pasa primero por la construcción de estados fuertes y soberanos que puedan cubrir las necesidades de sus ciudadanos y ejercer un control que frene a tiempo la radicalización. En el Irak de Saddam Hussein y en la Siria de antes de la guerra, no existía ningún Estado Islámico de Irak y el Levante. En Afganistán antes de 1979, los Talibanes no controlaban territorios. Porque eran estados fuertes.
Los países que quisieron utilizar a las organizaciones integristas a su favor durante la guerra fría no se dieron cuenta de que estaban jugando con fuego. Pensaban que siempre podrían utilizarlos y controlarlos a su antojo para quitar o poner gobiernos. No se dieron cuenta de que estas organizaciones según se iban haciendo fuertes, iban desarrollando su propia agenda, y que ahora que ya funcionan como empresas o incluso como estados, quieren conseguir todo lo que ambicionan.
Estados Unidos, Francia y Reino Unido creían que podrían controlar a su favor el auge del integrismo islámico durante la primavera árabe sin darse cuenta de cómo se iba expandiendo por el resto del mundo. Ahora que su ‘guerra contra el terror ha fracasado, solo les queda, al igual que hicieron los yihadistas en su momento, re-inventar cuál será su estrategia. Lo que está claro es que solos, planteando la solución únicamente mediante las bombas y teniendo a las monarquías del golfo como aliadas, lo único que van a hacer es seguir echando gasolina al fuego.
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