Por: Felipe Lagos
Debemos diferenciar lo que es la Asamblea Constituyente del proceso constituyente. Si el proceso constituyente no está caracterizado por una correlación de fuerzas favorable a los sectores populares, a los sectores del mundo del trabajo −es decir, sindicatos, pobladores, gremios de técnicos y profesionales, indígenas, estudiantes, pequeños productores, partidos políticos populares, organizaciones feministas y socioambientales−, una Asamblea Constituyente puede generar resultados adversos. Entonces el antiguo bloque hegemónico, los partidos políticos del orden neoliberal, los grandes empresarios, medios de comunicación y fuerzas armadas, pueden imponer una Asamblea Constituyente propia y, consecuentemente, también una nueva Constitución de la Republica que recomponga su fuerza y su capacidad de dominación y conducción política. Por lo tanto, antes de la Asamblea Constituyente, el bloque nacional-popular debe impulsar un proceso constituyente que modifique sustantivamente la correlación de fuerzas, poniéndola a su favor.
La primera tarea es, entonces, intervenir y conducir el proceso constituyente que, al mismo tiempo, debe estar orientado a una Asamblea Constituyente protagonizada por el campo popular, modifique la correlación de fuerza a su favor y debilite el bloque neoliberal en el poder. Hay que impulsar y profundizar la crisis de la institucionalidad neoliberal, el sistema político, los partidos políticos, así como los mecanismos y dispositivos de subordinación.
En otras palabras, una Asamblea Constituyente por sí misma no es necesariamente favorable a los intereses populares, sino que va a depender de la mayoría social y política, que se construye en el proceso constituyente, en paralelo a ir desmontando el neoliberalismo, el colonialismo, el machismo, la oligarquía, etcétera.
Esta tesis actualiza la posibilidad de una revolución en Chile, por medio de la vía del proceso constituyente . Y define además las tareas de los sectores revolucionarios: por un lado, contribuir a que los de arriba no puedan seguir gobernando como antes y los de abajo no quieran seguir siendo gobernados, y por otro, que la correlación de fuerzas y, por tanto, el poder, sea favorable al campo nacional-popular.
Respeto al primer punto, éste plantea la cuestión de la hegemonía, de la dirección política y social, de la disputa del sentido común. Tenemos que incidir en la convocatoria a la Asamblea Constituyente, en sus contenidos y formas, en su composición y objetivos. Crear un nuevo sentido común es tarea prioritaria del actual periodo, un nuevo sentido común que sustituya al viejo, caracterizado por el individualismo, el consumismo, la segregación y el protagonismo del mercado autorregulado o libre mercado. Desarrollar tareas de educación popular, en asambleas, cabildos, juntas de vecinos, sindicatos, espacios de movilización (marchas, protestas, actos culturales) y explicar incansablemente los contenidos necesarios para acabar con el neoliberalismo en Chile, es un eje de acción cardinal. Pero una Asamblea Constituyente no sólo se define por sus contenidos , sino por las formas , y esto también hay que desarrollarlo y exponerlo muy bien: las clases dominantes van a querer imponer sus códigos y dinámicas, desbordadas de clasismo, machismo, racismo y tecnicismos, lógicas parlamentaristas y protocolos institucionales a los que el pueblo, sencillo y trabajador, no está acostumbrado.
Respecto al segundo punto, para crear y robustecer el poder del campo popular, hay que construir unidad y agenda política propia. La construcción de la agenda unitaria del periodo previo a la Asamblea Constituyente, donde además se va construyendo alianzas, articulaciones, convergencias sociales y políticas, es el mecanismo de construcción de poder, de poder constituyente. Proponer contenidos y formas que no expresen sólo intereses particulares, sino los intereses generales del campo nacional-popular, es la manera para convertir las distintas fuentes del poder popular (obrero, indígena, feminista, estudiantil y socioambiental) en Estado −esa condensación de relaciones de fuerzas donde lo particular se convierte en universal−, un Estado antineoliberal.
Esta doble tarea de los sectores revolucionarios −a saber: crear un nuevo sentido común (respecto a los contenidos y las formas) y acumulación de poder (en base a la unidad y la agenda política)−, se expresan en la siguiente estrategia para la actual coyuntura: movilización + deliberación + organización. Si falta uno de los tres elementos de la ecuación, los otros dos se debilitan. No basta, por ejemplo, con deliberar (vía cabildos o asambleas) y movilizarnos, si no logramos generar organización en base a alianzas, articulaciones y convergencias. Del mismo modo, deliberar y organizarnos, pero en ausencia de la movilización social (marchas, paros, protestas y todos los mecanismos que sean necesarios y legítimos), nos va a debilitar y supeditar a los poderes facticos. La movilización social, la presión en la calle, es un elemento indispensable no sólo en el proceso constituyente sino también en el periodo de la Asamblea Constituyente (por ejemplo, ante la primera muestra de racismo, los pueblos indígenas deben copar el espacio físico de la Asamblea Constituyente y demostrar allí su poder; lo mismo en caso de expresiones de machismo, homofobia y otras discriminaciones).
Movilización + deliberación + organización, es la única manera de poner la dirección social y política en manos de los movimientos sociales y los sectores populares. Aun sin ser gobierno, sin ser Estado, debemos actuar como si fuésemos gobierno y Estado, con tal de poner contra la pared al gobierno y al parlamento. No nos deben imponer, ni por la razón ni por la fuerza, sus intereses. Y para esto, debemos construir una plataforma unitaria, que es, en este momento, con todas sus contradicciones y disputas internas, Unidad Social.
Ya empezó el proceso constituyente , que debe ser protagonizado por los movimientos sociales y el campo popular. Unidad Social está siendo hoy la plataforma unitaria, donde se encuentran Coordinadora NO+AFP, CONFECH, ANEF, CUT, Colegio de Profesores, Coordinadora Feminista 8M, UKAMAU y FENAPO, ACES y CONES, Plataforma Chile Mejor Sin TLC, MODATIMA y MAT, FENPRUSS, CONFUSAM, SINTEC, MUMS, confederaciones y federaciones de trabajadoras y trabajadores, entre muchos otros actores colectivos estratégicos. Además, se han desarrollado cientos de cabildos abiertos , donde han participado ya más de 10 mil personas, a lo largo y ancho de Chile, en sólo unos cuantos días. Entre las demandas prioritarias se encuentran temas como el cambio al sistema de pensiones, así como el fin de las zonas de sacrificio, la nacionalización de los recursos naturales, el aumento del salario mínimo y el mejoramiento de la vivienda, educación y salud.
Imponer la agenda política y recurrir a todos los mecanismos institucionales y extrainstitucionales, necesarios y legítimos, con el objetivo de conducir el actual proceso constituyente −en su contenido y en su forma−, debe ser foco de todos nuestros esfuerzos teóricos y prácticos.
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