Definitivamente a Haití le han caído a las siete plagas de Egipto además de dictaduras, invasiones militares, golpes de estado, matanzas, huracanes, incendios, hambre, enfermedades y ahora para rematar un devastador terremoto de 7.0 grados en la escala de Richter.
Esta es una prueba irrefutable de que Dios no existe. Ese Dios que los cristianos afirman es clemente y misericordioso ¿cómo puede torturar de una manera tan atroz a sus hijos más desvalidos? Lamentablemente la razón humana no tiene respuestas para semejante drama.
Una vez más volvemos a contemplar escenas desgarradoras de sufrimiento y dolor. Se habla de cientos, de miles de muertos, de criaturas sepultadas bajo los escombros que imploran auxilio desde el fondo de la tierra, los supervivientes lloran desconsolados, vagan cual espectros por las calles lanzando gritos de angustia y de espanto, voces desgarradas que reclaman a sus familiares o amigos. La Cruz Roja y los bomberos han comenzado la penosa tarea de evacuar a los heridos y darle sepultura a los muertos antes de que se desaten las epidemias. Más que cajas de leche se van a necesitar ataúdes al por mayor, Y lo más tétrico: que en el cielo los gallinazos revoletean ansiosos preparándose para el gran festín.
Nosotros mientras tanto a miles de kilómetros de distancia asistimos en directo a través de la televisión a este espectáculo tan espeluznante. Con todo lujo de detalles los periodistas se explayan en sus crónicas fúnebres. Porque al fin y al cabo lo más importante para los mass media es explotar el morbo y elevar el rating de audiencia. Sentados en el comedor mientras devoramos nuestro almuerzo contemplamos incrédulos esa procesión de cuerpos machacados cubiertos de polvo que más bien parecen muñecos de trapo de un macabro guiñol. Entonces, nos echamos las manos a la cabeza y conmovidos exclamamos: ¡qué tragedia más espantosa! Nos ponemos cardíacos, tal vez se nos atragante la pechuga de pollo en el gaznate, pero a los pocos segundos le echamos un trago a la botella de cerveza y listo. Ya estamos curados de espanto. Nos hemos vueltos insensibles con tanto reality shows. Pero ¿qué más podemos hacer? Sólo nos queda resignarnos y el domingo echar una limosnit
a en la iglesia para ayudar a las víctimas y de paso lavar nuestra conciencia. La vida es cruel, el mundo es cruel y siempre pierden los más débiles y necesitados.
Y claro una tragedia de tal magnitud se convierte en un filón inagotable para las Ongs y los organismos de ayuda humanitaria. La Unión y Europea y Estados Unidos, Canada, Japón, o sea, los países del primer mundo se aprestan a destinar cifras millonarias la reconstrucción del país. Y por supuesto los otros buitres también se encuentran al acecho. Así es de perverso nuestro sistema. Porque mientras que unos sufren, otros sacan grandes dividendos de su desgracia.
¡Luz, cámara, acción !y los periodiostas más avezados meten el dedo hasta el fondo de la yaga. Primero que salgan los niños huérfanos, luego las viudas y por último que se filme una panorámica de la fosa común en la que ha sido enterrada Haití. Esta si es una exclusiva del carajo. Al que le ha tocado la lotería es a blackberry Obama pues ahora va a poder justificar ante el mundo porque le han dado el premio Nobel de la Paz. Es la ocasión perfecta para acallar las críticas que ha recibido últimamente al autorizar el envio de más tropas de ocupación a Afganistán. El presidente de EEUU es un ángel bendito que viene al rescate de sus hermanos de sangre. Según sus palabras cuentan con todo su apoyo y solidaridad. Lo más seguro es que hasta viaje a bordo del Air Force One a Puerto Príncipe para sacarse la foto repartiendo hamburguesas y coca colas entre los damnificados.
Se repite hasta la extenuación que Haití es uno de los países más pobres del mundo. Pero más que pobre sería mejor decir empobrecido. Empobrecido por siglos de expolio y la explotación por parte de las potencias imperiales. La historia no miente y es muy aleccionadora al respecto. La mayoría de sus habitantes son descendientes de esclavos africanos que hoy en dia continúan encadenados a su suerte: el poder adquisitivo es casi nulo, el 80 % de la población carece de trabajo, sólo un 5% de los habitantes goza de los sevicios de luz, agua y saneamiento básico, la seguridad social es inexistente y los que enferman no les queda otra que confiar en la macumba y el vudú a ver si algún santero les salva la vida, el índice de analfabetismo es escandaloso, la economía está en quiebra y la supervivencia del pueblo depende totalmente de la ayuda humanitaria aportada por Europa, Estados Unidos, Canadá o Brasil y las remesas en dólares enviadas por los emigrantes. Como s
i fuera poco la producción agrícola es una ruina pues los suelos han quedado estériles a consecuencia de las sequías y tempestades. Para completar este cuadro tan dantesco por culpa de la tala indiscriminada y los incendios sus bosques y selvas han desaparecido por completo. Haití en un futuro no muy lejano se transformará en un desierto donde sólo se criarán serpientes y alacranes.Y pensar que cuando Colon exploró estas tierras llegó a afirmar que había encontrado el paraíso terrenal.
Haití es un estado inexistente, es un estado fantasma tutelado por la misión de estabilización de las Naciones Unidas y los Cascos Azules de la Minustah. Según las resoluciones del Consejo de Seguridad se tuvieron que tomar estas medidas dado que su inestabilidad política constituía una amenaza para la paz en la región. La historia del país se puede resumir en las conjuras y golpes de estado donde una élite organizada en mafias y clanes tribales a mordiscos se disputan el poder. La mayoría son mulatos que oprimen a los negros más negros. Con todo el descaro el dinero público y los presupuestos del estado por arte de magia pasa directamente a engrosar las cuentas en Suiza de los padres de la patria. Si no recordemos lo que aconteció en el gobierno de Duvallier o «papá doc» y de su querido hijito «baby doc», un par de dictadorzuelos con delirios de grandeza que quisieron instaurar una monarquía y cuya línea de gobierno se basaba en la la tortura, la corrupci
ón, las extorsiones y el chantaje. Inclusive organizaron los famosos Tonton Macoute o escuadrones de la muerte que practicaban el canibalismo y sembraron el terror en la isla durante treinta y cinco años. Todo, por supuesto, bajo la complaciente mirada de los países occidentales.
Sin lugar a dudas Haití ha recibido el tiro de gracia. Es triste reconocerlo pero de este golpe va ser muy difícil que pueda levantarse. Los infaustos sucesos nos llenan de impotencia e incredulidad. La madre naturaleza se ha ensañado con sus habitantes de la forma más cruel y despiadada. Para encontrar el alivio ya no valen ni oraciones, ni golpecitos en el pecho. Muchos pediran resignación cristiana y que después de la tempestad viene la calma. Pero no son más que condolencias para aliviar el duelo. Parece mentira pero nos ha tocado asistir al entierro de todo un país, igual que Sodoma y Gomorra fueron destruídas por una lluvia de fuego, el pueblo haitiano ha sido enterrado vivo por un devastador cataclismo.
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