Fuente: InfoLibre
- Los sondeos vaticinan una victoria arrolladora para el candidato del Frente de Convergencia Nacional, Jimmy Morales
- El país centroamericano se enfrenta a un cambio de ciclo que podría contagiarse a otros países vecinos o convertirse en un mero cambio de caras
Simpatizantes del candidato a la presidencia de Guatemala por el partido Frente de Convergencia Nacional (FCN), Jimmy Morales. EFE
Los guatemaltecos acuden este domingo a las urnas para elegir a su próximo presidente, aunque el verdadero reto de estas elecciones es renovar un sistema que en la última legislatura ha dejado al descubierto la podedumbre que cultiva desde hace años.
Unos 7,5 millones de guatemaltecos están habilitados para elegir al próximo presidente del país centroamericano entre Jimmy Morales, del Frente de Convergencia Nacional (FCN), y Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE).
Los sondeos vaticinan una victoria arrolladora de Morales, que con un 66% de los votos revalidaría su triunfo en primera vuelta, mientras que Torres apenas sumaría un 21%, solo dos puntos más que el 6 de septiembre.
La tendencia se explica por el pase por la mínima que la ex primera dama consiguió en la primera ronda, donde se impuso al hasta entonces líder de la oposición –y favorito–, Manuel Baldizón, por apenas un puñado de votos (17.904).
Los analistas políticos ya habían augurado que Morales se erigiría como el ganador indiscutible porque fuera quien fuera su contrincante en el balotaje el descartado en primer vuelta pondría en marcha su maquinaría electoral para favorecer al recién llegado.
Morales se ha beneficiado de ser el nuevo en la arena política guatemalteca porque la rivalidad entre Torres y Baldizón, que fundó su propio partido tras abandonar UNE en 2009, ha suscitado un trasvase de votos a favor del FCN.
Punto de inflexión
Los guatemaltecos revisarán este domingo no solo los cuatro años de Gobierno de Otto Pérez Molina y las propuestas de la oposición, sino –y ante todo– una forma de gestionar la res publica que ha dinamitado la credibilidad en las instituciones.
La tensión social en Guatemala se ha disparado en el último año por los continuos casos de corrupción que han aflorado en cadena salpicando a miembros del Gobierno y del Congreso y abarcando todo el espectro de colores políticos.
La ciudadanía ha salido domingo tras domingo a las calles para gritar “basta”, e incluso organizaciones sociales llegaron a convocar una huelga general para cancelar las elecciones presidenciales al considerar que no se daban las condiciones mínimas para celebrarlas.
El detonante de la crisis política ha sido ‘La Línea’, como se ha bautizado el caso en el que la Fiscalía y la CICIG –organismo adscrito a Naciones Unidas– investigan una estructura criminal dedicada a cobrar sobornos en las aduanas para importar productos.
Las escuchas policiales revelaron que los cabecillas de esta trama eran un hombre y una mujer a quienes los interlocutores se referían como ‘El Uno’ y ‘La Dos’, entre otros muchos apodos, lo que recondujo las sospechas hacia Pérez Molina y su vicepresidenta, Roxana Baldetti.
Tres días antes de la primera vuelta, Pérez Molina dimitiódespués de que el Congreso le retirase la inmunidad presidencial. La Justicia decidirá en diciembre si se sienta en el banquillo, pero la Fiscalía se ha mostrado segura de que, no solo irá juicio, sino que será condenado.
La gravedad de estos hechos ha provocado un vuelco en la opinión pública guatemalteca. Otrora tolerante con la corrupción, siempre y cuando los políticos “hicieran cosas”, a partir de ahora se mostrará inflexible ante cualquier sospecha.
“La sociedad guatemalteca estará vigilante de que ningún funcionario –ni siquiera el presidente– incurra en actos de corrupción”, explicó la fiscal general Thelma Aldana, en una entrevista a Europa Press. “El próximo Gobierno será el más vigilado de la historia”, ha sostenido.
El antivoto
El hartazgo de los guatemaltecos es una de las razones que explica la meteórica escalada de Morales en los sondeos, donde antes de ‘La Línea’ apenas aparecía con opciones y ahora podría ganar la batalla por la Presidencia.
Morales se ha definido a sí mismo como el único candidato capaz de recuperar el “honor” de los guatemaltecos, mezclando el discurso anticorrupción con el argumentario nacionalista que ha caracterizado al FCN desde su nacimiento.
“Guatemala ha recibido una agresión por parte de malos guatemaltecos (…) como los malos políticos que mienten, roban y matan. Son simples embusteros y ladrones que han hecho riqueza a costa del pueblo”, dijo en un vídeo para justificar su candidatura presidencial.
También juega a su favor la popularidad que se ha ganado en sudilatada carrera como humorista, que le ha convertido en un rostro familiar entre los guatemaltecos y además da fe de su capacidad, ya que pasó de vender en mercadillos a tener su propia productora.
Pero su programa electoral de seis páginas no permite ver más allá de estas dos cuestiones: deja una gran cantidad interrogantes sobre cuáles son sus planes para la mayor economía de Centroamérica y uno de los países más desiguales e inseguros de la región.
“La preocupación es esa: que un Gobierno de Morales entre en una situación muy rápida de ingobernabilidad al no tener claro qué va a hacer y con quién lo va a hacer”, explica Hugo Novales, de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asies).
Vieja política
En este clima social Torres parte con desventaja. Lejos de la idea de regeneración, sus cuatro años como primera dama durante el Gobierno de Álvaro Colom (2008-2012) hacen de ella una de lasrepresentantes de la tradición política guatemalteca.
El capítulo más oscuro de su trayectoria es, sin duda, su desesperado intento por llegar a la Presidencia que la llevó adivorciarse de Colom para burlar la cláusula constitucional que impide a los familiares directos del jefe de Estado aspirar a un mandato consecutivo.
Su gran baza, en cambio, son los programas sociales que ella misma se encargó de diseñar para el Gobierno de Colom y que le han asegurado un nicho fiel de votantes entre la población de las zonas rurales, más dependiente de las ayudas públicas.
Consciente de los obstáculos a los que se enfrenta, Torres ha aprovechado su travesía por el desierto para formarse en administración, finanzas y política exterior y se ha sometido a un cambio de imagen para dulcificar su aspecto.
Gran expectación
Así las cosas, estas elecciones presidenciales en Guatemala se viven con gran expectación nacional, algo que se refleja en el récord de participación –70 por ciento– de la primera vuelta, pero también entre sus vecinos regionales.
Guatemala se enfrenta a un cambio de ciclo que podría contagiar a otros países y que al mismo tiempo corre el riesgo de quedarse en un mero cambio de caras por la monopolización de la campaña en el tema de la corrupción y la falta de definición de las demás propuestas.
“Los dos ofrecen y no dicen cómo nos van a cumplir. Les damos un año para que nos cumplan, de lo contrario, el pueblo volverá a salir a la calle a protestar”, ha dicho a Reuters Rolando de León, un jubilado de Ciudad de Guatemala.
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