Por. Javier San Vicente Maeztu
El pasado 28 de noviembre de 2021, el pueblo hondureño acudió masivamente a las urnas para dar la presidencia de la República a Xiomara Castro, que ganó las elecciones con más de 10 puntos de ventaja sobre su principal contrincante, Nasry Asfura del Partido Nacional.
La victoria de Castro fue el fruto de una alianza histórica formalizada antes de las elecciones a través del conocido como “Pacto del Bicentenario”, firmado entre amplios sectores opositores, entre los que se incluyen el izquierdista Partido Libertad y Refundación (al que pertenece Castro), al Partido Salvador de Honduras (dirigido por el ex presidenciable Salvador Nasralla), el Partido Unidad e Innovación Democrática, y sectores del Partido Liberal vinculados al excandidato presidencial Luis Zelaya, entre otros. Uno de los principales acuerdos políticos incluidos en el Pacto Bicentenario fue la promesa de nombrar Presidente del Congreso Nacional al diputado Luis Redondo, del Partido Salvador de Honduras
La alianza formada buscó vencer a través de las urnas a un Partido Nacional que había caído en el descrédito total tras las elecciones de 2017. En ellas, Juan Orlando Hernandez se reeligió de forma inconstitucional y mediante un fraude electoral masivo. El expresidente, su hermano, y otros políticos de su círculo cercano han sido señalados, encausados y encarcelados por su participación directa en el tráfico de cocaína; y han sido acusados de ser responsables de numerosas violaciones a los derechos humanos. La fortaleza del pacto del bicentenario hizo que la maquinaria corrupta nacionalista no pudiera evitar perder la presidencia de la República. Sin embargo, a través de una estrategia bien calculada, el Partido Nacional logró, como en anteriores comicios, abultar notablemente sus resultados en el Congreso Nacional, donde obtuvo 43 diputados de 128 (frente a 50 del partido de la Presidenta electa).
Hasta la primera quincena de enero todo parecía ir por buen camino, aunque causaba cierta inquietud observar como el gobernante Partido Nacional parecía estar dispuesto a hacer una entrega pacífica del poder. Sin embargo, a una semana de la toma de posesión de la nueva presidenta, se ha producido una crisis de altas dimensiones al interior de LIBRE. El 20 de enero de 2022, la Presidenta Xiomara Castro convocó a una reunión a las y los Diputados electos de su partido, para acordar el proceso de nombramiento de Luis Redondo como Presidente del Congreso. Sin embargo, a esta cita faltaron 20 de los 50 diputados obtenidos por la formación. Ese mismo día, los diputados disidentes, capitaneados por Jorge Cálix y Beatriz Valle, se reunieron con diputados del Partido Nacional para tratar de lograr que, con la ayuda de los cachurecos, se elija Presidente del Congreso al propio Jorge Cálix. Esta situación generó una fuerte repulsa por parte de la presidenta Castro, de los principales lideres del Pacto del Bicentenario y de las bases sociales de sus movimientos. La crisis está servida.
Una vez más, se hace evidente que Juan Orlando Hernández y sus secuaces no tiene intención de respetar la voluntad democrática del pueblo hondureño, y que para ello está dispuestos a recurrir a las técnicas habituales, como la compra de diputados (como dijo Samuel Zemurray, en Honduras una mula vale más que un diputado). Antecedentes de este tipo de actuaciones sobran. Las más sonada fue la compra de un cuarto de los diputados de la bancada de LIBRE y de un tercio de la bancada del PAC durante el nombramiento de las nuevas autoridades de la Corte Suprema de Justicia en 2015. La entrega de dádivas y fondos autorizados por la Presidencia de la República a diputados del Congreso Nacional a cambio de favores, prebendas y contratos ha sido una constante durante los últimos años, lo cual ha supuesto un grave deterioro de la vida parlamentaria. La última bicoca ofrecida por los cachurecos fue la aprobación la semana pasada de salarios y beneficios a todos los diputados suplentes, gesto que podría tener algo que ver con la crisis actual.
En este contexto, se puede calificar al grupo de diputados disidente de LIBRE como una auténtica fuerza contrarrevolucionaria, dirigida a torpedear la transición del país hacia un régimen democrático, después de 12 años de un narco régimen autoritario, corrupto y represor. La “contra cachureca” acaba de ver la luz. Si se suman los 20 diputados disidentes a la bancada del Partido Nacional, suman en total 63 diputados, por lo que tan solo con pactar con un puñado de diputados liberales o de otros partidos pequeños, el Partido Nacional controlaría el poder legislativo, disminuyendo drásticamente las posibilidades de actuar al nuevo gobierno.
Para comprender mejor este conflicto, es importante analizar quienes son los principales actores involucrados y que es lo que está en juego.
¿Quién es Luis Redondo?
Luis Redonde es un diputado originario del Departamento de Cortés, que en los últimos años se ha destacado por realizar una labor constante de lucha contra la corrupción y arbitrariedad dentro del Congreso Nacional. Entre sus acciones más visibles se cuentan la elaboración de un informe detallando uno de los episodios más lamentables ocurrido en el poder legislativo en la última década: la llamada “diarrea legislativa”, ocurrida en 2014. En dicho informe, en cuya elaboración también participo su ahora rival Jorge Calix, se dio a conocer que el Congreso Nacional aprobó 67 decretos y 100 proyectos energéticos en una sola sesión y con los votos favorables de nacionalistas y liberales. En muchos casos las concesiones aprobadas favorecieron a los propios diputados.
Así, el papel que podría tener Luis Redondo como Presidente del Congreso Naciones podría sin duda suponer un cambio en el corrupto y arbitrario funcionamiento del poder legislativo, que con importantes restricciones para el acceso a fondos públicos por parte de los diputados. Esta posibilidad puede haber sido visto como una amenaza para algunos diputados, que esperaban beneficiarse de la piñata de fondos públicos que actualmente ocurre en el Congreso Nacional y podría explicar el éxito de la jugada de Jorge Calix, que ha sumado a algo menos de la mitad de los diputados de su partido a su causa.
¿Quién es Jorge Calix y quien lo acompaña?
Jorge Calix es un diputado de Francisco Morazán, hasta ahora vinculado al Partido Libertad y Refundación. Ha sido muy activo durante su desempeño parlamentario, participando en múltiples iniciativas contra el gobierno nacionalista, y utilizando con eficacia las redes sociales para posicionar sus mensajes. De clase acomodada, es histórico el rechazo que sienten por él buena parte de las bases de su partido. En las elecciones primarias del partido ha sido acusado repetidamente de fraude a sus propios compañeros.
A Cálix le acompaña la mujer que lo llevó al Congreso Nacional, Beatriz Valle, otra representante de la élite económica vinculada a Libre. También se le han unido diversas figuras menores del partido, entre las que destaca Yahve Sabillón, Diputado que en el pasado había dado apoyado iniciativas de la lucha contra la corrupción, pero que, al unirse a la “contra cachureca” de Calix, acaba de dejar en claro que forma parte del problema que decía combatir.
¿Por qué es tan importante la presidencia del Congreso Nacional?
La gran pregunta es por qué este grupo de diputados ha generado una crisis de esta magnitud, cuando las expectativas sociales y de su partido eran tan positivas. La respuesta se encuentra en el deficiente funcionamiento del poder legislativo, en el que su presidente goza de una autoridad faraónica y un alto nivel de discrecionalidad para permitir o bloquear la aprobación de leyes y contratos públicos. En este contexto, el presidente del Congreso puede actuar como un auténtico poder fáctico, por lo cual múltiples actores políticos y económicos buscan relacionarse con él. Las oportunidades de enriquecimiento y de crecimiento político son enormes. Además, el paso por la presidencia del legislativo es visto en el sistema político hondureño como un paso previo hacia la candidatura presidencial.
¿Qué va a ocurrir en los próximos meses?
Si la “contra cachureca” liderada por Calix logra consolidar sus pactos con el Partido Nacional y el Partido Liberal, la presidencia de Xiomara tendrá las manos atadas para realizar la renovación de instituciones clave como la Corte Suprema de Justicia, y no podrá llevar adelante las necesarias reformas dirigidas a desmontar la estructura de poder corrupta creada por el nacionalismo, ni revertir los procesos de concesionamiento del territorio hondureño a través de las ZEDES. El desgaste para el gobierno sería tremendo y supondría una oportunidad de oro para que las fuerzas oscuras que han gobernado Honduras desde el golpe de estado de 2009, se reorganicen para retomar el poder en 202.
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