Por: Javier Buenrostro
Desde diciembre del año pasado, Andrés Manuel López Obrador habló de una justicia transicional (amnistía) como una de las muchas posibles formas que ayuden a construir una salida a la violencia que vive México. Ampliamente discutidos los pros y contras de esta justicia transicional por los especialistas, es evidente que esta no podría venir sola. Se tendrían que hacer más reformas legales que vayan de la mano de la justicia transicional y una de estas tendría que ser la despenalización de algunos tipos de drogas.
Solamente un par de días de después del triunfo electoral de AMLO, Olga Sánchez Cordero, quien ha sido designada como futura Secretaria de Gobernación (ministra del Interior), declaró que el gobierno de López Obrador estaba dispuesto a iniciar un amplio debate alrededor de la despenalización de las drogas, especialmente la marihuana como punto de arranque. Es, afirma, una forma distinta de encarar la violencia que vive México, otra vía que busca la pacificación del país.
Las primeras propuestas (no formales todavía) consisten en despenalizar la producción y uso de marihuana, así como el uso de la amapola con fines farmacéuticos. La urgencia por cambiar la política de drogas en México se debe a que el enfoque prohibicionista que actualmente rige en el país provoca la detención de pequeños consumidores que se encuentran en posesión de cantidades mínimas de marihuana a los que se les extorsiona por este motivo. Esto es, se castiga al pequeño y ocasional consumidor en lugar de a los grandes productores de la droga que atentan contra la salud pública y que son los mayores artífices de la violencia actual.
La mayoría de la marihuana producida en México tiene como objetivo los mercados de Estados Unidos y Canadá. A pesar de eso, la política prohibicionista de México ya va a contracorriente de lo que está sucediendo con sus vecinos del norte. Desde noviembre de 2012 los estados de Washington y Colorado, en Estados Unidos, aprobaron la legalización de la marihuana para uso recreativo. En 2014, Colorado se convirtió en el primer estado de la Unión Americana donde se comercializa públicamente la cannabis y productos relacionados con ella. Actualmente la marihuana es legal con fines medicinales en 29 estados y con fines lúdicos en nueve de ellos. Por su parte, el Senado de Canadá aprobó en junio pasado el proyecto de ley C45 que permite consumir, producir y vender marihuana de forma legal con fines recreativos.
Con dos de los principales mercados en nuestro continente legalizando el consumo y la producción de la marihuana, parece un sin sentido y un despropósito que se mantenga su prohibición en el territorio nacional. Canadá y Estados Unidos no solo cuentan con una mayor cantidad de consumidores, sino que la comercialización, y el pago de impuestos de los productos pueden arrojar importantes cantidades de ingresos adicionales a las arcas públicas que se pueden destinar a los sistemas de salud en lugar de a los de seguridad. De mantener el carácter ilegal de este producto, México seguirá poniendo los muertos y la violencia, y el Estado verá como en lugar de obtener ingresos por impuestos se produce cada vez una mayor sangría en el presupuesto social del Estado por destinársele en cambio a cuestiones de combate al narcotráfico.
¿En qué punto del debate se encuentra México?
La visión de la futura Secretaria de Gobernación no es una mirada aislada. Ya otras voces dentro del mismo gobierno actual han hecho eco de esta propuesta con anterioridad. El actual titular de Turismo, Enrique de la Madrid, ha sugerido legalizar la marihuana en el país. Para Juan Ramón de la Fuente, ex Rector de la UNAM y también antiguo Secretario de Salud, en México existen las condiciones necesarias para la legalización. También se han manifestado a favor el ex presidente Vicente Fox y otros secretarios de Estado. Entre los especialistas, gente como Catalina Pérez Correa, Alejandro Madrazo o Froylán Enciso, académicos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y de su Programa de Políticas de Drogas (PPD), han manifestado reiteradamente estar a favor de la despenalización de la droga y mostraron su beneplácito ante la posibilidad de que se abra un debate nacional sobre el tema y se pueda legislar a conciencia.
La política prohibicionista y el esquema punitivo con el que se ha hecho frente a la cuestión en los últimos doce años nos brindan un panorama desolador. 250.000 muertos, olas de violencia en muchos de los estados de la república y ninguna disminución en el consumo y el tráfico muestran el fracaso del paradigma actual y la necesidad de cambiarlo. La necesidad de la despenalización de las drogas tiene en México matices más profundos y complejos que en otras partes del globo. La legalización de la marihuana en lugares como Holanda, Uruguay o Canadá es un símbolo de ciudadanías y gobiernos progresistas, por ejemplo. En México ya no es solo un reflejo de progresismo sino una necesidad puntual ante la violencia que viven las comunidades en la mayor parte del territorio nacional.
La justicia transicional y la pacificación del país son tareas mayúsculas. El combate a un orden social ilegal (crimen organizado) que detenta monopolios ilegítimos de la violencia o compite con el Estado en sus funciones (derecho de piso como un equivalente de la recaudación fiscal, alcaldes que ponen la nómina y la obra pública a disposición del crimen organizado, etc) no puede seguir siendo solamente el viejo esquema de policías y ladrones, que ha fracasado en la realidad. La despenalización de la marihuana y quizás del cultivo de amapola se impone como una necesidad concreta, como una parte entre otras muchas que puede abonar a la reconciliación nacional y a una cultura de paz.
El cambio de gobierno promete refrescar la discusión y el debate en muchos puntos de la agenda nacional. La despenalización de las drogas es uno de lo más apremiantes y a los que se les ha dado de forma inmediata la importancia y seriedad que merecen. ¿Es compleja y polémica la temática? Sí, lo es. Pero darle la espalda a este tipo de asuntos nunca ha traído respuestas concretas. Especialmente ahora que la política de drogas de nuestros vecinos del norte se ha flexibilizado y no pueden exigir que se prohíba en países ajenos lo que en el propio está permitido.
México merece vivir en paz y para hacerlo hay que explorar todas las alternativas con sus puntos a favor y en contra. Todas. Incluyendo un debate amplio y una legislación a conciencia que permita la despenalización de algunas drogas, la marihuana para empezar.
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