Hay que denunciar el carácter neocolonial del proyecto de la hispanidad que hoy aglutina a la derecha, la ultraderecha y curiosos aliados dentro del rojipardismo falsamente comunista
Vuelve un 12 de octubre, Fiesta Nacional de España, y, con su celebración, sufrimos un año más la exaltación de uno de los nacionalismos más peligrosos que conocemos: el nacionalismo español. Algunos dirán que todo nacionalismo es igualmente criticable y pernicioso, sobre todo si es esencialista y excluyente, pero parece evidente que hay nacionalismos que destacan por su carácter reaccionario y su vinculación con la opresión política de otras identidades nacionales.
Este es el caso del nacionalismo español que, no solo se opone a la autodeterminación de otras naciones con las que comparte Estado sino que, además, ha generado la construcción de una identidad cultural y lingüística de carácter imperial, la hispanidad, sobre la que se ha justificado la conquista y expolio de todo un continente. El hecho de que el 12 de octubre se celebrara bajo el nombre del Día de la Hispanidad durante décadas y que la fecha elegida fuera la simbólica llegada de las naves de Cristóbal Colón al territorio que después se denominaría América, deja patente como el proceso de construcción de la nación española no se puede separar del supremacismo característico de todos los proyectos imperialistas. Sin olvidar que el nacionalismo español actual se ha erigido sobre una concepción reduccionista de la identidad española, vinculada a posicionamientos fascistas, que se impusieron por la fuerza a buena parte de la población española durante la dictadura franquista.
Hay un renacimiento del españolismo más reaccionario que ha sido siempre parte consustancial del corpus ideológico de la ultraderecha
Hoy, la defensa de la idea de la hispanidad, un proyecto que el franquismo abrazó con furor, vuelve con fuerza para formar parte, incluso, del discurso de algunos grupúsculos políticos, referentes intelectuales o creadores de contenidos en Internet que se autodenominan marxistas o comunistas. Estos, de la mano de toda una serie de intelectuales reaccionarios, escritores de best sellers y editoriales afines, están alimentando un revisionismo histórico de la Conquista de América que va mucho más allá de limpiar la imagen de España ante lo que consideran la “leyenda negra” contra el pasado Imperio español. Con sus posicionamientos están, sobre todo, dando fundamento ideológico, y pseudohistórico, a las posturas de la extrema derecha o de la derecha radical españolista, con raíces directas con el falangismo filofascista. Se trata de un renacimiento del españolismo más reaccionario que ha sido siempre parte consustancial del corpus ideológico de la ultraderecha o derecha radical española y que ahora encuentra elementos de refuerzo en la obra y acción de personas que dicen no ser nacionalistas.
La desmemoria histórica y la impunidad como base
La oleada reaccionaria que está sufriendo el mundo, unida al particular proceso de desmemoria histórica e impunidad del franquismo en el Estado español comandado por las fuerzas democráticas del régimen del 78, han permitido la resurrección de discursos neofranquistas como es la defensa de la hispanidad. Esto ha conducido a una indiferencia absoluta no solo por los crímenes de la dictadura sino también por crímenes que se encuentran todavía más lejanos en el tiempo y en el espacio, como son los producidos durante la Conquista. Así se explica el éxito popular de una producción bibliográfica basada en el más absoluto revisionismo histórico que ocupa un lugar destacado en las estanterías de las principales librerías del Estado y en las listas de ventas. El revisionismo histórico no es solo con el periodo de la Segunda República y de la Guerra Civil sino que alcanza también, y quizás principalmente, obras que, con mayor o menor rigor académico, pretenden restar importancia a la violencia inherente a toda conquista, presentando como positivos o, cuando menos normalizando, procesos de colonización que van acompañados de predación de recursos y exterminio de otras poblaciones y culturas. Todo un revival de ideas ultramontanas que ha sido calificado por historiadores como José Luis Villacañas de “populismo intelectual reaccionario”.
Por otro lado, la existencia de las redes sociales y de varios canales de YouTube con gran difusión entre la juventud, está facilitando la diseminación de estas ideas tanto entre personas del Estado español como de América Latina. A pesar de que parezca paradójico que en las sociedades latinoamericanas se hagan eco de estas ideas pro hispánicas, que van en contra de la defensa de sus soberanías nacionales, lo cierto es que entre los sectores acomodados y las clases dominantes de las respectivas sociedades podemos encontrar un sentimiento de defensa de la exmetrópoli, la famosa Madre Patria, que es una identificación lingüística pero, sobre todo, cultural y de valores compartidos con la cosmovisión de la derecha y de la ultraderecha española. Se trata de una afinidad cultural, pero sobre todo de clase, que las clases dominantes españolas han tratado de exacerbar para reafirmar su influencia política y económica en las excolonias.
La hispanidad, una visión compartida
No se pueden entender, por lo tanto, las posturas de las derechas radicales que han entrado con fuerza en la política en los últimos años sin ver la exaltación del nacionalismo español favorecida por la recuperación de la idea de la hispanidad en sus relaciones con América Latina y el uso de este concepto en la guerra cultural contra la izquierda, sea española o latinoamericana. Para los paladines de la hispanidad, esta implica un retorno a la defensa de los valores occidentales, eminentemente cristianos, que los españoles llevaron a América Latina y que hoy serían desafiados, según su lectura, por el bolivarianismo, el indigenismo, el comunismo o el globalismo anglosajón. Son los valores que sirven para construir una supuesta comunión ideológica, cultural y política entre las naciones latinoamericanas y España.
La visión oficial española con relación a América Latina está impregnada de un paternalismo con rasgos colonialistas
Tras la hispanidad y tras la defensa de la “cooperación natural” entre países que comparten vínculos de afinidad lingüística, cultural o una historia común —edulcorada, eso sí— se ha camuflado la legitimación de un supremacismo españolista que entiende las relaciones entre España y América Latina de manera jerarquizada, a pesar de los discursos en sentido contrario, donde España habría tenido una función civilizatoria y tiene que continuar teniendo un papel central en la política de aquellos países. Tanto el proyecto de la Iberosfera presentado por Vox en 2020 para establecer líneas de cooperación entre las ultraderechas de ambas orillas del Atlántico, como la tarea de influencia que la Fundación FAES del PP lleva realizando desde el año 2002 entre las élites latinoamericanas, parten de esta misma intención de crear una comunidad de valores compartidos en lógica reaccionaria que favorezca la penetración de la influencia española en las respectivas políticas nacionales.
No obstante, esta voluntad de influencia no se observa solo en la derecha hispánica. La visión oficial de las autoridades españolas, compartida por todos los gobiernos del PSOE y del PP, hacia los países del continente latinoamericano y caribeño, se encuentra también impregnada de un paternalismo con rasgos colonialistas que se podría perfectamente insertar en el discurso de la hispanidad. Esta visión es claramente delineada en algunos de los documentos que marcan las coordenadas de la política exterior de España hacia América Latina, donde desde hace décadas no se usa la palabra hispanidad sino Iberoamérica, un concepto que sustituyó al de hispanidad pero que continúa dejando clara la impronta colonial. De hecho, por si hay dudas del papel subordinado que España asigna a América Latina, solo hay que destacar que uno de los ejes que guía la política exterior del Estado español en sus relaciones con el continente americano es la defensa de los intereses económicos de las grandes empresas y la banca españolasen su reconquista de los recursos y mercados de la región. A veces se hace revestido de un discurso de ayuda al desarrollo de aquellas naciones pero, otras veces, el lenguaje es bastante claro, sin ningún tipo de eufemismo diplomático.
La reconquista de América Latina y el Caribe
Y aquí está el problema principal de la dificultad de combatir el discurso de la extrema derecha sobre la hispanidad, la indistinción de sus postulados de la concepción oficial que desde el Estado español se ha construido sobre la relación que hay que tener con los países de América Latina y el Caribe. La Iberosfera de Vox se diferencia muy poco en sus propósitos de crear una comunidad de valores compartidos de lo que los diversos ministerios de asuntos exteriores españoles han promovido con la creación de una Comunidad Iberoamericana de Naciones, por ejemplo. Puede ser que los valores sobre los que se quieren construir no sean los mismos y que el contenido ideológico sea reaccionario en el primer caso, pero la idea fundamental no es tan divergente: una concepción diplomática que ve en los países de América Latina y el Caribe la posibilidad de ejercer una tutela política que favorezca los intereses geoestratégicos de la clase dominante española.
Se quiere ejercer una tutela política que favorezca los intereses geoestratégicos de la clase dominante española en América Latina y el Caribe
Se trata de una actividad de influencia que, por otro lado, tiene al frente de su máxima representación, según el artículo 56.1. de la Constitución, a la Corona española, la misma institución contra la que muchas de las naciones latinoamericanas lucharon para obtener su independencia. Pero la llegada de varias fuerzas de la izquierda soberanista, indigenista o bolivariana a los gobiernos de América Latina desde 1998 en adelante dejó en evidencia el anacronismo de seguir defendiendo enfoques neocoloniales que conectan con la tradición de la hispanidad en el contexto de las luchas antiimperialistas y decoloniales del siglo XXI.
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