Por: Juan Manuel Karg
El próximo 16 de agosto habrá en Brasil una nueva movilización contra el gobierno de Dilma Rousseff, reelecto en 2014 por más de 54 millones de votos. En eso podría encontrarse una similitud con las marchas convocadas meses atrás, aunque ahora es el propio PSDB el que llama a movilizar. Sin embargo, el escenario cambió a partir de esta semana con la detención de José Dirceu, ex jefe de gabinete de Luiz Inácio Lula da Silva: subió un nivel más el acoso político-mediático contra el PT. ¿El intento consiste ahora en buscar disminuir los niveles de popularidad que aún conserva el ex presidente brasileño, a fin de evitar un posible retorno en 2018 al gobierno del nacido en Pernambuco? ¿La justicia brasileña, en connivencia con buena parte de la prensa de aquel país, busca ver en prisión a Lula para acabar con la era del PT en el gobierno?
De acuerdo a la declaración de la Comisión Ejecutiva Nacional del Partido de los Trabajadores, reunida el 4 de agosto pasado, la oposición conservadora brasileña busca tres objetivos, íntimamente vinculados entre sí:
a) Erosionar el gobierno de Dilma Rousseff;
b) Criminalizar al Partido de los Trabajadores;
c) Atacar la popularidad del ex presidente Lula da Silva.
En el primer y último punto se conjuga una idea central desde el punto de vista de la derecha brasileña: con Lula aún con -buenas- chances electorales, el PT seguirá vivo aún luego de un segundo gobierno complicado de Dilma. ¿Qué fenómeno explica esto? Es el ex presidente mejor valorado de la historia del país, muy por encima de Fernando Henrique Cardoso, fruto de las profundas transformaciones políticas, sociales y económicas que ha emprendido de 2003 a esta parte, luego de las administraciones neoliberales comandadas por el PSDB. Por ello ahora los cañones apuntan al nordestino, como bien marca la periodista Tereza Cruvinel en una reciente editorial, donde marca el “giro narrativo” detrás de la causa Lava Jato – Petrobras, que ahora buscaría llegar al propio ex presidente para intentar mermar un posible retorno a Planalto. Incluso la movilización del próximo 16 de agosto ya no se asoma como “espontánea” -aún cuando no lo haya sido así en el pasado-, sino que es reivindicada por el propio PSDB, quien la ha convocado.
Hay un elemento que fue poco destacado por los medios de comunicación de la región, pero que sirve para ilustrar el escenario de acoso que la derecha brasileña montó frente al PT en general y a Lula en particular: la bomba lanzada el 30 de julio pasado contra el Instituto Lula, el think thank creado por el ex metalúrgico para reflexionar sobre la integración regional. Para la Comisión Ejecutiva del PT, “el clima de intolerancia y odio que viene siendo desplegado por las fuerzas conservadoras derrotadas en las últimas elecciones es una afronta a las tradiciones del pueblo brasileño y agrava los problemas que el país viene superando”.¿Cuál sería la conclusión del PT en relación a esto? Los casos de corrupción deben ser investigados y juzgados, pero hay que evitar un pretexto en ellos para avanzar en una posible privatización de aquellas empresas públicas, como se parece pretender desde cierta élite conservadora que busca ahora retornar al gobierno.
Por ello, y como una respuesta a la marcha convocada por el PSDB, el PT se propone convocar a una gran movilización de movimientos sociales para el próximo 20 de agosto, en defensa de la democracia brasileña, de la empresa Petrobras, y del propio Partido de los Trabajadores. El “van por todo”, supuestamente atribuído a los cambios de los gobiernos posneoliberales, más bien podría explicarse en Brasil como una estrategia de la oposición conservadora: van por Dilma, pero también por Lula. Buscan frenar la posibilidad de que el PT permanezca en Planalto más allá de 2018. La “agenda de desestabilización” parece estar llegando a un climax en las semanas venideras. ¿A que más se animarán? ¿Qué tan masiva será la respuesta de la organizaciones sociales y políticas afines al PT? La respuesta a ambas preguntas ayudará a entender un poco más el escenario que viene.
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