Por: Emir Sader
“En la última década el modelo mexicano de apertura liberal, integración con los EEUU y libre comercio, tuvo un desempeño extraordinariamente peor que el de Brasil”. La constatación es de uno los más importantes analistas brasileños, José Luis Fiori, en un artículo publicado en el periódico económico Valor.
Fiori se opone al coro orquestado por los grandes voceros del neoliberalismo en escala internacional, como el Financial Times y el The Economist —al que podemos agregar El País—, con sus ataques reiterados al “intervencionismo” brasileño, contrapuesto a su entusiasmo por una economía con pésimo desempeño como la mexicana. Teniendo que apegarse a algún país para contraponer al éxito de Brasil, apelan a México, por el tamaño de su economía y por el modelo radicalmente contrapuesto al brasileño. Pero la bomba que tiran les sale al revés, como demuestra Fiori.
En 1994 México firmó el Tratado de Libre Comercio con EEUU y Canadá y en los últimos 20 años ha sido absolutamente fiel al librecambismo, incluso en su adhesión a la Alianza para el Pacifico y a la iniciativa norteamericana del TPP. Practicó una política macroeconómica y financiera absolutamente ortodoxa, manteniendo inflación baja, cambio flexible, tasas de interés moderadas y amplio acceso al crédito.
El balance de esas dos décadas es ampliamente negativo. Si el comercio exterior mexicano creció mucho en ese periodo, ese crecimiento no se reflejó en mejora de la vida de la población, con un crecimiento de la renta per cápita de solamente 1,2%. En las maquiladoras apenas se crearon 700 mil puestos de trabajo y la participación de los salarios en la renta nacional permaneció en torno al 29%, con la pobreza absoluta de la población mexicana aumentando significativamente.
Al contrario de lo prometido, la economía mexicana no se ha integrado a las “cadenas globales de producción”, la productividad promedia de la economía solo creció de forma segmentada y vegetativa y la inversión extranjera directa no ha cambiado significativamente.
Ese balance resulta aún más decepcionante si se lo compara con el modelo brasileño, considerado “intervencionista” por algunos órganos de prensa en el período 2003/2012, periodo de los gobiernos del PT en Brasil. Las diferencias son espantosas. En ese periodo, el PIB brasileño creció 4,21% al año, el de México 2,92%. Las exportaciones brasileñas han aumentado a una tasa anual del 6,59%, las de México 5,35%.
Por otra parte, la renta per cápita de los brasileños creció a una tasa anual del 2,84%, la de México 1,42%. La participación de los salarios en la renta nacional alcanzó el 45% en Brasil, en México se quedó en 29%. En ese período, Brasil creó 16 millones de empleos formales, México 3,5 millones. La pobreza absoluta fue reducida en Brasil a 15,9%, en México aumento al 51,3%.
Finalmente, la inversión directa externa en Brasil aumentó de 16,590 millones de dólares a 76.110 millones, mientras en México cayó de 23.932 millones de dólares a 15.455 millones. Para concluir, la economía brasileña creció 2,3% al año, mientras la mexicana creció 1,1%.
Según esos datos incuestionables, concluye Fiori, “el elogio de México debe ser considerado como un caso de mala fe, fundamentalismo ideológico y estrategia internacional del neoliberalismo”. Pero lo que importa es que la conclusión que traen los datos es una sola: “El modelo mexicano de apertura liberal, integración con los EEUU y libre comercio tuvo un desempeño extraordinariamente peor que el ‘modelo intervencionista’, ‘heterodoxo ‘y ‘cerrado’ (apud FT y TE) de la economía brasileña, junto con su proceso de integración del Mercosur”.
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