Fuente: Iniciativa Debate
El nuevo Gobierno brasileño nombrado por Michel Temer no ha tardado mucho tiempo en confirmar las sospechas de sus rivales. En menos de dos semanas. Los partidarios de Dilma Rousseff denunciaron que el proceso de destitución formaba parte de una trama cuyo objetivo no era sólo cambiar el resultado de las urnas, sino acabar con las principales investigaciones anticorrupción que afectan al PMDB, el partido de Temer (y también, por no olvidarlo, al PT). Por ello, consideraban que todo este proceso era equivalente a un golpe de Estado.
Es difícil identificar un golpe en el que no hay soldados con fusiles en las calles y tanques frente a los edificios oficiales. Pero había pocas dudas de que se trataba de una conspiración política en la que los objetivos impulsados (la lucha contra la corrupción) resultaban muy poco creíbles cuando tantos imputados por corrupción formaban parte de la operación contra Dilma, separada del cargo por la acusación de haber falseado las cuentas del déficit público recurriendo a los balances de bancos públicos.
Romero Jucá, uno de los senadores más cercanos a Temer y ministro de Planificación (uno de los miembros clave de su equipo económico) tras el cese temporal de Dilma, estaba metido de lleno en la trama. Lo confirman las grabaciones publicadas por el diario Folha de São Paulo de una larga conversación entre Romero Jucá y Sérgio Machado, exsenador del PMDB y expresidente de Transpetro, una filial de Petrobras, la gran empresa petrolera en el centro de varios casos de corrupción (el más importante es el conocido como Lava Jato). Tanto Jucá como Machado están siendo investigados en esa instrucción.
La charla se produjo hace unos meses, antes de la destitución de Dilma. Las prioridades de Jucá están claras. Para poner fin a las investigaciones que se cernían sobre varios dirigentes del PMDB había que actuar ya: “Tenemos que cambiar el Gobierno para detener esta hemorragia”, dice. “Estoy preocupado porque (el fiscal general Rodrigo) Janot va a por ti, y creo que yo soy el camino que utiliza”, le dice Machado, que teme que todo el liderazgo del PMDB esté en peligro. “La situación es grave, Romero, porque van a por todos los políticos”. Jucá incide en lo mismo: “Para acabar con toda la clase política y que pueda aparecer una completamente nueva”.
Sin concretar por qué, Machado dice que uno de los políticos que va a caer es Aécio Neves, líder del otro partido, el PSDB, que fue derrotado por Rousseff en la segunda vuelta de las últimas elecciones presidenciales, y que también ha apoyado la expulsión de la presidenta.
¿Cuál es el beneficio que los políticos del PMDB esperaban obtener de la destitución de Dilma? Provocar una catarsis que hiciera posible cerrar sin escándalos las investigaciones anticorrupción más perjudiciales para su formación. En palabras de Jucá, “poner fin a la presión de los medios de comunicación y otros sectores para que se continúe la investigación de Lava Jato”.
En Lava Jato están pringados todos los partidos, pero no Dilma. La presidenta nunca hizo ningún intento de bloquear esa instrucción judicial.
Hay otras revelaciones no menos preocupantes en las grabaciones que demuestran que Jucá tuvo un papel básico en la operación contra Dilma. Su función era contactar con otros poderes del Estado para que no obstaculizaran los planes. “He hablado con los generales, los jefes militares. Les parece todo bien y dicen que lo avalarán”. También cuenta que los militares están “vigilando” al MST, el movimiento de los trabajadores sin tierra que apoya una reforma agraria que es anatema para los terratenientes que forman una de las principales bases de poder del PMDB.
El otro poder con el que Jucá llegó a acuerdos fue el poder judicial. Se le escucha decir que se reunió con la mayoría de los magistrados del Tribunal Supremo. Sus interlocutores le dijeron que la investigación de Lava Jato continuaría mientras Dilma estuviera en el poder por su impopularidad en los medios de comunicación y otros sectores. Da a entender que sin ella en la presidencia el Supremo podría reconducir Lava Jato o limitar su alcance.
Tras conocerse las grabaciones y una reunión con el presidente Temes, Romero Jucá tuvo que anunciar en rueda de prensa su renuncia temporal al Ministerio de Planificación, que de momento no parece ser una dimisión completa. Además de la consabida excusa de que se habían sacado de contexto esas declaraciones, Jucá afirmó que desde luego apoyaba la continuación de Lava Jato, pero que esperaba que la instrucción acabara rápidamente para que los políticos del país no sigan bajo la sospecha permanente. Esto lo hemos visto mucho en España, donde los partidos sospechosos de permitir la corrupción en sus filas reclaman que la justicia actúe más rápido para que el escándalo se olvide cuanto antes.
Jucá será sustituido en el Ministerio por Dyogo Oliveira, el actual número dos del departamento. Oliveira también está siendo investigado en otro caso de corrupción, pero no desentonará por eso en el Gabinete de Temer.
La grabación de la conservación, que dura 75 minutos (la Folha sólo ha dado a conocer unos minutos), estaba en poder de la Fiscalía General. Es muy posible que haya sido filtrada para bloquear los intentos de los nuevos gobernantes de Brasil de provocar un cierre prematuro de las investigaciones de Lava Jato. Bien porque saben que esas presiones empezarán en cualquier momento o porque ya han comenzado.
¿Hay algo cruelmente divertido en esta historia? Sí, otros congresistas del PMDB temen ahora que sus conversaciones con Machado hayan sido grabadas y terminen siendo filtradas a los medios. Tienen razones para estar asustados. Fue Machado quien grabó la conversación con Jucá y lo hizo, según Folha, para tener material incriminatorio con el que negociar un acuerdo con la Fiscalía en relación al escándalo de Petrobras.
En el audio difundido, se nota que Jucá sabe que alguien tiene que caer por Lava Jato. No van a enterrarla sin más: “Hay que lanzar una vaca a las pirañas. Dejemos que cojan a alguien, y entonces nosotros pasamos, lo resolvemos y llegamos al otro lado del río”. Deshacerse de Dilma era el primer paso y ya estaban pensando en el siguiente.
“Quiero refutar a quienes todo el tiempo dicen que en Brasil hubo una ruptura constitucional, porque eso no es cierto, porque yo soy producto de la Constitución”, ha dicho Temer tras conocerse las grabaciones.
El presidente se queda algo corto, porque es producto de algo más. Por resumirlo en una frase, uno de los arquitectos del ‘impeachment’ de Dilma y hombre de la total confianza de Temer encabezaba una conspiración para acabar con la presidenta, recabar la complicidad o apoyo de otros poderes del Estado y conseguir así neutralizar las investigaciones anticorrupción que más preocupan a su partido.
Si eso no es un golpe de Estado, al menos se le parece bastante. Lo único que falta son los tanques.
Comentario