Siguiendo el hilo del discurso de la Primera Parte, ahora el militante, el pueblo, se enfrenta críticamente desde los oprimidos y excluidos (del orden vigente analizado en la Primera Parte) al sistema corrompido, fetichizado, dominador, necrófilo. El pueblo se transforma en el actor colectivo no ya consensual como individuo singular solamente en el Estado de Derecho sino oponiéndose en un Estado de Rebelión. Es todo el proceso de emancipación, liberación, de lucha contra lo antiguo y superado sistema para limpiar el terreno para la construcción futura de un sistema más justo. Es el momento del peligro, de los héroes que dan hasta la vida por la vida del pueblo. Es el momento que posibilita la futura transformación, a veces y excepcionalmente revolucionaria, sin o con armas (la de Miguel Hidalgo fue armada). Es el momento de la negación creativa, del caos como oportunidad de la novedad. Aparecen en ese momento los liderazgos necesarios, como el de Morelos, Simón Bolívar, Emiliano Zapata o Ernesto el Che Guevara, entre tantos otros posibles ejemplos del presente.
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