Por: John M. Ackerman
Pero el pasado 4 de junio, en Coahuila y el estado de México, los mexicanos sufrimos un terrible fraude electoral. El régimen autoritario se niega a aceptar la derrota y se aferra al poder con dinero, con violencia y con conteos truqueados, subordinando a las instituciones democráticas.
¿La reacción de la OEA? Silencio y complicidad absoluta.
Hay dos razones para esta actitud de la OEA. En primer lugar, la OEA se apega a la política exterior de los Estados Unidos. La organización recibe la mitad de su financiamiento del Gobierno de Donald Trump.
Y Luis Videgaray y Enrique Peña Nieto son grandes aliados de Washington. El Gobierno mexicano no defiende a los migrantes mexicanos en los Estados Unidos y ha invitado al Gobierno de los Estados Unidos a participar directamente en la vigilancia de la frontera sur con Guatemala.
En segundo lugar, el funcionario de la OEA responsable de la cartera del “fortalecimiento democrático”, el ‘Secretary for Stengthening Democracy’ Francisco Guerrero Aguirre, es un convencido priista, desde siempre muy cercano a Emilio Gamboa Patrón.
Guerrero ha sido presidente del Instituto de Capacitación y Desarrollo Político de la Fundación Colosio y director general de la Fundación José Luis Lamadrid, organizaciones ambas ligadas al PRI.
En 2008, entró como consejero electoral del IFE, impulsado por el mismo Gamboa, y fue uno de los consejeros que más protegió a Enrique Peña Nieto durante las elecciones presidenciales de 2012 y avaló el fraude de aquel año.
El próximo 19 de junio, la OEA tendrá el descaro de celebrar su próxima Asamblea General en México. Originalmente tenían planeado celebrarla en la Ciudad de México, pero ante al miedo a las protestas del pueblo frente a la hipocresía de Almagro y Guerrero, han decidido realizarla en Cancún detrás de muros fortificados.
Es un escenario apropiado para una organización que cada día más se evidencia como un agente de Trump y un vil escudero del régimen autoritario mexicano.
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