Por: Raul Zibechi
El fracaso del modelo del PT y de unas instituciones al servicio de las empresas lleva al gigante sudamericano a su mayor crisis en décadas.
En el caos brasileño es posible detectar cuatro crisis simultáneas, superpuestas en el tiempo pero no necesariamente encadenadas, en el sentido de que no hay un orden que lleve de una a otra. Sin embargo, hay canales comunicantes entre todas estas crisis que, en su conjunto, dibujan un panorama más que preocupante para la sociedad brasileña y, por extensión, para toda Sudamérica.
Por cada real donado a una campaña electoral las empresas consiguen 8,50 reales en contratos públicos
Brasil atraviesa una seria crisis de la democracia. La mayoría absoluta de los diputados han sido acusados en algún momento de corrupción, ya que no es posible acceder al Parlamento sin algunafinanciación por parte de empresas privadas. Hay bancadas evangélicas, ‘de la bala’ (que defienden el armamento individual como autodefensa), del agronegocio, sindicales, y así, que involucran a casi todos los partidos aunque en proporciones diferentes.
Los estudios indican que por cada real donado a una campaña electoral las empresas consiguen 8,50 reales en contratos públicos, una relación alucinante que explica los cientos de millones de aportan a las cajas de los partidos. Pero ahí radica, también, el nudo del problema: los cargos electos (desde concejales en pueblos remotos a senadores) adquieren una deuda con las empresas que los financiaron. Que la pagan con obras públicas.
Mutaciones
En segundo lugar, existe una crisis de convivencia: entre ricos y pobres, entre petistas y antipetistas, entre blancos y negros, entre habitantes del sur desarrollado y los del norte “atrasado”. La base obrera del PT en São Paulo emigró hacia otros partidos, en particular al PMDB, un partico clientelar que no tiene programa. A su vez, la base social del caudillismo en el norte emigró al PT gracias a las políticas sociales.
En plena crisis política, Chico Buarque fue abucheado en la calle por apoyar al Gobierno; personas vestidas con color rojo son agredidas porque se supone que son de izquierda; una pediatra se negó a seguir atendiendo a un niño de un año porque su madre milita en el PT. Y así, hasta el infinito.
La tercera es la crisis del lulismo, ese proyecto encabezado por Lula y el PT que se propuso mejorar la situación de los pobres sin afectar a los ricos. Fue posible gracias a un ciclo virtuoso de aumento de los precios de las commodities que exporta el país, en particular soja, carne y mineral de hierro.
Los superávits comerciales lubricaron las políticas sociales y auspiciaron la integración de 40 millones de pobres a través del consumo
Los superávits comerciales lubricaron las políticas sociales y auspiciaron la integración de 40 millones de pobres a través del consumo. Funcionó unos años, hasta que llegó el abismo: la mitad del salario de los brasileños se la llevan las deudas con la banca, precio a pagar por el desenfrenado consumismo que impulsó el PT, facilitando el pago de coches nuevos hasta en 60 cuotas.
Por último, la crisis de modelo de país puede considerarse la suma del fracaso del PT y de las instituciones brasileñas. Los tres primeros gobiernos petistas habían diseñado una propuesta de “Brasil Potencia” que suponía un sostenido crecimiento de la economía, la integración de las mayorías excluidas, la modernización de la infraestructura y de las fuerzas armadas para defender la Amazonía y las reservas marítimas de petróleo, y un proyecto de integración regional integral, político, económico y de defensa, que trascendía la tradicional integración comercial que promovía el neoliberalismo.
La peor recesión del siglo
Con la crisis actual, todos los proyectos trazados y que comenzaron a caminar con cierta lentitud, se desbarrancaron. Brasil vive la peor recesión económica en un siglo,con la proyección de una caída del PIB del 4% para este año, que se suma al descenso del año anterior. Es un momento clave, decisivo, una crisis profunda cuya resolución marcará el lugar del país en las próximas décadas.
Es cierto que una parte de las élites ;juega contra el proyecto del PT, como la poderosa federación industrial de São Paulo
Es cierto que una parte de las élites juega contra el proyecto del PT, como la poderosa federación industrial de São Paulo, los grandes medios de comunicación, la clase media y los neoconservadores de EE UU. Pero también es cierto que la banca y el agronegocio no sólo no apuestan contra Dilma, sino que se han mostrado más cercanos al Gobierno de lo que cabía esperar. Sobre todo, es una crisis interna, que no viene de afuera como suelen argumentar algunos intelectuales.
El principal responsable es el propio PT. Porque mucho más allá de los errores cometidos –el proyecto lulista no contempló reformas estructurales en el país más desigual del mundo, para no enfrentarse a las élites dominantes–, se entrampó en la corrupción, al punto que buena parte de sus dirigentes está en la mira de la justicia o fueron procesados. Aunque consiga sobrevivir a este abril, la crisis de confianza entre sus propias bases sociales puede terminar hundiendo la barca del mayor proyecto progresista de la región.
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