Por: AGNESE MARRA
Así denominó Reporteros sin Fronteras a las siete familias brasileñas que se reparten el 90% de los medios de comunicación del país. La diferencia de trato hacia los candidatos vuelve a desestabilizar la campaña electoral para las presidenciales.
Leer los grandes diarios de Brasil puede llevar a pensar que la economía del país se ha hundido, que ya no hay inversores interesados y que sólo existe un culpable de cualquier escándalo de corrupción: el Partido de los Trabajadores (PT). Al mismo tiempo que publican que la tasa de desempleo cae a un 5%, la más baja de los últimos 24 años, denuncian que los brasileños tienen dificultades para encontrar trabajo.
Durante la campaña electoral para las presidenciales, que este domingo se disputan en segunda vuelta Aécio Neves y Dilma Rousseff, estas características se han acentuado. El discurso de oposición de Neves es un claro reflejo del de los medios de comunicación: “Ahora que ven posibilidades reales de que el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) vuelva al poder, el que era un habitual desgaste progresivo ha pasado a ser una masacre. La guerra de baja intensidad ahora es un bombardeo indiscriminado”, denuncia Guilherme Boulos, profesor de Filosofía de la Universidad de São Paulo.
El portal Manchetômetro publicaba la semana pasada una pesquisa en relación a las noticias positivas y negativas que aparecían en los principales medios de comunicación sobre ambos candidatos. Entre los tres principales periódicos impresos (Folha de São Paulo, Estado de São Paulo, Jornal Globo) las portadas positivas para Dilma fueron cuatro, para Aécio Neves, 32. Las negativas para Roussef fueron 176 y para Neves, 31. En el principal telediario del país, el Jornal Nacional de la televisión Globo, la cobertura de noticias favorables para la candidata del PT duraron 4 minutos y 14 segundos. Para el candidato del PSDB llegaron a los 9 minutos y 52 segundos. En el caso de las noticias desfavorables, el tiempo dedicado a Rousseff fue de 53 minutos, mientras que el dedicado a Neves fue de siete minutos y seis segundos.
Muchos de los los siete grupos de poder existen desde antes de la dictadura
En 2013 Reporteros sin Fronteras (RSF) publicaba un informe, conocido como Los 30 Berlusconis de Brasil, para referirse a las siete familias que se reparten el 90% de los medios de comunicación del país. “Las características del funcionamiento de los medios impiden la libre circulación de la información y el pluralismo. Brasil presenta un nivel de concentración mediática que contrasta con el potencial de su territorio y la diversidad de su sociedad civil”, denunciaba el informe.
Los siete grupos de poder se reparten entre Rio de Janeiro y São Paulo, y muchos de ellos existen desde antes de la dictadura. Algunos como Globo o Folha de São Paulo, colaboraron con ella, como señala la tesis doctoral sobre medios y censura de la historiadora brasileña Beatriz Kushnir.
En el espectro audiovisual la familia Marinho. dueña del grupo Globo. se coloca en primer lugar. Los hermanos Marinho no son sólo grandes magnates de la televisión y la prensa brasileña, sino que son considerados, según Forbes, el clan más rico de Brasil con una fortuna que alcanza los 29 billones de dólares. Le sigue en el ramo audiovisual, el grupo SBT (Sistema Brasileño de Televisión) del que es dueño Silvio Santos, encargado de presentar el mismo programa de televisión desde hace más de 40 años.
“Las oligarquías mediáticas son las las élites de Brasil, las que deciden quién manda”
La familia Saad es la responsable de la Rede Bandeirantes, y la televisión evangélica Record forma parte de la fortuna del presidente de la Iglesia Universal del Reino de Dios, Edir Macedo. En relación a la prensa escrita, el grupo Globo mantiene un lugar privilegiado junto a diarios como Folha de São Paulo, de la familia Frías Filho, o el Estado de São Paulo de la familia Mesquita. La editora Abril, de la familia Civita, es dueña del 70% de los semanarios de Brasil, con la revista Veja como estandarte del grupo.
“En este país los nombres de puentes y de calles son para estas familias. Tenemos el puente Octavio Frías, la avenida Roberto Marinho o la Plaza Víctor Civita. Nuestras oligarquías mediáticas son las las élites de Brasil, los que deciden quién manda en el país y los que se quedan hasta con los nombres de nuestras calles”, dice la periodista brasileña Cynara Menezes.
Un enemigo común
Desde que Luiz Inácio Lula da Silva llegó al poder en 2002, el ex presidente no ha dejado de denunciar los ataques que sufre por parte de los grandes medios. “Quien hace oposición en este país es un determinado tipo de prensa, si dependiese de ellos, yo tendría un 0% de aprobación”, argumentaba en la pasada campaña electoral. Hace dos semanas en otro actodecía: “Estoy cansado, todas los años es igual, dicen que el país está en quiebra, usan informaciones sin contrastar para acusarnos de corrupción, pero ahora está siendo mucho peor, han diseminado un odio hacia el PT que ha superado todos los límites”.
El politólogo del Instituto de Pesquisas de Rio de Janeiro, Marcos Figueredo, asegura que los medios impresos brasileños tienen un doble discurso. Por un lado presumen de seguir una línea de periodismo americana, objetiva, y por otro están los resultados de sus publicaciones: “Al final lo que vemos son diferencias de trato con cada candidato, profundizan en ciertos temas negativos asociados a Lula o a Dilma, y son benevolentes a la hora de tratar temas espinosos de los adversarios que están en la oposición”.
Los ataques no son tan duros como las omisiones. A lo largo de la actual campaña la gran prensa ha insistido en el escándalo de desvío de dinero de la directiva de Petrobrás, la cual había sido elegida por Dilma Rousseff. El director está siendo juzgado y continúa prestando declaraciones, pero algunos medios han publicado nuevas acusaciones no confirmadas. Sin embargo, los escándalos de corrupción vinculados al candidato Neves, como la construcción con dinero público de un aeropuerto privado dentro de la finca de su tío, o el desvío de dinero en la construcción de trenes y metro del PSDB en São Paulo, pasan desapercibidos.
La portada de hace un mes de la revista Veja vinculada directamente a Rousseff con el escándalo de Petrobrás, pero no ofrecía ningún dato que confirmara esa afirmación. Tras esta publicación el periodista Ricardo Kotscho escribió en su columna de Record News (R7) una anécdota del fallecido candidato Eduardo Campos: “No pensaba contar esto, pero después de la portada de este domingo me acordé de lo que me dijo Campos en 2012 cuando entró por primera vez en el despacho de Roberto Civita. Se quedó asombrado al oír del dueño del grupo Abril la siguiente frase: -¿Está viendo todas estas portadas de Veja? Esta es la única verdadera oposición al PT, el resto son tonterías. Sólo nosotros podemos acabar con esta gente, e iremos hasta el final-“.
Internet es el instrumento que sirve para compensar el desequilibrio frente a los grandes medios
El nieto de João Goulart, el último presidente brasileño antes del golpe militar de 1964, salió a defender a Dilma la semana pasada: “Es increíble la campaña de terrorismo económico, sistemática del oligopolio de los medios de comunicación buscando desestabilizar el gobierno Dilma. Es muy parecido a lo que hicieron con mi abuelo”, decía João Alexandre Goulart en el Diario do Centro do Mundo.
Internet es el instrumento que sirve para compensar el desequilibrio frente a los grandes medios. Portales de noticias como Fórum, Diario do Centro do Mundo, O Cafezinho, o blogs como Conversa Afiada, ofrecen una óptica distinta, mayoritariamente petista. Muchos de ellos tienen en sus redacciones a periodistas que ya trabajaron en la gran prensa y que decidieron marcharse, y otros que sólo han trabajado para medios alternativos. “Trabajé más de ocho años en la Folha de São Paulo y nunca me censuraron, en el único medio que me tocaron mis textos fue en la revista Veja. Pero sé de muchos amigos periodistas que han sido despedidos cuando sus jefes sospechaban que pudieran ser petistas”, asegura Cynara Menezes, periodista de la revista Carta Capital, el único semanario nacional que se declara a favor del Gobierno.
Regulación de la Ley de Medios
Uno de los cánticos más sonados de las manifestaciones de junio de 2013 era el de “Fuera Red Globo”. Además de mejoras en los servicios públicos, educación y sanidad principalmente, los brasileños pedían la democratización de las comunicaciones. Dilma Rousseff ha prometido durante la campaña que si llega a ser reelegida va a llevar a cabo una Regulación de la Ley de Medios. La Ley de 1988 prohíbe la creación de monopolios y oligopolios mediáticos, pero hasta el momento nadie la cumple.
“De nada sirve que ahora el PT se ponga a llorar. Ha tenido doce años para discutir la democratización de los medios y no ha tenido coraje”, decía el profesor Guilherme Boulos, y añadía en un artículo del diario Outras Palavaras: “La masacre que estamos viendo y que veremos hasta el día 26 de octubre, revela la adhesión en bloque de la élite a la candidatura de Aécio Neves y a su apuesta por la polarización. Si ganan, podrán consolidar una onda conservadora en Brasil y en América Latina. Si pierden, pagarán por haber exagerado en la dosis de polarización, ya que eso no es algo que se desmonte con facilidad”. En la misma línea se muestra Cynara Menezes: “Su enemigo número uno es Lula, y cada vez están suscitando más odio hacia el PT, se les está yendo de las manos. Como decís en España: Cría cuervos y te sacarán los ojos”.
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