Colombia es un país “castigado” por el conflicto interno que impera, con diversos matices y particularidades, desde hace ya casi 50 años. Diferentes actores armados se disputan la supremacía en varias regiones. ¿Cuál es el rol de la cooperación internacional en una realidad tan compleja como la colombiana? ¿En qué medida dicha cooperación puede contribuir efectivamente al fin de la guerra o, más precisamente, a la consolidación de alternativas de paz a las que apuestan importantes sectores de la sociedad civil? Preguntas esenciales que animan esta entrevista con Susanne Brenner, 46 años, teóloga católica con un postgrado en Comunicación Intercultural. Brenner realizó diversas experiencias pastorales en las ciudades suizas de Guin (Fribourg) y Lucerna desde 1992 hasta el 2004. Y desde 2006 se desempeña como coordinadora de la Misión Belén de Immensee (MBI) en Colombia. La MBI fue fundada por la comunidad religiosa “Sociedad Misionera de Belén” (SMB), que es una obra misionera católica con sede en Immensee/Suiza. En la actualidad los cooperantes de MBI trabajan en las diócesis de Quibdó, Pasto y Tumaco; y en Bogotá en “Kairos Educativo”, Mencoldes, Creciendo Juntos y en la Conferencia de Religiosos de Colombia.
P: ¿En qué consiste el programa MBI para Colombia?
S.B: En la actualidad contamos con diez cooperantes ubicados en Bogotá, Cali, Quibdó, Tumaco y Pasto. Todos promueven dos ejes principales de acción: trabajo por la paz y Pastoral Integral. En Quibdó y Tumaco nuestros colaboradores forman parte de las Comisiones de “Vida, Justicia y Paz” que son estructuras diocesanas de derechos humanos. Otro cooperante está vinculado con la Pastoral Indígena de Quibdó. Parte de su trabajo es apoyar al pueblo Embera en la defensa de sus tierras. En tanto en Bogotá, otro hace parte de la Comisión de Derechos Humanos
(DDHH) de la Conferencia de los Religiosos de Colombia.
Dos cooperantes dedican su trabajo a la población desplazada en proyectos de la Iglesia Menonita de Colombia. Tres de nosotros reforzamos procesos eclesiales alternativos donde los laicos locales juegan un rol preponderante.
“Fortalecer el tejido social”
P: El trabajo a favor de la paz tiene una importancia clave para MBI y otras ONG europeas presentes en Colombia… ¿Cómo se integra ese aspecto en el programa MBI?
S.B.: El objetivo del trabajo por la paz es de aportar para que las comunidades, grupos y organizaciones -todos afectados por el conflicto social y armado- logren fortalecer su tejido social.
Construyendo desde el nivel local y a través de redes una paz integral que sea entendida como autodeterminación, participación política y/o eclesial, identidad cultural y justicia social.
Nos proponemos fortalecer comunidades que trabajan en contra de la segmentación y del individualismo. Normalmente colaboramos a nivel de base. Aunque una cooperante, en Cali, se dedica a la planificación y la realización de un Observatorio de Derechos Humanos para la región del Pacífico, que es un proyecto regional.
P: ¿Cuál es vuestra visión sobre la relación con las co-partes locales o regionales? ¿Con qué tipo de redes se relaciona o contribuye directamente MBI?
S.B.: Nuestros cooperantes se integran al equipo de la co-parte. No realizamos “nuestros proyectos”. Por eso es importante elegir interlocutores con los cuales compartamos nuestra opción a favor de los marginados en el marco de una teología liberadora. En cuatro proyectos colaboramos con la Iglesia Menonita de Colombia, porque nos parece inspiradora la visión que ella promueve sobre la no-violencia en un ámbito nacional tan particular y complejo.
Es evidente para MBI que no se trata de construir redes “propias” en Colombia, sino fortalecer aquéllas donde nuestras copartes son activas.
Como estrategia institucional, buscamos sinergias entre los diferentes proyectos y cooperantes para que cada misión asegure un valor agregado.
En tanto Coordinadora de MBI hago parte de la Mesa de las ONG suizas que trabajan en Colombia y de la Plataforma impulsada por la COSUDE (agencia oficial suiza) en este país con el propósito de mejorar y sincronizar la cooperación helvética aquí.
“Los cooperantes: puentes activos de información”
P: ¿Qué podría hacer más -o mejor- la cooperación internacional en general, y la suiza en particular, así como las ONG de voluntarios, para aportar, positivamente al futuro de Colombia?
S.B.: Las ONG de intercambio de personas (ndr: normalmente conocidas también como organismos de “envío de voluntarios”) juegan un papel importante para darle visibilidad al conflicto en Europa. Las y los cooperantes son puentes activos de información hacia allá.
La gente local aprecia la solidaridad vivida y expresada por nuestros colaboradores, además de otros valores agregados, resultado de su presencia.
Esta práctica de estar, caminar y sufrir junto a las comunidades, que se podría teológicamente catalogar de “presencia misionera” se convierte, para la población que no tiene voz en su propia patria, en un signo para evitar ser olvidada en el mundo.
En Suiza, desde hace varios años existe un intenso trabajo de solidaridad. Está el “Grupo de trabajo Suiza-Colombia” muy activo, la coordinación de las ONG suizas con programas en Colombia y existe el programa SUIPPCOL, impulsado por once ONG con el apoyo del Departamento Federal de Asuntos Exteriores.
El nivel de sensibilización sobre Colombia en Suiza es bastante alto, pero nunca suficiente.
Es obvio que Colombia constituye un país económicamente interesante para la inversión extranjera, incluida la helvética. Y muchas veces tenemos la impresión que los intereses económicos están por encima del respeto de los derechos humanos.
Muchos de esos actores económicos externos no toman suficientemente en cuenta por, ejemplo, la persecución de los defensores de los DDHH y sindicalistas; los desplazamientos forzados; la corrupción política; los falsos positivos; la para-política. El Gobierno suizo firmó en 2009 un Tratado de Libre Comercio con Colombia, a pesar de las duras críticas de diversos sectores a raíz de la violación de los DDHH en este país.
Por otra parte, existen percepciones muy diferentes sobre la coyuntura colombiana. El gobierno de Álvaro Uribe logró que en Europa algunos gobiernos crean que todo está bien en Colombia. Las ONG de intercambio de personas y las redes de solidaridad prestan un gran aporte para que esta otra percepción de la coyuntura colombiana esté presente en Suiza. Que la voz de nuestras co-partes sea escuchada allá.
P: ¿En una situación tan particular, como la colombiana. ¿Cuáles son los principales problemas – o los más recurrentes- que experimentan los voluntarios extranjeros?
S.B.: Obviamente, un tema muy presente es el de la seguridad del cooperante y de la coparte. Con frecuencia se producen amenazas de grupos paramilitares a organizaciones co-partes que trabajan en DDHH. Otra dificultad es soportar una realidad compleja sin caer en la depresión o en el cinismo. Por ejemplo, Tumaco vivió en 2009 una situación muy grave. Cada día llegaron víctimas de la violencia a Medicina Legal. Y no se veía mucha esperanza por un cambio positivo. ¿Cómo vivir situaciones así por años, cuando uno no se percibe la luz al final del túnel?
Esto constituye un gran desafío personal y espiritual.
Acompañamos desde hace 18 años al pueblo de los Awa en Ricaurte. En los últimos tiempos sufrió mucho a raíz de los combates en su territorio y el desplazamiento forzado. Observar lo que está pasando sin la posibilidad de intervenir o ayudar más activamente, puede romper el corazón a los cooperantes que trabajaban en esta región desde hace tantos años.
En diferencia a otros países vecinos, nadie tiene en este momento en Colombia una visión válida para construir un futuro mejor de Nación.
P: ¿Y las principales potencialidades?
S.B.: Somos una organización que se inspira en la fe. Como el conflicto colombiano integra aspectos culturales, nosotros podemos contribuir a un cambio a nivel de la cultura religiosa.
Todavía domina en los pensamientos y en la práctica una teología del sacrificio. Por ejemplo: las madres tienen que sacrificar a sus hijos como soldados para el bien del Estado. Nosotros queremos aportar con nuestro compromiso a una teología liberadora que no acepta sacrificios, sino que está a favor de la vida y de la dignidad de cada ser humano. Y por eso apuesta a la búsqueda de transformaciones pacíficas.
Otros valores agregados de nuestra presencia son los conocimientos técnicos que todavía son débiles en Colombia. Así como el fortalecimiento institucional y los procesos eclesiales alternativos.
Otro aporte positivo es la capacidad de un cooperante de analizar la situación con ojos de afuera. Se produjo, por ejemplo, una ola de suicidios entre los jóvenes del pueblo Embera en el Chocó. Las autoridades originarias no sabían cómo reaccionar. El diálogo intercultural con el cooperante de la MBI les dio la oportunidad de buscar sus propias interpretaciones para el fenómeno. Y más importante aún: elaboraron caminos para tratar este problema de una manera integral con talleres y rituales de curación con chamanes experimentados.
Adicionalmente, la presencia de extranjeros aumenta la seguridad en el trabajo en derechos humanos. Nuestra idea de caminar a lado de los marginados, dar dignidad a personas que son despreciadas por sus compatriotas.
Por el tipo de proyectos en los cuales colaboramos se necesita contar con mucha paciencia y proyecciones a largo plazo. El “éxito” e impacto de nuestra presencia depende, muchas veces, de la confianza entre cooperante y población beneficiaria. Esta confianza no se puede ganar a corto plazo en una situación tan compleja o en proyectos con minorías étnicas. Nuestra práctica nos indica que es muy útil que algunos de nuestros cooperantes tengan una experiencia laboral de 10 a 25 años en Colombia.
P: ¿Quisiera concluir con alguna reflexión complementaria?
S.B.: Un aspecto importante es el de género. El cuerpo de la mujer es territorio de la guerra. Y por esa razón muchos proyectos de la cooperación internacional están destinados a las mujeres. Sin embargo, la mayoría de las víctimas y de los victimarios del conflicto armado son hombres. Seria fundamental reprensar “el rol” del hombre dentro de la sociedad Colombiana. ¿Cómo ser un hombre sin machismo y violencia?
MBI y E-CHANGER fortalecen el programa SUIPPCOL
MBI y E-CHANGER (Intercambiar), dos de los ONG de la plataforma UNITE, son miembros de SUIPPCOL, Programa Suizo para la Promoción de la Paz en Colombia. Integrado por 11 ONG helvéticas de primera importancia. Dicha iniciativa, lanzada en el 2001, es apoyada por el Departamento Federal de Asuntos Extranjeros (DFAE) y desarrolla un activo programa en Colombia.
Especialmente en el apoyo a la Ruta Pacífica de Mujeres y en el fortalecimiento de la Red de Iniciativas de Paz desde la Base, que aglutina 25 asociaciones y comunidades de todo el país que se pronuncian explícitamente a favor del fin de la guerra y de la construcción de una paz con justicia social.
El conflicto en Colombia
Según Susanne Brenner, “el país vive desde hace más de 50 años un conflicto armado interno cuyas causas provienen de la gran desigualdad social y de la lucha por la propiedad de la tierra. Este conflicto viene agudizándose por la explotación de los abundantes yacimientos de recursos naturales y la biodiversidad; por las condiciones óptimas para el uso agro-industrial; y por mega-proyectos infraestructurales. Pero también por el control del cultivo y del comercio de la coca…
…Existe una oligarquía que domina el país desde siglos y defiende su hegemonía sin importarle el costo social. El narcotráfico, por su parte, se presenta como atractivo para ciertos sectores de la población, a partir de su promesa de la “plata fácil”. Hace gran daño porque destruye el tejido social de las comunidades locales, incentiva a la corrupción política a todos los niveles y sirve como fuente de financiamiento de los grupos armados de todo tipo. ¿Cómo vencer a un enemigo tan potente y atractivo, que además tiene muchos vínculos internacionales?
En todo ese conflicto, el tema de la tierra es clave. No solamente para mega-proyectos de cultivos como la palma africana, que amenazan la soberanía alimentaria, sino también para proyectos de minería.
Las minorías étnicas pierden cada día más sus títulos colectivos sobre la tierra. Y no solamente los pierden por desplazamiento forzado, sino más y más por corrupción y soborno a sus líderes. Parte de una nueva estrategia promovida por los grupos de poder interesados en explotar esos territorios…”.
Sergio Ferrari. Colaboración de prensa de UNITE, plataforma suiza de ONG de intercambio de personas en la cooperación internacional-solidaria.
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