La muerte del principal dirigente de las FARC puso, nuevamente, en primer lugar del escenario político la siempre áspera temática de la guerra y la paz. En este país sudamericano atravesado desde hace cincuenta años por lo que ya constituye el más antiguo – y el último- conflicto armado del continente.
En su última edición de la segunda semana de noviembre, la revista colombiana “Dinero”, dio la palabra a cinco directores generales de importantes empresas activas en Colombia – entre ellas Ecopetrol y Locatel-, quienes al analizar la muerte de Alfonso Cano insistieron casi unánimemente en la necesidad de la solución política al conflicto.
“No veo voluntad para una negociación”
Si se analizan las actitudes y señales actuales lanzadas tanto por el Gobierno como por las FARC, “no veo posibilidad alguna de una resolución del conflicto armado a corto plazo” enfatiza Alejo Vargas Velásquez, profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia y coordinador del Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa.
“A pesar de los discursos proclives a la paz de las FARC, ni ésta ni el Gobierno de Santos expresan una real voluntad política que pudiera indicar el inicio de un proceso de negociación”, enfatiza el reconocido docente universitario quien acompañó en el pasado más de un proceso de negociación entre las autoridades y los grupos armados.
“Mi sentimiento actual es que en la realidad, ninguno de los dos quiere la paz sino el triunfo de sus objetivos políticos”, es decir la derrota del contrincante, subraya Vargas quien insiste en la necesidad de diferenciar los conceptos de “conflicto con el de conflicto armado”. El conflicto es inherente a cualquier sistema, a toda realidad política y social. Incluso, “es importante estar conscientes que la existencias de conflictos puede ser señal de una democracias sana”, subraya el politólogo, en el marco de un Conversatorio denominado “Movimientos sociales, perspectivas y retos en la construcción de la paz”, convocado por la organización Pensamiento y Acción Social (PAS)/ Coordinación E-CHANGER, el tercer viernes de noviembre en Bogotá.
“La necesidad de la salida negociada”
“En la guerra, nosotros, las mujeres, somos doblemente victimizadas. La sufrimos en carne propia, en nuestros cuerpos. Todos los actores armados violentan a las mujeres de una u otra forma. Es nuestra realidad cotidiana. Y por eso estamos convencidas de las necesidad imperiosa de una solución política a la confrontación armada”, enfatiza Marina Gallego, coordinadora nacional de la Ruta Pacífica, la principal red de organizaciones de mujeres del país.
“Para nosotras la guerra es expresión del machismo y del patriarcado. Por eso nuestra posición feminista es coherente con una movilización constante a favor de la paz con justicia social”, completa la dirigente. Quien expresa que para las mujeres de la Ruta “el cuerpo es el primer territorio de paz”.
Para Marina Gallego, la militarización del país “nos afecta directamente y en forma superlativa. Estamos convencidas que el fin del conflicto armado facilitaría trabajar con más impacto y tranquilidad a favor de nuestras reivindicaciones sectoriales específicas”. Sin embargo, “sería conveniente una negociación. No es recomendable que el conflicto concluyera como consecuencia de la derrota militar de los grupos armados…Eso abriría todavía más heridas difíciles a curar”, afirma.
El 75 % de la población está hoy de acuerdo con una salida negociada al conflicto, concluye Marina Gallego, Coordinadora de la Ruta Pacífica de Mujeres.
La paz desde abajo
“Debemos consolidar el paradigma de una paz construida de forma diferente” enfatiza el antropólogo Diego Pérez, co-responsable en Bogotá del Programa Suizo de Promoción de la Paz en Colombia (SUIPPCOL). Y ese paradigma “surge de la experiencia concreta, cotidiana, que viven las comunidades que integran la Red de Iniciativas de Paz desde la Base”.
La Red nuclea a 30 procesos sociales, protagonizados en diversas regiones del país por comunidades campesinas, indígenas y agro-descendientes. Y cuenta con un apoyo decidido de dicho programa suizo. “Todos esos procesos se dan en zonas donde la confrontación está al rojo vivo”, puntualiza Diego Pérez.
Esa mirada particular de la construcción de la paz, explica, es la expresión de un largo proceso de casi una década en el que “las comunidades han ido construyendo una lectura sistémica del conflicto. Es decir, que lo militar se traslada e impacta a las esferas sociales, económicas y culturales de la población afectada”.
Esas mismas comunidades, analiza el antropólogo, “han decidido ser sujetos políticos y constructores de la paz”. P or lo tanto no esperan a ser convocadas por los actores armados y el Gobierno para una eventual mesa de negociación o proceso de paz, “sino que buscan construirlo desde ahora, a partir desde sus territorios y propuestas, desde abajo, impulsando agendas locales y diálogos humanitarios regionales”, puntualiza.
La paz desde la base, explica Pérez, “incluye un enfoque particular que incorpora la cosmovisión de esas comunidades negras, indígenas, afro-descendientes. Para ellos paz es sinónimo de territorio. Y territorio no puede ser entendido como tierra arrasada sino como diversidad y abundancia, vida, agua, bosques, piedras, leyendas y ancestros”. . En ese sentido, insiste el co-responsable de SUIPPCOL, dicha visión de paz en construcción, “está mucho más ligada a la vida misma de esas comunidades que a un concepto tradicional y simplista de desarrollo económico”.
Esos esfuerzos regionales, concluye Pérez, no son antagónicos con los “eventuales intentos de negociación a nivel nacional, sino que se complementan”. Y constituyen un desafío primordial para el futuro del país. “Un futuro que exige de todos los sectores involucrados un espíritu de interlocución, comprensión hacia el otro –incluso si es el adversario- y, sobre todo, mucha generosidad al momento de negociar”.
* Sergio Ferrari, de retorno de Bogotá. Servicio de prensa E-CHANGER, ONG de cooperación solidaria presente en Colombia, miembro del programa SUIPPCOL. En colaboración con SWISSINFO.
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