…. en cada ciclo histórico con el terrorismo de estado. El reformismo institucional se utiliza ante situaciones de desborde político -por aumento de la movilización popular- o ante situaciones de grietas en las fracciones de poder.
El nuevo gobierno de Juan Manuel Santos, sin lugar a dudas inaugura un nuevo ciclo de reformismo institucional, ciclo obligado ante el desborde y resquebrajamiento institucional que generó el período de gobierno de la fracción de poder liderada por alvaro uribe y los factores de poder que representaba, como son los sectores mafiosos, financieros, transnacionales, terratenientes y mineros, su tarea es la reinstitucionalización del poder.
El nuevo ciclo de reformismo asume una postura cosmética, rápidamente toma la tesis de Gustavo Petro de cerco democrático a la insurgencia y propone la ley de tierras y víctimas, ley que si bien significa progresividad en la postura del estado sobre estos temas, no representa un cambio sustantivo, pues las relaciones fundamentales que causaron el despojo y la crisis humanitaria siguen intactas y avanzando.
Por ninguna parte se problematiza o crean estrategias en la ley para transformar la actual estructura de tenencia de la tierra ligada al nuevo patrón agroindustrial de los agrocombustibles, tampoco se problematiza el modelo minero expoliador, sanguinario y depredador, en ninguna parte aparece una política de democratización y depuración de las Fuerzas Armadas, quienes en versión de la corporación Nuevo Arcoíris[2] son los factores estructurantes y garantes de la ilegalidad en las regiones y el campo a partir de su alianza no santa con los factores mafiosos, paramilitares, terratenientes y transnacionales.
Como ejemplo de esta situación está la realidad de los llanos orientales, donde el avance del ejército y el repliegue de la insurgencia, significó la expansión y posicionamiento del Ejercito Anticomunista de Cuchillo y toda la política de saqueo de tierras para la expansión agroindustrial.
Sin embargo el presidente Santos grita eufórico desde el congreso que las grandes reformas no se hacen en el monte, al respecto dijo “”Si algo quedó demostrado en la pasada legislatura es que las grandes reformas, las verdaderas reformas, no se hacen en el monte, secuestrando, volando torres, atacando pueblos, sembrando minas, reclutando niños y asesinando inocentes”, “Las grandes reformas, las reformas que sirven a la gente, las estamos haciendo nosotros, los demócratas, desde la orilla de la ley”.
Su auto reivindicación como demócrata podría caerse por su propio peso si recordamos su complicidad en el caso de los 4.000 jóvenes asesinados fuera de combate y presentados como guerrilleros, o su cara eufórica y llena de felicidad enfermiza cuando exhibía en un balde la mano del comandante de las FARC Iván Ríos, o cuando gritó plácido que estaba orgulloso que Colombia fuera el Israel de América.
Pero podríamos estar de acuerdo con Santos en una cosa, y es que las grandes reformas no se hacen desde el monte, pero es preciso recordarle que quien formuló la pionera y más gigantesca agenda de reformas y transformaciones democráticas para el país fue la UP, movimiento que pagó con sangre su credulidad en la supuesta apertura democrática, todos trucos de otro ciclo de reformismo institucional liderado por Belisario Betancur.
No podemos estar de acuerdo con Santos cuando habla de que está realizando grandes reformas que sirven a la gente, el ejemplo dramático de la inexistencia de un cambio sustantivo en las condiciones de la democracia, la convivencia y la restitución de la tierra lo representa el impune asesinato de Ana Fabricia Córdoba líder de las victimas asesinada un día antes de la sanción de la ley, o las decenas de líderes de las víctimas o de líderes sociales que continúan cayendo.
Para prolongar los efectos del embrujo reformista, el poder nos habla de la ultraderecha, de la mano negra que se resiste a las buenas intenciones de la burguesía reformista y modernizante, es la misma tesis de los enemigos agazapados de la paz que se difundió durante el ciclo de exterminio de la década del 80.
Pero el punto es que estos enemigos de la paz y de las reformas sustantivas no están agazapados, todos sabemos quiénes son, donde están, a diario firman jugosos contratos de explotación minera, de expansión de cultivos de palma africana, a diario ganan grandes licitaciones para la compra de miles de hectáreas en la Orinoquía colombiana, todos los días publican editoriales criminalizando y macartizando a los movimientos sociales y a los luchadores por la paz, todos los días son implicados en juicios por parapolítica o por ser miembros activos del paramilitarismo mientras seguían con su uniforme, cada hora trinan desde Twiter.
Entonces, que tan agazapada está la ultraderecha y que tan víctima es la burguesía reformista y modernizante?, estamos seguros que son dos fracciones de poder diferentes, pero sabemos por el persistente ejemplo de la historia que son fracciones complementarias en la preservación del poder, incapaces de infringirse daño, su típica conducta es tolerarse, aunque es más tolerante la burguesía reformista, calla hipócritamente ante el despliegue del crimen y el terror, mientras que la fracción del terror persigue, sabotea con saña hasta los intentos más tímidos del reformismo institucional.
Podemos rastrear un ejemplo claro de la reacción de la fracción del terror frente al reformismo institucional en la aprobación de la ley 200 de 1936, una tímida ley para el agro que fue leída como una revolución en el campo, frente a ella contestó con la intensificación del terror y lanzó al país a la más dramática guerra civil hasta los años 50, luego durante la década del 80, el ciclo de reformismo institucional liderado por la burguesía modernizante tuvo como respuesta de la fracción del terror el saboteo de la paz, el exterminio de los actores de la izquierda democrática y movimientos sociales, así mismo, el último experimento de reformismo burgués como fue la constitución de 1991, significó solo la antesala del más demencial exterminio y robo, significó la reorganización del patrón de acumulación de capital hacia las lógicas más salvajes y sanguinarias que jamás se hayan conocido.
Vuelve y juega, de nuevo la agenda del reformismo, la ley de tierras y víctimas; y de nuevo la maniquea falsedad de ver a la insurgencia social, política y militar como quien no cree en las reformas, como quien no valora los cambios mínimos pero “reales”.
Pero el punto es, que la izquierda real, exige garantías reales, lee los actos desde la historia y la escena política coyuntural, pero los cruzada con un mapa de los verdaderos factores de poder y sus estrategias, factores de poder que en la realidad nacional mantienen la iniciativa del militarismo y el terror para la defensa a ultranza su modelo de régimen político y de acumulación, modelo que no resiste a la pregunta por la verdad, pues su base es la configuración y acumulación ilegal y criminal.
Si el día de mañana la insurgencia hiciera público que depondrá su voluntad insurgente a cambio de verdad, todo el establecimiento temblaría, la verdad sería más subversiva que 500.000 unidades avanzando sobre Bogotá, ninguna práctica del poder resistiría la verdad, ni la práctica reformista parcial, ni la izquierda legal y su arrodillamiento corrupto e interesado, ni el terrorismo de estado y su íntima ligazón con el establecimiento, ni el modelo de acumulación que ha regido la sociedad Colombiana durante los últimos 30 años, para solo mencionar un período de nuestra historia.
[1] EL SEÑOR MATANZA_ EL SANTANDERISMO COMO RECURSO RITUAL DEL PODER EN COLOMBIA. http://www.centropolicarpasalavarrieta.blogspot.com/
[2] La nueva realidad de las FARC. http://www.nuevoarcoiris.org.co
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