La dignidad de un pueblo ha ganado. Logró derrotar al miedo, a la desesperanza, a las fórmulas de la ausencia y el silencio de quienes no dieron tregua a abandonar las rutas del odio que movían pasiones y envenenaban el ambiente democrático.
Fueron más de 130 grandes manifestaciones en plazas públicas, con miles de personas uniéndose poco en torno a la esperanza de alcanzar por primera vez en la historia del país, un ascenso al poder de un presidente y una vicepresidenta respaldados plenamente y de manera directa por los sectores populares. Es un indiscutible y merecido triunfo del pueblo, de la gente común, de los nadies y las nadies del país hace 200 años controlado por solidas estructuras de élites. Es un triunfo de las víctimas que superan en el país 9 millones, de los jóvenes que a partir del año 2018 no han cesado de llenar las calles con protestas ante unas políticas de estado contrarias a sus demandas, de campesinos que pactaron respuestas no cumplidas, de las 104 naciones indígenas arrinconadas por un genocidio lento y silencioso, de universitarios en búsqueda de oportunidades y garantías para una educación gratuita y de calidad, de mujeres enfrentadas a la marginación y el olvido, de comunidades afro, de firmantes de paz a la espera de ver sus sueños de civilidad respetados, y de cientos y cientos de organizaciones y movimientos sociales, de intelectuales, académicos, trabajadores, artistas y personalidades de reconocido prestigio por la coherencia permanente de sus posturas democráticas y de grupos y movimientos políticos que supieron anteponer el interés de la nación por encima de sus propios intereses.
Francia Márquez es una mujer que representa con toda legitimidad a las mujeres y a los hombres del país cotidiano, que padecen el desempleo, el hambre, la miseria, académicamente preparada y moralmente conocedora de las demandas de los territorios. Gustavo Petro es un hombre honrado, honesto, estudioso, formado académicamente y con los conocimientos y experiencias necesarias y suficientes para sacar adelante el estado de derecho, la justicia y la paz.
Colombia ha ganado, obtuvo el resultado hace tiempo esperado, tener un presidente y vicepresidente legitimado por un pueblo, con capacidad para componer un gobierno plural diverso. Petro gana en medio de la adversidad forjada desde el mismo establecimiento y sus alianzas de partidos y jefes regionales del poder político, que articularon y diseñaron infamias, engaños, desinformaciones y obstáculos, orientados por todos los medios a conservar el control del estado y del gobierno. Es el comienzo del cambio, del dejar atrás el horror y la barbarie padecida y seguir cerrando heridas que pongan por delante la agenda de reconciliación, paz y derechos para sacar adelante el país hacia un objetivo de ser potencia de la vida.
Colombia está de fiesta, Petro y Francia superaron por más de un millón de votos a su ausente contendor un empresario que en algún momento se declaró admirador de Hitler. Fueron mas de 3 puntos porcentuales por encima, que configuran el triunfo definitivo y contundente. Es hora de celebración popular, de convertir el agua en vino y el pan en multiplicador de las emociones para mostrar la alegría con la que empieza el vivir sabroso que enseñó Francia Márquez y el Pacto Histórico para alcanzar la unidad de la nación en un gran acuerdo nacional, que Petro sabrá tejer.
La dignidad de un pueblo ha ganado. Logró derrotar al miedo, a la desesperanza, a las fórmulas de la ausencia y el silencio de quienes no dieron tregua a abandonar las rutas del odio que movían pasiones y envenenaban el ambiente democrático. Colombia ha alcanzado su madurez, por cuenta propia, logra salir adelante, supo votar a conciencia, juntarse, hacer juntanzas en campaña y ahora sabrá hacerlas para gobernar. Nada será fácil, pero hay gente suficiente, capaz, responsable para trazar el camino de una democracia que puede ser reconstruida, en un ámbito de generosidad en la victoria. Gustavo Petro fue de lejos el mejor candidato, el más capaz en esta dura prueba de campaña, su verbo, su sabiduría, su tenacidad, cordura y pausa para no sobreactuarse, ni dejarse aislar de la gente merecía ser lo que será el presidente de Colombia. El Pacto Histórico ha sido la mejor fusión humana de grupos, partidos, movimientos y personalidades y desde ya augura el mejor gobierno de toda la historia de Colombia y la más grata esperanza para el estado de derecho, los derechos, la paz y sobre todo la dignidad. Petro y Francia tendrán el respaldo del país, el reconocimiento de las demás naciones democráticas, de los sectores económicos y políticos y en general del mundo entero que participó de esta experiencia en la que el pueblo tuvo la razón y supo hacer uso inteligente de su derecho a votar, de su resistencia y solidaridad para este triunfo colectivo, el mejor triunfo en toda la historia electoral y política del país.
A celebrar, a celebrar, que el agua sea vino y el pan alcance para todos, es lo que pide a gritos el final feliz de esta campaña, que termina la victoria popular. Esa es la vida sabrosa que inspiró Francia, y ese el inicio de un presidente al que los mamos de la sierra nevada, en su último evento de campaña ofrecieron su energía y declararon el presidente para el corazón de la tierra. El 19 de junio queda en la memoria como el día del pueblo, y será el momento de la fiesta para la democracia. Llega la oportunidad para empezar a crear otros marcos de posibilidad a la aplicación efectiva de la constitución de 1991, producto de una asamblea constituyente. La historia tiene la oportunidad de ser escrita con otras letras y contada por otras voces hasta ahora invisiblizadas, excluidas. Alrededor de la más agitada y rara campaña. Hoy fue un día para cambiar la historia.
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