El mundo ha visto las nefastas consecuencias del neoliberalismo y del llamado “libre comercio” sobre la población más pobre. Los excluidos de servicios básicos como el agua potable o la salud tienen menos esperanza de recibirlos cuando se privatizan y la alimentación de los pueblos va quedando en manos de los monopolios que controlan el comercio global. El modelo neoliberal ha matado a millones de personas víctimas de una avaricia que amenaza con quebrar el sistema y con destruir la vida del planeta.
Por eso indigna que algunos gobiernos insistan en profundizar un modelo que sólo ha beneficiado a las empresas transnacionales, gobernantes dispuestos a llevar a niveles inimaginables el sufrimiento de las gentes del sur del mundo.
¿Cómo se puede entender que el socialista Sr. Rodríguez Zapatero, Presidente de la Unión Europea y de España, se haya propuesto -como prioridad- firmar este semestre un tratado de libre comercio con Colombia?
En ese país nuestro y cada vez de menos gente, el 70% de la población se alimenta gracias a los campesinos quienes a pesar del terror desatado aún producen alimentos para los mercados locales a precios asequibles. Nuestra comida no se la debemos a las trasnacionales de Europa, ni a la Organización Mundial del Comercio, ni a las leyes del mercado. Si por ellos fuera estaríamos pasando el hambre que hay en Africa.
Pero nuestros campesinos no tienen apoyo del estado para producir alimentos; allá no se dispone de los 70 mil millones de dólares con los que Europa subvenciona cada año la producción de sus alimentos. Un tratado comercial entre estas economías tan desiguales quebrará a los campesinos colombianos y el hambre se extenderá sobre nuestro país.
El impacto en la salud pública con el acuerdo comercial puede ser devastador. Con salarios inferiores a 200 euros mensuales la mayoría de la población colombiana quedará excluida del acceso a los servicios de salud privatizados. La UE pretende extender en Colombia el tiempo en que los monopolios farmacéuticos cobran por sus patentes, esto incrementará el precio de las medicinas a niveles impagables para nuestras gentes.
El tratado abre a las trasnacionales europeas el privilegio de tomarse las empresas nacionales y de saquear los recursos naturales y el mercado interno casi gratis, incluida la mano de obra como ya ocurre con los contratos basura que imponen las empresas españolas a los trabajadores colombianos.
¿Por qué el señor Rodríguez Zapatero se empecina en destruir lo que nos queda de soberanía alimentaria y de seguridad social, en cuya defensa hemos puesto miles de muertos del movimiento sindical y campesino colombiano? ¿No sabe que está vendiendo armas e impulsando negocios con el país más peligroso del mundo para la actividad sindical? Sólo en el gobierno de Uribe Vélez han sido asesinados 587 sindicalistas según las cifras del propio Ministerio del Interior colombiano, 39 el año pasado.
¿Desconoce Europa que en Colombia se han cometido en la más absoluta impunidad más de 1.200 ejecuciones extrajudiciales de civiles por miembros del ejército nacional y que el propio gobierno colombiano tiene nexos con los grupos paramilitares, responsables de miles de crímenes de guerra?
Estamos seguros de que lo sabe, pero no le importa. El ministro español de Economía, Miguel Ángel Sebastián, lo justifica recurriendo al cinismo: “poner trabas al proceso del libre comercio no va a mejorar la situación de los derechos humanos en Colombia…”
La Unión Europea sabe que Álvaro Uribe necesita la firma del Tratado de Libre Comercio para lucirlo como una absolución de la civilizada Europa para los crímenes de estado que viene cometiendo y aprovecha la tragedia del pueblo colombiano para conseguir mayores gabelas para sus trasnacionales. Los sindicatos colombianos y sus colegas de los sindicatos europeos han pedido a la Eurocámara que no refrende ese acuerdo comercial si el Gobierno de Uribe no mejora la situación de los derechos humanos. Pero a los empresarios europeos esto les importa un bledo. No tienen corazón, sólo bolsillos. Más que empresarios parecen buitres, pues su consigna es “al caído, caerle”.
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