Ya estaba establecido que pasarían a la segunda vuelta -en una muestra surrealista de lo que es la narcodemocracia- dos candidatos del régimen. El resto de colombianos no existían, no había oposición, disenso, todo era armonía y unanimismo.
No obstante, un ex Rector y ex Alcalde de Bogotá: Antanas Mockus, apareció en escena y comenzó a trepar vertiginosamente en las encuestas; en unas tres semanas subió de un humilde 9% al 24.8%, según la última encuesta de Datexco (El Tiempo, 09-04-2010). Es decir, subió 16 puntos, en un hecho sin precedentes. Juan Manuel Santos obtuvo, en un claro descenso, el 29.5%. Mockus le está respirando en la nuca. Se atribuye este éxito a la alianza realizada por Mockus con Sergio Fajardo, académico y ex Alcalde de Medellín, ambos con doctorado en matemáticas y según el escritor Héctor Abad Faciolince, capaces de desempeñarse con sobrados méritos en cualquier Universidad del mundo. Ha dicho Sergio Fajardo que cualquiera que llegue a la segunda vuelta tumbará a Santos.
Pero, ¿cómo explicarse racionalmente este fenómeno, en un país degradado a límites intolerables en la práctica de la democracia liberal? Habría que acudir a un artículo del columnista Manuel Guzmán Hennesy:
” Interpreto como una señal a favor del país la coincidencia afortunada de dos profesores en la contienda presidencial. Una señal que proviene más del azar que de la racionalidad y que permite una lectura del siguiente tenor: una sociedad a punto de tocar fondo acude a cierta forma de autoorganización instintiva y escoge a la dupla Mockus-Fajardo para depositar en ella su esperanza.
“La teoría del caos sostiene que un nuevo orden es posible a partir del caos, que algunos, en el contexto actual, bien podrían asimilar al viraje de una sociedad que puede pasar de una elección mediocre para Congreso a una histórica para Presidente. Que modifique la dinámica de la política y entregue las riendas de un país a quienes se han dedicado a pensarlo desde la academia y desde el ejercicio de una ética política…” (El Tiempo, 09-04-2010).
De las entrañas de un país envilecido por la mafia surge como un grito de liberación la necesidad de apoyar a la antinomia del crimen organizado: la academia. Esto por un lado, por el otro cierta complacencia de un sector importante del establecimiento y sus medios (que incluye a Washington) con la dupla Mockus- Fajardo que no representa ningún peligro para sus intereses, dada la naturaleza de centro-derecha de ambos, y que los libera de la ingesta repugnante de Uribe y el uribismo, a más de deshacerse de Santos que es una verdadera bomba en el vecindario y con el cual no podrían recuperar los más de 10 mil millones de dólares anuales que han perdido con Venezuela y Ecuador por la torpeza, abyección y ordinariez diplomática de Uribe.
Pero nada importa, excepto recuperar el marco de decencia que Colombia perdió por el asalto al poder de la mafia. Con rescatar la “normalidad” de una democracia burguesa es suficiente, por ahora. Librarse de los capos, de los paracos, de los parapolíticos, de los ‘traquetos’, de los ‘lavaperros’, de las ‘prepagos’ (prostitutas finas de los narcos) y el resto de la fauna malandra que no deja respirar. Salir del reino del lumpen. Solo quien vive en Colombia puede entender este infierno.
Es posible que Mockus sea elegido. Es aventurado lanzar hipótesis, predecir en el marco de la racionalidad eventos políticos futuros so peligro de quedar en ridículo. Cualquier cosa puede suceder en el Nuevo Reino de Macondo. Pero ojalá sea elegido Presidente y Fajardo Vicepresidente, ambos tienen algo en común, que es lo más importante: son decentes y practican la ética política.
Pero al margen de quien gane, lo único cierto fue que la izquierda perdió estruendosamente. En las encuestas Petro, el candidato del Polo Democrático, bajó del 6% al 3%. Petro se equivocó por completo. Intentó pescar votos en el redil de la derecha uribista disfrazándose de cordero pero no lo logró. La derecha es experta en mimetismo y camuflaje. Fue repudiado por la derecha a tiempo que se echaba encima a la mayor parte de la izquierda que asombrada miraba la desfiguración política del líder. En otra ocasión será. Por el momento el deber revolucionario es contribuir a tumbar al fascismo ordinario. Todavía el peligro acecha, la fiera herida es capaz de cualquier cosa, en especial cuando sabe que le espera largos años de condena.
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