Por: John Alexander Lastra M.
La coyuntura es incierta, estamos ad portas de una oxigenación sociopolítica representada por Petro y un populismo que nos mantendría en la vorágine de la desigualdad y violencia.
Balance de la primera vuelta presidencial en Colombia.
Los resultados de la primera vuelta presidencial dejan conclusiones necesarias de abordar, unas ponderables y otras desalentadoras que hacen recordar la frase del escritor Fernando Vallejo: “Colombia no va mal, siempre irá peor”. Lo concreto es que Gustavo Petro y Rodolfo Hernández se disputarán la banda presidencial el próximo 19 de junio.
Antes de aludir al análisis cuantitativo que permite especular lo que podría ocurrir en la segunda vuelta, llama la atención la posición de la Unión Europea (UE), Estados Unidos (EE.UU.) y la Organización de Estados Americanos (OEA) que no emitieron pronunciamiento alguno sobre la negativa del registrador Alexander Vega de permitir auditoria internacional al software encargado del preconteo y escrutinio de sufragios. Quizá si fuera en Venezuela otro gallo cantaría.
Llama la atención que solamente Armando Benedetti (senador y cercano a la campaña de Petro) alertara sobre la falta de garantías en los comicios por la ausencia de una auditoría técnica al software Thomas & Gregg, uno esperaría que asesores del Pacto Histórico y movimientos sociales presionaran para que ésta se desarrollara.
Perdedores y ganadores
Ahora bien, analizando los números emitidos por la Registraduría (avalados por los candidatos) podemos inferir que los colombianos ratifican su rechazo al partido directo del uribismo (Centro Democrático), su candidato Federico Gutiérrez solamente logró el 23,9% de los votos, ni el respaldo de clanes políticos salpicados por el narcotráfico pudieron salvar su imagen. Al igual que en las elecciones regionales, legislativas y ahora presidenciales, el uribismo como fenómeno político sufre otra estruendosa derrota. Ahora buscan sombra en la imagen de Rodolfo Hernández.
Otro sector perdedor son los llamados “centro” liderados por Sergio Fajardo, quien apenas logró 888.585 votos, una pérdida de más de 3 millones de sufragios en comparación a los comicios de 2018, donde tampoco le alcanzó para la segunda vuelta.
Evidentemente su discurso sin carisma y sin profundidad para aludir los problemas estructurales de país le pasaron factura, los colombianos siempre le recordaron dos acontecimientos deleznables: 1. En la segunda vuelta de 2018, cuando se jugaba el futuro entre Duque y Petro, Fajardo le dio una patada a la población y prefirió irse a ver ballenas, contribuyendo al triunfo uribista; 2. En pleno estallido social o paro nacional, llamó a los jóvenes a “protestar de otra manera y a estar en sus casas”, al mismo tiempo, eludía en sus discursos la responsabilidad de la fuerza pública en los casos de represión, asesinatos y desapariciones de manifestantes.
Por otra parte, es plausible el aumento de votación de Gustavo Petro, quien pese a los ataques sistemáticos de los medios hegemónicos que tergiversan su programa de Gobierno, obtuvo 8.527.768 votos, aumentando su caudal electoral en un 7 % respecto a 2018; podemos decir que Petro es el único candidato que aborda los problemas estructurales con sus respectivas propuestas como la lucha contra la corrupción y narcotráfico, el hambre, la recuperación del aparato productivo, transición energética, desarrollo agrícola, relaciones internacionales basadas en el respeto a la soberanía, diálogo político con grupos armados irregulares, salud, educación, pensiones, entre otros.
La sorpresa de la jornada la dio Rodolfo Hernández (empresario de 77 años distinguido por su lenguaje agreste, misógino y confeso admirador de Hitler), quien disputará la segunda vuelta tras obtener 5.953.209 de sufragios. El también exalcalde de Bucaramanga alzó la bandera anticorrupción, aunque actualmente es investigado por la Fiscalía por presuntas irregulares en un contrato de consultoría para implementar tecnologías en el manejo de basuras en el relleno sanitario El Carrasco.
Hernández ha lanzado un discurso populista, son habituales sus frases como “politiqueros ladrones” “las ratas del Estado”, pero eludiendo los graves problemas humanitarios y económicos que padece Colombia, su figura es atractiva al establishment, pues su poder político y ganancias financieras se mantendrán indemnes ante una eventual presidencia del empresario.
El país en juego
Indudablemente los colombianos entramos a otro desafío histórico. En el 2018 estábamos entre la guerra y la paz, ganó Duque y ahora tenemos un país que se afianzó como el mayor productor de cocaína en el mundo, sumergido en la pobreza (casi 600.000 mipymes quebraron), los grupos armados irregulares retomaron su control territorial, además desde el Gobierno se naturalizaron los asesinatos a manifestantes y líderes sociales.
Para este 2022, estamos entre un proyecto populista representado por Hernández que ve a los pobres como “el mejor negocio del mundo” y el proyecto de un estadista liderado por Gustavo Petro. ¿Será posible que pese a la falta de cultura política, la población (especialmente las mujeres) le apostará a la construcción de un Gobierno basado en la inclusión y justicia social y no en un proyecto liderado por Hernández, quien considera que las mujeres deben estar en la casa y no gobernando?
Si analizamos las alianzas políticas y sumamos los votos que sacaron los candidatos en esta primera vuelta, se podría decir que Rodolfo Hernández ganaría la Presidencia, pero en cuestiones electorales lo cuantitativo no siempre es estático.
Hernández además de captar votos de un grupo empresarial también lo hizo de los sectores denominados independientes, quienes rechazan las políticas del uribismo y sienten temor (infundado desde los medios de comunicación) a un hipotético Gobierno de Petro. Ahora bien, el anuncio de Federico Gutiérrez y de algunos congresistas del uribismo de apoyar la candidatura de Hernández le podría restar votos, pues los independientes retirarían su apoyo y se dispersarían.
Aunque el propio Rodolfo Hernández continúa con su discurso de “candidatura independiente”, lo cierto es que el uribismo y sus clanes políticos aprovechan cualquier escenario y espacio (medios tradicionales de comunicación, redes sociales, encuentros) para expresar su respaldo a esa candidatura.
Por otra parte, el Pacto Histórico tiene la misión de conquistar ese 45,09 % de colombianos que se abstuvieron a sufragar, a su vez podría sumar votos de algunos dirigentes de los denominados “centro”, al mismo tiempo, deben continuar con la pedagogía de su programa de Gobierno, especialmente el punto de economía y emprendimiento en pro de entablar alianzas con grupos empresariales.
Los ataques contra Petro se dirigen a su supuesta animadversión con los empresarios, aunque en sus propuestas se proponga mayor dinamismo económico-productivo con participación empresarial y respeto a la propiedad privada. Es menester que para esta segunda vuelta, el Pacto Histórico reitere la necesidad de una auditoría por parte de la comunidad internacional al software de preconteo y escrutinio de votos.
La coyuntura es incierta, estamos ad portas de una oxigenación sociopolítica representada por Petro y un populismo que nos mantendría en la vorágine de la desigualdad y violencia. El pueblo colombiano merece un Gobierno más humano, capaz de sembrar las semillas de la modernidad, paz, democracia y justicia social, las cuales nos permitirán construir un futuro digno para las nuevas generaciones.
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