Es con el marxismo científico y su análisis histórico del capitalismo que emerge la utopía socialista en América Latina; sale a luz como movimiento político casi al mismo tiempo que el anarquismo a finales del siglo 19 y principios del 20. Podríamos afirmar que asi comienza la izquierda latinoamericana, aunque se habían dado sin duda batallas importantes en tiempos anteriores, como las luchas mismas por la independencia, la lucha contra la esclavitud y levantamientos de aborígenes y trabajadores de la tierra. El liberalismo político laico que anteriormente había creado fuerzas fue quedando atrás, en tanto se perdió su rol histórico en el nuevo escenario de luchas de los pueblos y trabajadores latinoamericanos. Pero, no porque su rol histórico estuviese superado, estas organizaciones liberales dejaron inmediatamente de existir, o de presentarse engañosamente como defensoras de los intereses populares o como alternativa frente a la opresión conservadora y tradicional.
En el cono sur de América, que incluye a Argentina, Uruguay y Chile, las organizaciones laborales y sociales y los movimientos y partidos políticos que estas fundaron, fueron adquiriendo perpectivas anarquístas y socialistas. La dirección teórica y práctica de sus luchas revindicativas y la visión dominante de su proyecto igualitario, participativo, en favor de la justicia social y económica, tuvieron esta orientación al favorecer la creación de una sociedad nueva.
Por ejemplo, en 1896 se funda en Argentina el Partido Socialista que es lidereado Juan B. Justo y que para 1904 tiene su primer diputado socialista en toda América Latina en la persona de Alfredo Palacios. En Uruguay, al otro lado del rio de La Plata, el Partido Socialista se funda en 1910, su vocero, principal dirigente y primer diputado es Emilio Frugoni. Y en Chile el Partido Socialista se funda en 1933 y entre sus fundadores está Salvador Allende. Además, posterior a la Revolución Rusa de 1917, surge el Partido Comunista en Argentina en 1918, en Uruguay en 1921, y en Chile en 1922 -aunque en Chile este había nacido realmente en 1912 con Emilio Recabarren bajo otro nombre, el de Partido Obrero Socialista.
A lo largo de todo el siglo 20 se va tejiendo la lucha por el socialismo y la dignidad de los pueblos latinoamericanos, lucha en la que participan no sólo anarquistas, socialistas y comunistas en esta tarea sino un número de frentes sociales y políticos que incluyen numerosas otras corrientes y organizaciones -como por ejemplo trostkistas, movimientos de liberación nacional, maoístas, cristianos de izquierda, y partidos y movimientos sindicalistas y de campesinos y otros. Todos, sin excepción, contaron con sacrificados militantes y dirigentes, hombres y mujeres animados de mucha energía para luchar, muchos de ellos pagando un precio alto por su participación y militancia, incluyendo sus vidas y frecuentemente prisión y tortura.
En el siglo 21 podemos preguntarnos sobre el legado del último siglo de luchas. ¿Que relación tienen los nuevos proyectos liberadores con los viejos? ¿Que raíces nutren a los proyectos que han logrado hasta ahora resistir los poderosos golpes del imperialismo en América Latina -Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Venezuela? Y ¿que relación tienen esas raíces con las estructuras políticas que representan hoy (en el Cono Sur) a socialistas y comunistas, y sus proyectos de antaño?
En el cono sur podemos encontrar una respuesta que deje poco espacio a dudas.
Sin duda, el giro mundial por el que una gran mayoría de izquierdistas de tradición se convierte a partir de fines de los 80 en derechistas deja casi sin aliento las luchas anticapitalistas, antiimperialistas, de los pueblos del mundo. Es un cambio de paradigma que se hace evidente en los partidos socialistas y comunistas en Argentina, Uruguay y Chile, así como también en otros paises latinoamericanos.
Primero son los socialistas chilenos quienes aprovechan el espacio que merge a fines de la década de los 80 debido a la necesidad de recambio político, y que pone fin a la dictadura civico-militar chilena lidereada por Pinochet. Este espacio fue legitima y fundamentalmente creado por la lucha antidictatorial, lucha que alerta al poder (particularmente al poder imperial) sobre la realidad de que la existencia misma de la dictadura justifica que se la enfrente por las armas y que puede hacer llegar a peligrar la estructura misma del poder en Chile. Con el fin del regimen pinochetista el gobierno queda en manos de los socialistas, que gobiernan durante 20 años en la Concertación. Nadie puede acusar a la Concertación de que haya gobernado en favor del pueblo, de los intereses legítimos de la nación, o en favor de un proyecto socialista. Los socialistas hacen de todo menos socialismo. De hecho se convierten en derechistas tanto o más repugnantes que cualquier derechista anterior a ellos, demostrando una notable capacidad de manipulación del pueblo y de la opinión pública mundial.
En Uruguay, los socialistan llegan al poder por otro camino, si acaso más legítimo en cuanto a que es esfuerzo propio, con una coalición de izquierda que llevaba 30 y más años en la lucha por ser gobierno, el Frente Amplio. Era un proyecto legítimo y que unificaba las esperanzas de la mayoría de los uruguayos en cuanto a establecer un proyecto popular con miras al socialismo. Finalmente, el Frente Amplio consigue llegar a gobernar el 2004. El primer período de gobierno está a cargo justamente de un socialista, Tabaré Vazquez, que es presidente pero que no demora casi nada en probar que no tiene ni la menor intención de poner en práctica las medidas anunciadas durante décadas. Estamos de nuevo en presencia de otro “socialista” que no tiene ni la menor intención de implementar un proyecto socialista, otro impostor de la izquierda.
En Argentina, los socialistas sufren ya en 1958 una significante división, una de las tantas divisiones que afectan su historia. Para el 2002 se reunifican despues de 44 años pero están muy lejos de representar el proyecto socialista que habían defendido por décadas. Hoy cuentan con media docena de diputados nacionales y con un gobierno provincial (Sante Fé). Los socialistas en Argentina están muchas veces muy cerca de los radicales, con quienes se aglutinan formando una derecha alternante.
Los Partidos Socialistas del cono sur son miembros hoy de la Internacional Socialista, una Internacional en completa bancarrota ideológica, copada por oportunistas, derechistas de toda laya y delincuentes políticos (en sus filas incluye al APRA de Alan Garcia, de Perú, y a Acción Democrática de Carlos Andrés Pérez, de Venezuela, este último un ex-presidente acusado no solo de robo sino de genocidio). Estos partidos socialistas latinoamericanos no nacieron corruptos, han sido heterogéneos a lo largo de su historia y de sus filas salieron dirigentes y revolucionarios de honor, algunos han sido ejemplo para generaciones, además de que creían seriamente en la posibilidad del socialismo y favorecían proyectos de justicia para los pueblos.
Algo similar les ha sucedido a los partidos comunistas en el cono sur. Sin duda fueron golpeados duramente por las dictaduras cívico-militares en estos tres países y por el fin de los socialismos europeos y de la Unión Soviética décadas atrás. Entonces faltaron, quizás, análisis más serios del significado de estas hecatombes y de la necesidad de asumir responsabilidades políticas e ideológicas al respecto.
En Chile, el Partido Comunista fué el sobreviviente quizás mas fuerte del desastre general y, llevó en gran parte el liderazgo de la izquierda chilena durante las dos últimas décadas del “reinado derechista” de la Concertación. Pero el esfuerzo que mantuvo heroicamente Gladys Marin culminó con el apoyo condicional al gobierno de la Concertación a cambio del logro de tres puestos en el parlamento chileno. A pesar de esto continúa, al menos por el momento, proclamándose en apoyo a Cuba, Venezuela y otros proyectos latinoamericanistas.
En Uruguay, el Partido Comunista, es una de las organizaciones fundadoras del Frente Amplio desde 1971 y continúa siendo miembro fiel y socio cooperante con las políticas neoliberales que el Frente asume e implementa. Cuenta con puestos ministeriales, de muy bien pagados sueldos, además de su senador y diputado.
En Argentina, el Partido Comunista abandonó a la Izquierda Unida, pequeño frente con el Movimiento Socialista de los Trabajadores y otros grupos de izquierda, que había logrado cierto apoyo electoral. Hoy simplemente apoya al gobierno de Cristina Fernández en algunas áreas y admiran al Frente Amplio uruguayo, al tiempo que como sus homólogos solidarizan con Cuba y Venezuela.
El fin del rol histórico de ideologias y organizaciones políticas es marcado por el abandono de principios y proyectos de cambio social fundamentales a su existencia misma. En América Latina, y en particular en el cono sur, surgieron proyectos liberales que fueron seguidos por proyectos radicales y luego por otros proyectos políticos, que buscaron reformar las instituciones del estado. Por ejemplo, en Chile luego de los proyectos radicales (del Partido Radical) aparecen los Demócratas Cristianos con su proyecto que es basado en sus principios (el humanismo integral de Jacques Maritain, principal diseñador para las Naciones Unidas de la Declaración de los Derechos Humanos). Aunque esto no significó en la práctica que se implementaran grandes cambios en las relaciones capitalistas o beneficios para el pueblo chileno, los democrata-cristianos de entonces trazaron un camino de reformas, importantes en su tiempo, que hoy como partido no tienen. De forma similar, hoy la mayoría de las organizaciones de izquierda, aunque conservan su nombre, su discurso y sus símbolos, tampoco tiene proyecto detrás. Igual que liberales, radicales y democratacristianos, ayer, los socialistas y los comunistas del cono sur hoy están sin proyecto. Se han transformado en mercaderes de la política.
Hoy, en la mayoría de los paises latinoamericanos y en el mundo, vivimos un totalitarismo político bipartidista, un totalitarismo ideológico y económico como nunca antes. Incluídos en ese totalitarismo bipartidista están los mercaderes de la política, que se hacen llamar “progresistas” y que no tienen proyecto de transformación alguno, pero viven del pasado, cuentan con el discurso, usan el lenguaje de la izquierda de antaño. No son alternativa a la derecha, no lo pueden ser, porque son la “otra derecha” la que tiene cara de izquierda. Si han logrado engañar, porque tienen los apellidos “correctos”, el pasado “correcto”, o poco examinado, no engañarán siempre. Sus días también están contados. Son parte del saqueo económico a nuestra gente, obedientes febriles de los ricos, amigos infatigables del imperio, acerrimos enemigos de todo proyecto de izquierda verdadero.
¿Quienes quedan? Queda gente decente de izquierda, que no se ha vendido, los salvados de las aguas. Estos se suman a los nuevos actores, los nuevos sujetos transformadores, que continúan emergiendo y que portan elementos importantes que muestran la complejidad de una agenda para el cambio -que incluye desde salvar a un niño de los escombros de la miseria hasta luchar en favor del agua y el aire que necesitamos para vivir. Son nuevos espacios y desafíos. Están, muy importante, los proyectos nacionales y de integración continental, que sin ser tan revolucionarios, de compararlos con los proyectos socialistas y comunistas de antaño, son proyectos válidos de transformación y son blanco continuo de los ataques del imperio, sus aliados y representantes, que al atacarlos los legitimizan.
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