Mujica, en su camino hacia la casa de gobierno, al frente del Movimiento de Participación Popular (MPP), fundado en 1989, ha ido rebajando, hasta desconocerlo, elección tras elección, el programa fundacional de liberación nacional y social (antiimperialista y antioligárquico) cuyos ejes principales (el no pago o moratoria de la deuda externa, la ruptura con los organismos financieros internacionales, la nacionalización de la banca y el comercio exterior, la reforma agraria, la mejora sustancial del salario y la jubilación, las nacionalizaciones o estatizaciones de los resortes fundamentales de la economía del país, como la industria frigorífica, etc.) que nuclearon a generaciones de luchadores de izquierda.
Mujica llega al sillón presidencial, renegando de su pasado tupamaro como guerrillero arrepentido, pidiendo disculpas por haberle levantado la mano a oligarcas y banqueros, por haber ejecutado a esbirros torturadores de la dictadura, de haber secuestrado a diplomáticos imperialistas, por haber atentado contra empresas multinacionales, ante las cuales se arrodilla pidiéndoles apoyo financiero después de miles de acciones cuyos volantes y proclamas tupamaras consideraban al “imperialismo enemigo de la humanidad” Mujica, llega al sillón presidencial, garantizando la continuidad de la línea económica fondomonetarista y neoliberal en manos de Astori, artífice del sometimiento al FMI y Banco Mundial, de mantener al país como plaza financiera con secreto bancario estimulando todo tipo de lavado de capitales ilegales, lugar privilegiado para la inversión extranjera con libre entrada y salida de capitales y ganancias, con tratados de libre comercio, con tratados de protección de inversiones, promoviendo latifundios sojeros y madereros en contra de la soberanía alimentaria y autorizando gigantescas plantas de celulosa comprometiendo el futuro ambiental de la región.
Mujica llega al sillón presidencial, garantizando las relaciones estrechas con el imperialismo tras la agachada con el genocida Bush y ahora con Hillary Clinton de por medio, con la complicidad en el envío de tropas nacionales a la política imperial de intervenciones (Haití y el Congo), la búsqueda de acuerdos con los partidos de la oligarquía hacia un gobierno de coalición nacional y el mantenimiento de la impunidad de los violadores de DDHH, en su mayoría de las Fuerzas Armadas.
Mujica, llega al sillón presidencial, como comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, cuyos mandos actuales (Coroneles y Generales) eran oficiales de bajo rango (alférez, teniente, guardamarinos, capitanes, etc) comprometidos directa o indirectamente con las violaciones a los DDHH, bajo la dictadura terrorista de estado. Fuerzas Armadas, que hace cuarenta años defendieron a un estado burgués con una línea económico-social fondomonetrista y pro imperialista, la misma línea fondomonetarista, neoliberal y continuista que Mujica representa.
Mujica llega al sillón presidencial, con la banda presidencial pagada por una de las empresas más explotadoras y perseguidoras de la organización sindical como Fripur, con un festejo popular mancillado por una colecta que lo costea entre las grandes empresas, con la flor y nata de los grandes burgueses regionales reunidos en el Conrad juramentando que no habrá expropiaciones, ni impuestos a los capitalistas, mientras que el 80% de los ingresos del estado recae sobre las espaldas de los trabajadores.
Mujica llega al sillón presidencial, burlándose trágicamente de la sangre derramada de una generación de miles de luchadores sociales, tupas y no tupas, que asumieron la lucha revolucionaria (armada y no armada), por una programa antiimperialista y de lucha por el socialismo.
Mujica llega al sillón presidencial, continuando la senda de los Fructuoso Rivera, quienes traicionaron al artiguismo, convirtiéndose en un payaso cada vez que parafrasea al “Bebe” Sendic, que aspira a ser un “Lula”, mientras que los miles de tupamaros y tupamaras que lucharon bajo su mando, aspiraban a ser como el “Che”, ejemplo del “hombre y la mujer nuevos”.
Mujica llega al sillón presidencial, como expresión política del renegado de izquierda, más allá del respaldo de cientos de miles que ha logrado confundir primero y engañar después. Este presidente, mal llamado “Nardone de izquierda” es uno más de los presidentes de la galería histórica de los de arriba, disfrazado de los de abajo.
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