Que la rivalidad futbolera entre Uruguay y Argentina existe, no es novedad. Que los uruguayos han gozado cada triunfo celeste frente a la escuadra argentina y viceversa, menos.
En el primer campeonato mundial en el Estadio Centenario (1930) Argentina se tuvo que ir, dicen los memoriosos o los inventos de la memoria, con otra camiseta debajo que no pudieron mostrar tras la derrota. Fué el primer logro a nivel mundial, después de los dos olímpicos previos, festejando nuestro centenario de país.
Que nos hemos cruzado muchas veces, ganado y perdido en muchas oportunidades, no hace más que definir el llamado clásico del Río de la Plata. Es habitual, casi costumbre las expectativas, las toreadas recíprocas, las compadradas, los desafíos. Casi diríamos que es lo esperable, es natural, es parte de la esencia del deporte, sobre todo en el fútbol. Hemos también tenido enfrentamientos de clubes, mejores y peores, más sucios y más honestos, peleas, árbitros parciales y justos, resultados amargos y dulces en los dos lados. Se gana y se pierde, es la ley de la vida. Somos rivales en el fútbol, rivales sin duda y está muy bien.
Hace un tiempo largo ya que en Uruguay algo fue cambiando. Junto con las dictaduras, las miserias y pobrezas espirituales fueron creciendo, las cobardías extendiéndose, las canalladas mostrándose.
Al mismo tiempo que en la Argentina nos abrieron las puertas cuando desde acá nos centrifugaban en las épocas de plomo, al mismo tiempo que en el paisito se empezó a silenciar y legitimar la resignación por la goleada contra la subversión, algo se fue transformando desde el cómodo “no te metás” hasta el “en algo andarán” que permitió el resto.
Desde la resistencia nace la fuerza política que ilusiona y cohesiona ideas y trabajo de bases. Los caminos de ambos países se tornan paralelos, allá es mucho más expuesto en contraste con el mundial del 78 que ahogaba los gritos de los torturados con goles y negación de lo que no se quería saber.
Acá la represión más silenciosa con los cómplices civiles que siguen aún impunes (igual que los militares).
Los caminos empezaron a no ser tan paralelos. En Uruguay con la ilusión del “festejen uruguayos” se llega al gobierno (no al poder), se sostiene la impunidad, se refuerza el travestismo ideológico que empezó en el penal de Libertad (sí, cosa de uruguayos; el penal de LIBERTAD, como para cagarse de risa si no fuera de historia trágica).
El travestismo y la traición se completan cuando con trampas y tramoyas, de las que nadie aún se disculpó ni hizo cargo, aquí se decide convalidar la política con la que estuvimos siempre en desacuerdo (desde la izquierda), cuando con palmadas y sonrisitas hipócritas dimos rienda suelta a la canallada representada por la instalación de Botnia y el famoso tratado recíproco con Finlandia. El progresismo reinante y ya no de izquierda, sella una política de entrega de país que sigue siendo regalado a quién quiera llevárselo, mientras el uruguayo vive cada vez peor y torpemente no quiere reconocer la estafa que se acrecienta día a día.
Creo que fue la frutilla del postre de la traición al hermano argentino. Al hermano que nos trata como iguales allá, al hermano que admira y aprecia genuinamente al uruguayo, al hermano que ayudó al triunfo del FA dando asueto extraordinario para que la diáspora habitante (más de 350.000) pudiera completar la mayoría triunfante de la supuesta izquierda ganadora.
Desde ese gobierno traidor encabezado por el médico que se decía socialista, empezó la demolición de lo que costó 100 años construir en Uruguay, la izquierda fue desideologizada, desmantelada, convertida en una marca registrada que a tres colores suma, mezcla y desorienta tramposamente. Los comités de base, sostén y pilar ideológico del FA se fueron desactivando, el verticalismo se impuso y los tupamaros se convirtieron en putamaros.
Hace años dijimos que estaban haciendo del conflicto por el río Uruguay, un partido de fútbol y que no lo era. Estimular ese racismo antiargentino lleva a que la hipocresía de los uruguayos pregone la hermandad con los argentinos en voz alta, mientras por lo bajo se les critica, se les envidia, se les detesta.
Los argentinos son hipócritamente bien tratados “al peso”, al “cuanto dejan en dinero”, son “bienvenidos” de frente y criticados y envidiados por detrás.
En Argentina se triunfa y se consagran desde los Shakers hasta Jaime, desde Alfredo a Galeano, desde Benedetti hasta La Falta.
Aquí consumimos la cumbia villera y los tinelli, copiamos cuanto formato de programa pedorro existe y los criticamos reaccionariamente repitiendo al monopolio de Clarín y TN sin apreciar las diferencias.
Los K son tan detestados como los gorilas lo hacen allá, no se valoriza ninguno de los logros de Cristina que afortunadamente ha cumplido sus promesas preelectorales, en la misma medida que aquí no se cumplieron.
En Argentina se fue dividiendo al país con mentiras repetidas hasta el cansancio, los gorilas fachos de siempre, los que derrocaron a Perón, los que bombardearon la Plaza de Mayo (y fueron bien recibidos y asilados aquí), los fachos PRO, los del llamado “campo”, los destituyentes, la oposición del llamado “grupo A”, los golpistas, los del “opus dei”, los más conservadores y reaccionarios, los que hundieron al país en el desastre del 2001, los que siguen defendiendo a los genocidas que por suerte y a diferencia de aquí, siguen siendo juzgados, encarcelados y no en cárceles VIP.
Dos paises con actitudes y resultados bien distintos, política e ideológicamente hablando se manifiestan diferentes. Soy nacido de este lado del río, con abuelos del otro lado, con hijos y nietos de ambos lados, la mitad de mi vida o más es argentina. Cuando el clásico del Río de la Plata nos enfrenta espero que gane el mejor, sin trampas ni agachadas, a lo hombre como debe ser hecho. Cuando juega Uruguay contra quién sea soy un hincha más, cuando juega Argentina contra quién sea, también soy hincha de la albiceleste.
Y también del Diego. Del Diego que como ave Fenix resurge de sus cenizas y que como ícono de un pueblo es tan capaz de las peores burradas, de meter la pata como todos, que no es perfecto, que es humano y que se equivoca como cualquiera de nosotros, que descendió a los infiernos y tocó el cielo con las manos, que se juega de frente hasta en sus peores groserías pero de frente, que representa a los humildes de la tierra, a “los nadies” como dijera Galeano, a los comunes, que encabeza el tren del ALBA con Evo y Chavez hacia Mar del Plata cuando nuestro socialista presidente firmó a escondidas un tratadito con el genocida mayor y después se fue corriendo propiciando el ingreso al ALCA.
El Diego que toma partido público por las Abuelas y su búsqueda sin pausas, esa foto que aquí en Uruguay no se vió al igual que en la Argentina gorila y golpista.
Soy de una Patria Grande, Bolivariana, Artiguista, Sanmartiniana, soy de dos orillas que tiene un mismo origen e inevitablemente unidos sus destinos.
Y por que los banco, porque me siento como Artigas dijo en su testamento (1846, dieciséis años después del nacimiento de Uruguay gracias a nuestro héroe nacional verdadero; Lord Ponsomby), como dijo Artigas repito: “…ciudadano de las Provincias Unidas nacido en la Banda Oriental…” porque me indigna la indignidad de algunos (demasiados?) uruguayos que ayer festejaron ruidosamente que Argentina fuera goleada.
Alemania le ganó bien a Argentina, sin discusión y punto.
No es de gente de bien esa actitud, no se le hace al llamado “hermano” eso. Admito la burla, la cachada, la tomada de pelo.
Me parece de canallas festejar con el vencedor de mi hermano. De un hermano al que se le debe tanto, de un hermano con el que puedo enojarme pero no por eso es mi enemigo, un hermano rival (como todos los hermanos en algún momento) pero no enemigo.
Entonces para esos uruguayos de mierda que ayer festejaron esta derrota real y contundente de los argentinos, para esos uruguayos pobres de espíritu y mediocres que se alegraron intensamente e hicieron sonar sus bocinas y petardos, que sacaron banderas alemanas a la calle, a esos uruguayos que quiero creer son minorías (y a veces parece que no…) vaya mi desprecio público y esta verguenza ajena que siento de ser parte de este pueblo como parte del otro, que no es lo mismo pero es igual.
Finalmente:
Al que le quepa el sayo que se lo ponga!!!
A la celeste : Vamo´arriba!!!
Al gran pueblo argentino SALUD!!!
Al Diego: que nunca faltes y GRACIAS por ser el ejemplo vivo de que es posible caerse muchas veces pero, siempre también es posible el levantarse una vez más a continuar la lucha.
Fernando Silva Ansuas
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