Por: Carlos Echazú Cortéz
Después de todo lo ocurrido en el golpe del 2019, y de lo que ha acontecido hasta ahora este año en esta nueva arremetida golpista, no es posible considerar que COMCIPO, tampoco el Comité Cívico de Santa Cruz, serían organizaciones cívicas. Todo el contenido de su discurso es político, de ninguna manera, cívico. Tampoco se trata de un discurso ubicado en el centro del espectro político, con el que a veces podría confundirse un planteamiento cívico. Es más bien un discurso político radical de extrema derecha. Por eso resulta en una gran impostura que organizaciones políticas de extrema derecha, vale decir, fascistas, pretendan presentarse como entes cívicos y mayor impostura aún que pretendan representar al pueblo, como lo hacen con frecuencia, en sus desquiciadas y agresivas declaraciones.
Lo que revela, sin embargo, con más claridad aún, su carácter fascista, es el despliegue de grupos violentos que actúan organizada y planificadamente contra objetivos políticos cuidadosamente identificados. Así por ejemplo, durante el golpe de Estado de 2019, el secuestro del hermano de Víctor Borda y la quema de su casa, fue un golpe político con el premeditado objetivo de hacerlo a un lado de la sucesión constitucional. Era parte del entramado político para generar el tan mentado vacío de poder, con el que luego justificarían la autoproclamación de Añez. El hecho de que el ataque al entonces ministro de minería, Cesar Navarro, siguiera el mismo libreto, es decir, secuestro a un pariente (en este caso el sobrino) y quema de su casa, implica planificación y premeditación, de ningún modo, espontaneidad. ¿Donde se realizó esa planificacion?, No pudo ser en otro lugar que no sea COMCIPO. ¿Cuál el objetivo en este caso? Anular a quienes suponían podrían dirigir una resistencia al golpe. Para mayor ilustración está la quema de los ambientes, del tribunal departamental electoral. En este caso, el objetivo político está a la vista: la anulación de las elecciones del 2019.
Ahora bien, lo que se está a tratando de mostrar con estas líneas es el gravísimo error que se comete con frecuencia en la izquierda, cuando se subestima al fascismo. Se han expresado posiciones que niegan la presencia del fascismo, porque en un ingenuo ejercicio intelectual, se compara con los clásicos fascismos de la Europa de entreguerras y de la segunda guerra mundial y se encuentra que no se corresponden. Entonces se concluye que no hay fascismo acá. Cuando más, y como una concesión teórica, se dice que son grupos «fascistoides» o «neofascistas». Alternativamente, se utiliza el término fascista como un adjetivo para caracterizar la conducta racista y/o violenta de algún individuo o un grupo. Eso es completamente insuficiente y se peca de subestimación al fascismo.
Lo que las ilustraciones arriba presentadas muestran es ORGANIZACIÓN, detrás de objetivos políticos. Eso es mucho más grave que simplemente conductas racistas y violentas. Más bien implica que existen organizaciones, encubiertas con el disfraz de cívicas, que tienen objetivos políticos ultraderechistas de desarticular el proyecto del proceso de cambio y que para ese fin tienen como método particular la violencia sistemática para eliminar a sus oponentes políticos e infundir el terror en la población de extracción popular, que naturalmente está inclinada favorablemente hacia el proceso de cambio. Este fue el objetivo en el último ataque que realizaron, asesinando a Basilio Titi, un humilde campesino, que como otros de sus compañeros habían «osado» entrar en la plaza central de Potosí. Nunca la expresión TERRORISMO ha tenido mejor referencia que los grupos fascistas, justamente porque buscan infundir el terror.
Estamos entonces ante la emergencia de fuerzas fascistas, organizadas y financiadas por las oligarquías tradicionales que han comprendido que ya no pueden obtener, menos mantener, el poder político en el país, mediante las formas pseudo democráticas que usaron durante el período neoliberal. Si la izquierda no es capaz de captar esta nueva situación, será incapaz de enfrentar al fascismo que, repito, es mucho más que conductas racistas y violentas de individuos o grupos. Es el tema del poder el que está en juego.
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