Por: Rubén Ramos
Bolivia era, hasta el 2006, el país más pobre y atrasado de América latina. Estaba a la “cola” del mundo. Hoy, el Estado Plurinacional, es uno de los cuatro países de América latina y del Caribe libre de analfabetismo. (Los otros tres son Cuba, Venezuela y Ecuador). Terminó el ejercicio económico 2013 con un crecimiento bruto interno (PBI) del 6.5% en lo que constituye un record histórico para esa nación que desde 2006 a la fecha triplicó este indicador pasando de nueve mil millones a treinta mil millones de dólares.
Esto alcanza significación histórica porque como dijera su presidente, Evo Morales, se debe al esfuerzo del pueblo boliviano, a su sector productivo y a las nacionalizaciones llevadas a cabo por su gobierno como parte del conjunto de transformaciones estructurales de la revolución democrática y cultural iniciada el 2006. No se trata del crecimiento “con inclusión social” siguiendo el modelo macroeconómico impuesto por la dupla FMI-BM y cuyos beneficios usufructúan estas instituciones junto al BID, a USAID y a sus “socios” inversionistas extranjeros, y que hace del pueblo un mendigo de las limosnas que implica la “sagrada ayuda externa”.
Bolivia, es un Estado libre y soberano que decide su modelo económico, y las políticas públicas y sociales que le son inherentes, con el consenso del pueblo organizado y con plena autonomía. No depende de “Programas de Ajuste Estructural”, ni de “Estrategias Alianza País”, ni de “manualitos” sobre políticas sociales como los que impone el BM a todos los gobiernos de América Latina y del Caribe sujetos al modelo neoliberal establecido en el “Consenso de Washington”.
Las políticas, planes, programas y proyectos antes impuestos por las instituciones financieras internacionales son, ahora, hechura propia de los bolivianos en una clara demostración al mundo, que es sólo así, como las estrategias económicas para el crecimiento, la industrialización y el comercio libre se pueden traducir en bienestar y calidad de vida para los sectores marginados, los niños, los ancianos, los escolares, los discapacitados.
Pero, la Revolución Bolivariana de Bolivia no es sólo esto al término del 2013. Es la revolución que remontando una secular historia de entreguismo de sus riquezas mineras y agrícolas y de sobre explotación de su población campesina y obrera, supo erigirse en vanguardia de los pueblos revolucionarios donde la clase obrera y campesina y los pueblos originarios asumen la transformación de sus condiciones de opresión con una clara vocación y perspectiva antiimperialista y de integración regional para la construcción de la Patria Grande.
A sabiendas de que para garantizar la sostenibilidad de los cambios resulta clave e ineludible la democratización de la información y del conocimiento, Bolivia puso en órbita, el 20 de diciembre último, su primer satélite de comunicaciones, Túpac Katari (TKSAT-1), iniciando una nueva era para los servicios de telefonía móvil, televisión e internet en ese país andino. Bolivia se suma así al esfuerzo integrador en las comunicaciones y la información, iniciado por Venezuela para toda nuestra América.
El satélite boliviano mejorará la calidad educativa, modernizará la investigación científica y los servicios de salud en áreas rurales. Permitirá monitorear los ductos de exportación de gas, el transporte de electricidad y permitirá evaluar los impactos ambientales por la extracción de materias primas.
“Túpac Katari” es además un satélite de comunicaciones con capacidad para retransmitir información a terminales que serán instaladas en poblaciones rurales bolivianas de difícil acceso, que viven hasta hoy, prácticamente en aislamiento y donde es imposible establecer redes de telecomunicación terrestre.
El satélite fue construido por científicos y especialistas bolivianos y chinos en modernos laboratorios de la República Popular China. Bolivia es ahora un país tecnológicamente competitivo a nivel continental. No para asegurarles “renta” a los mercaderes de la miseria, sino para procurar los conocimientos y capacidades que aseguren a su población competitividad para el uso racional de sus recursos, su producción y productividad, la satisfacción de sus necesidades sociales.
Más allá de su significación histórica, el hecho dignifica y enaltece la lucha de un pueblo cuyas generaciones precedentes jamás claudicaron ante la arrogancia y corrupción de los “milicos” que usufructuaron de la gesta libertaria de Bolívar y de Sucre; que se coludieron con el imperialismo inglés y norteamericano para que juntos con la oligarquía conservadora primero y “La Rosca” liberal después, acabaran con las riquezas de plata y de estaño; que ejecutaron los salvajes golpes militares genocidas obedeciendo órdenes del Pentágono y de la CIA; que ahogaron en sangre las protestas populares y la lucha libertaria del Che.
Lo hecho por la Revolución Bolivariana de Bolivia ratifica el sentido de la “Tesis de Pulacayo” surgida en aquel Congreso Minero de Pulacayo, en 1946, ubicándola en la perspectiva de los desafíos presentes que supone la agresión y el terrorismo imperialista y su acción sediciosa al interior de las organizaciones y del pueblo boliviano.
Enaltece la ética política de su actual conducción revolucionaria personificada en quien a los 16 años ya tenía claro que el único camino hacia la liberación y la independencia económica está en el pueblo y en sus organizaciones representativas con una clara identificación antiimperialista. Tras una consecuente trayectoria de lucha en esta perspectiva, Evo Morales a los 24 años, fue elegido Secretario General de los Trabajadores Cocaleros que se oponían al control norteamericano de la hoja de coca para su conversión en cocaína y el envenenamiento del mundo. Llegó a la presidencia de su país en 2005, tras haber sido elegido dos veces diputado con el 80% de la votación y haber mantenido las banderas de la lucha antimperialista con la misma consecuencia que los otros líderes históricos contemporáneos como Fidel, el Che, Hugo Chávez.
Esto resulta importante remarcarlo porque con Morales EEUU se equivocó en la aplicación de la tesis del “régimen permanente”. Según ésta, no importa quien pueda ser electo, mientras la institucionalidad básica del poder (ejército, poder judicial, iglesia, burocracia servil y “prensa libre”) sea controlada por las instituciones financieras de crédito (FMI, BM, BID, USAID) y la embajada norteamericana.
También se equivocó respecto a que para garantizar la gobernabilidad hay que dejar que el comercio y el medio ambiente dependan de las decisiones de la Organización Mundial de Comercio (OMC), de la OCDE y de sus TLC; que la educación, la ciencia, la tecnología y la cultura las manipule UNESCO; que la infancia dependa de UNICEF; la salud de la OMS; la migración de la embajada norteamericana (a fin de franquear la entrada de mercenarios de la NED, el IRI, las Freedom House).
Morales actuó con prudencia pero con entereza. Bolivia no decide su economía de acuerdo con las imposiciones del FMI y del BM. Tampoco tiene un ministro de economía designado por este Banco, ni ningún otro digitado por el BID o USAID, la Trilateral, la DEA, la propia CIA o la embajada norteamericana. Bolivia es un país libre y soberano. Dejó la “cola” para ponerse a la cabeza de los pueblos de nuestra América.
Bolivia es, como dijera su Vicepresidente Álvaro García Linera, “un país decidido a disputar el liderazgo científico y tecnológico a nivel continental en aéreas específicas de su economía”. De una economía que crece y crecerá con las capacidades que ahora se multiplicarán para el pueblo gracias a la igualdad de oportunidades que les permite a los bolivianos ser dueños de sus recursos naturales, manejar su producción y su comercio, acceder a créditos y tecnología entre Estados y no al que instrumentalizan las instituciones financieras del imperio para sus propios fines y la reproducción del colonialismo.
La prensa decadente de Perú no dijo nada respecto a la puesta en órbita del satélite boliviano. No es de extrañar, pues tampoco dijo nada ni del primero ni del segundo lanzado por el gobierno Bolivariano de Venezuela, en el 2008 y el 2012. El primero, llamado Simón Bolívar, con características similares al Túpac Katari boliviano para facilitar el acceso y transmisión de servicios de datos por Internet, telefonía, televisión, telemedicina y teleeducación, sobre todo en aquellos lugares con poca densidad poblacional, consolidar los programas y proyectos ejecutados por el Estado en lugares remotos, garantizar puntos de conexión con el satélite a fin de garantizar información y comunicación en tiempo real e impulsar la integración latinoamericana. El segundo satélite, bautizado como Miranda, en honor al maestro bolivariano Francisco Miranda, es un satélite de “observación terrestre”, similar a los satélites que tiene EEUU instalados en el espacio para espiar. El venezolano, sirve para la elaboración de mapas cartográficos, evaluaciones de suelos, de recursos hídricos, de siembra, cosecha y producción agrícola, de zonas en peligro de desertificación. Igualmente sirve para la obtención de información sismológica para la prevención de desastres. (Bolivia se apresta a construir un próximo satélite similar a éste que llevará el nombre de la líder originaria Bartolina Sisa que murió descuartizada, al igual que su esposo Julián Apaza (Túpac Katari), durante la lucha contra el colonialismo español).
La “prensa libre” tampoco informó nada del lanzamiento del satélite ecuatoriano “Pegaso” que desgraciadamente chocó con basura espacial dejada por los norteamericanos en su desesperado afán por instalar todo tipo de aparatos para generar terror entre sus propios habitantes, espiar gobiernos, asesinar líderes mundiales.
No dijo algo sobre el segundo nanosatélite Krysaor (NEE-02), gemelo del anterior, construido completamente en Ecuador y lanzado, como el anterior, desde territorio de la República Popular China, en noviembre del 2013.
El apoyo de China
Entender estos hechos, aparte de su sentido y significado emancipador para los pueblos que constituyen la avanzada histórica en América latina y el Caribe implica también tener en cuenta lo que representa China en la escena mundial. No sólo se trata de la potencia emergente que disputa la hegemonía económica y política del mundo con el sionismo judío-norteamericano que representa el mito de la “civilización occidental”. Se trata, fundamentalmente, del avance de una potencia con una nueva concepción del poder y de la política acorde con la contemporaneidad del nuevo orden mundial que reclama el fin de la unipolaridad surgida después de la segunda guerra mundial y que detenta hasta hoy EEUU. A diferencia de éste, la cooperación china con los pueblos libres de América latina y del Caribe no surge de ningún supuesto “destino manifiesto”, sino de la claridad que emana del convencimiento de que la única posibilidad de supervivencia del género humano es la convivencia civilizada y en paz de los pueblos del mundo respetando sus propias identidades y el arreglo autónomo de sus diferencias y conflictos. No es la guerra ni la “caridad” que se hermanan en la irracionalidad capitalista para el lucro de unos pocos y el hambre y la muerte de millones de seres humanos por minuto.
El convencimiento chino deviene de su pasado milenario de invención y de creatividad que contrasta con el pasado histórico de barbarie y salvajismo que vertebra genéticamente a los europeos de antes y de hoy y que fructificó con el judaísmo, el cristianismo y el catolicismo en guerras, invasiones, destrucción y genocidios dentro y fuera de sus territorios. De esta misma herencia son los europeos que llegaron a territorio norteamericano huyendo de sus propios gobernantes e incluso de sus propias familias y amigos para cometer las mismas “hazañas” de horror y de exterminio con las poblaciones originarias de esa parte de América y con millones de esclavos traídos por la fuerza desde África, China, India. Aún está pendiente de saberse a cuántas centenas de millones de seres que vivían en armonía con la naturaleza y en comunidad, deben los europeos de Europa y de Norteamérica su pasada y actual riqueza, su poder y su soberbia.
No creo que todo esto les sea ajeno a los Humala, los Santos, los Piñera, las Bachelet, las Chinchilla, los Lobo, los Cartes, los Nieto, los Hernández, los Martinelli, y los de antes y los que siguen. Lo que pasa es que sienten que son parte de esa herencia y se enorgullecen. Unos por sentirse blancos y dueños de riquezas cuyo origen encuentra sus antecedentes en las sectas de su pertenencia, y otros, porque al no tener con qué brillar y carecer de inteligencia, lo único que les queda es “frotarse” con el poder de una falsa luz y en extinción.
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