Por: Carloslos Echazú Cortézuentes
Una vez más la derecha en el país pretende insultar el sentido común de nuestro pueblo.
De ese modo, muestra su desprecio a los sectores humildes, pues piensa que, por más absurdas que sean sus narrativas, los sectores populares van a creerlas. De eso, y nada más que de eso, trata la última pretensión que han tenido las oligarquías y sus lacayos pitas.
En efecto, la tesis del «autogolpe» de Evo recientemente «descubierta» por sus pseudointelectuales, no hace más que dejarlos en el ridículo nuevamente.
Veamos qué es un autogolpe y bajo qué condiciones se presenta: los políticos de derecha, acá en Bolivia y en todo el mundo, recurren con frecuencia a las maniobras más infames para afincarse en el poder, por lo que el autogolpe siempre, se presenta en situaciones en las que el poder del gobernante se ve amenazado. En ese marco, el autogolpe se realiza para evitar que la oposición le arrebate el poder, y no para entregárselo, como la derecha estúpidamente lo ha pensado.
El autogolpe se ha presentado de dos maneras en la historia de las luchas sociales. La primera forma es la más común. En este caso el gobernante disuelve el parlamento, y otras instituciones de la democracia y saliéndose del marco legal, gobierna por decreto, desatando una persecución a sus opositores. Para eso generalmente se, apoya en el ejército. Eso fue lo que hizo Fujimori en el Perú el año 1992. Se le ha denominado el Fujimorazo. Algo parecido realizó Germán Busch, acá en Bolivia, el año 1939, cuando se declaró dictador y disolvió el Congreso.
La otra modalidad consiste en que el gobernante, justamente para evitar que su oposición le arrebate el poder, se lo entrega a los militares que instauran un gobierno de facto, dejando sin efecto todo el marco legal bajo el cual su oposición estaba por arrebatarle el poder. Eso fue lo que hizo Mamerto Urriolagoitia en Bolivia el año 1951, desconociendo la victoria electoral del MNR. En nuestra historia, este episodio ha sido denominado el Mamertazo.
Como se puede apreciar lo que se atribuye a Evo, es decir, supuestamente haber pedido a las organizaciones sociales que, a su vez, ellas pidan su renuncia, no se enmarca en ninguna lógica de autogolpe, pues el gobernante que recurre a esa maniobra, lo hace para mantenerse en el poder, ante el riesgo de ser destituido o, en su caso, para evitar que su oposición tome el poder.
Por otro lado, a modo de instruir en lógica elemental a la derecha obscena, conviene resaltar algo que ya lo han señalado desde muchos ámbitos, quienes utilizan un poquito de sentido común: Así fuera cierto que Evo hubiera requerido a las organizaciones sociales que pidan su renuncia (algo que ha sido negado por quienes estuvieron en esa reunión), eso no significa, de ningún modo, que «se derrumbara la teoría del golpe». El golpe no es una teoría, más bien es la caracterización de lo que la derecha fascista y racista de este país acometió en noviembre de 2019 y eso está probado de muchísimas maneras; por ejemplo, 1) en el secuestro del hermano del presidente de la cámara de diputados, Víctor Borda, (que se encontraba en la lista de sucesión constitucional) bajo la amenaza de matarlo, si no renunciaba; 2) en el despliegue de las bandas paramilitares racistas de la unión juvenil cruceñista y de la resistencia K’ochala, que sembraron de terror a las poblaciones humildes indígenas; 3) en la quema de los tribunales departamentales electorales; 4) en el acuerdo que llegaron Camacho y su padre con el ejército y la policía «para, que no salieran»; 5) en la transferencia de fondos de Camacho a la cuenta del comandante de la Fuerza Aérea, Gral Terceros, en los momentos que se realizaba la arremetida fascista; 6) en el motín policial, dirigido nada menos que por la oficialidad; 7) en la «sugerencia»/advertencia de las Fuerzas Armadas para que Evo renunciara, pisoteando el deber constitucional que tienen de no deliberar; 8) en la autoproclamación de Añez en recinto parlamentario vacío; 9) en la subordinación de las fuerzas Armadas a Añez, incluso antes que se posesionara; 10) en el envío de municiones del gobierno argentino a la policía boliviana sin que el gobierno de Evo lo conociera, menos lo aprobara; 11) en la ilegal reunión de la Universidad Católica donde decidieron que Añez seria presidente; 12) en las masacres de Sacaba, Senkata y Ovejuyo, que se constituyó en el aplastamiento de la resistencia al golpe, bajo el infame eufemismo de “pacificación”.
Todas estas pruebas del golpe son apabullantes y la pretensión de la derecha de haber encontrado un «autogolpe» es simplemente ridícula.
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