Por: Jhonny Peralta Espinoza
Una crisis de pensamiento es una crisis de ideas, que se expresa en discursos, mensajes, argumentos sin sustentación, es un pensamiento que no aprovecha ninguna coyuntura o crisis política para transformar las desventajas en ventajas; por tanto, esa crisis de pensamiento, también es una crisis del sentido y de la significación de la acción política, situación que llevará a la crisis de la credibilidad de cualquier proyecto político y de su liderazgo.
Casi siempre la crisis de pensamiento se da por la repetición, las inconsistencias, las incoherencias, como por ejemplo no tener una posición contundente sobre la oligarquía separatista, sobre los traidores y oportunistas, sobre los asesinos de Sacaba y Senkata, etc. Pero también la crisis de pensamiento surge por la enorme distancia que hay entre lo que se dice y lo que se hace, por ejemplo cuando se dice gobernar obedeciendo al pueblo, patria o muerte, la lucha es antiimperialista, etc. Por otro lado, esa crisis de pensamiento nace por la ausencia de crítica y autocrítica, por la burocratización del pensamiento, o sea por la repetición cómoda de ideas, provocando en última instancia que convivamos con un pensamiento que solo nos da medias verdades, convicciones débiles y con tendencia a mentir y manipular. En concreto es un pensamiento que no producirá jamás la relación entre la teoría y la práctica.
Mucho hemos escuchado perorar como automatismo la frase: «Sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria», entonces esta sentencia fue comprendida en la acción de leer textos marxistas, leninistas, troskistas, para dizque crear la teoría, cuando la teoría es el resultado de la experiencia de lucha en las calles, en los bloqueos en las carreteras, en las huelgas. Entonces ¿cómo vamos a transformar el país desde interpretaciones teóricas?
El golpe de estado de noviembre superó en organización al intento separatista del 2008, la derecha con más capacidad organizó grupos paramilitares (pititas, resistencia kochala y la unión juvenil cruceñista que ya tenía mucha preparación), coordino con el ejército y la policía e instauró a sangre y fuego uno de los proyectos más reaccionarios y antinacionales de los últimos 40 años. Añez que decidió que los movimientos sociales “jamás volverían” tomo partido y fue junto a Mesa, Tuto, Camacho los que ejecutaron la masacre de Senkata y Sacaba, fueron los momentos más perversos de la derecha, porque al unísono coreaban su victoria sobre el pueblo boliviano a costa de esa sangre derramada.
Los medios de comunicación social, sirvientes de la antinación, manipularon tanto la realidad que intentaron demostrar que esa sangre derramada era una victoria popular; pero esta propaganda dominante y mentirosa fracasó porque no se basaba en la ignorancia y la estupidez del pueblo, a pesar de la cantaleta de llamarnos salvajes, ignorantes, sediciosos.
Y comenzó la desnacionalización de la economía, al país lo condenaron a caer en las garras del FMI, atónitos vemos la ocupación del gobierno por parte de croatas que siempre quisieron dividir el territorio nacional, se diseñan planes de una ocupación por parte de transnacionales de nuestros recursos naturales, y nos machacan con la presencia continua del autoritarismo y el totalitarismo, todo esto para acostumbrarnos a tener una mente colonizada. Pero este programa es incompleto, la derecha no podía quedarse sin mostrar su verdadero rostro que históricamente lo delata, su racismo: “este comité no descansará hasta ver contra las rejas de la ignominia a esta bestias humanas, indignos de ser llamarlos ciudadanos” (Comité Cívico pro Santa Cruz); he aquí la contradicción fundamental que plantea un problema estructural a resolver: si el blanco es un problema para el indio, o el indio es un problema para el blanco, todo porque la derecha nunca tuvo la decisión de construir la Nación.
Lo que es incuestionable, es que los indios y las indias, las obreras y los trabajadores, los estudiantes y las estudiantes, las amas de casa populares, las vendedoras, siempre pusieron el hombro, la sangre y la vida por la Nación y todo porque la derecha ha sido incapaz de cumplir su tareas como burguesía: disminución de la desigualdad y la pobreza; industrialización y desarrollo; dignidad y soberanía; por esta razones la derecha jamás podrá reclutar tras suyo a la mayoría del pueblo, y seguirá con el ejercicio de la violencia como el intento persistente por despojar de la dignidad a los y las indias.
Pero la derrota militar de noviembre fue una fuente fecunda de aprendizaje y de conocimiento, y todo porque el que pierde es más consciente que el sujeto que gana; los movimientos sociales hemos perdido mucho y la derecha ha ganado algo que siempre lo tuvo durante 191 años: el gobierno. Por esa conciencia nacional los movimientos sociales se pusieron en pie de lucha, una decisión que podía provocar varias cosas: que la derecha nos reprima con nuevas masacres, para sentarnos la mano; que los paramilitares en los primeros días nos golpeen duro, como ya tenían acostumbrado; o, comprobar si habíamos recuperado organización después del golpe. Se produjo lo último, habíamos recuperado fuerza organizativa y a medida que se acumulaba fuerza política, progresivamente se añadían reivindicaciones: desde la convocatoria a elecciones, la solución a la reactivación económica y parar la crisis económica, la solución a la crisis sanitaria y educativa, hasta la renuncia de Añez. Y toda esta plataforma de lucha se lo hizo con los únicos métodos de lucha que posee el pueblo boliviano: la huelga general indefinida y el bloqueo de caminos.
Y a medida que crecía la lucha popular, la derecha y sus medios satanizaban a al pueblo, retorcían tanto la realidad que los ministros responsables de las muertes por el coronavirus por omisión de deberes, no era la derecha, sino los movimientos sociales, todo con la intención perversa de que no se note la diferencia: por un lado, una derecha golpista, masacradora y responsable de las muertes por la pandemia y, por el otro lado, un pueblo que arriesga su vida por recuperar la democracia. Esta es la hipocresía de la derecha que repite y recuerda todo el tiempo a “los dominados” que todos los problemas del país se deben a su propio salvajismo “innato” y no a su carácter racista, corrupto e incapaz.
Pero la lucha de clases y racial ya no se podía detener, la derecha y su autoritarismo habían reavivado en el pueblo la pasión por la libertad, y se planteaba una confrontación entre autoritarismo y libertad, una confrontación teñida por el racismo, pero que interpela en gran medida a la práctica política. Fanon habló de la división entre “zonas del ser” y “zonas del no-ser”, las primeras son las occidentalizadas, patriarcales, mayoritariamente blancas y ricos; las segundas son zonas de segregación, pobres, violentas, no-occidentalizadas; esta confrontación política y de zonas no tenía ni debía resolverse por cálculos políticos, por estructuras verticales, por coacciones que solo quieren reprimir supuestas “desviaciones” de la línea, en otras palabras, de la línea que los líderes creían más cómoda para expresar sus egos desmedidos.
Y entonces se aprobó una ley de elecciones, sin consultar al pueblo que estaba luchando por recuperar la democracia, evidenciando que en el país hay dos clases de democracia: la democracia participativa-comunitaria y la democracia caduca que tanto hemos criticado, la de las decisiones cupulares, y lo peor con el aval de la iglesia, partícipe del golpe de Estado, que le quita legitimidad. Todo lo contrario de lo que afirmaba la hermana Segundina Flores: “Siguen traicionando…los señores de clase media quienes conducían el proceso de cambio, quienes conducían al Movimiento Al Socialismo…Esos señores siempre están hablando a nombre de nosotros, a las costillas de nosotros, al sudor de nosotros”; que estaba planteando la legitimidad de las organizaciones sociales como conductoras del proceso de cambio.
A pesar de esa decisión cupular, la gente cansada por una situación extrema de mucha joda, crisis por todos lados, buscaba soluciones inmediatas y estaba al borde de cualquier reacción. Por otra parte, si de algo estaban seguros los movimientos sociales es que solo la movilización popular era la única garantía para cualquier proceso político de transformación, porque las movilizaciones populares demostraban patriotismo y ser democráticos, además que en esos momentos no había ningún partido que luchaba por todo lo que estaban luchando los movimientos sociales.
En política es fundamental tener la iniciativa, y la derecha la tenía desde octubre de 2019, y es casi imposible arrebatar esa iniciativa, pero los movimientos lo lograron; empero la corrección política de esa clase media, que criticaba la hermana Segundina, triunfó sin tomar en cuenta que las conciencias y las ideas no se renuevan, si no es a través de la acción recíproca de los hombres y las mujeres en los bloqueos, las carreteras, las plazas. No se quiso ver, que toda la gente que resistió al golpe, nuevamente estuvieron en los bloqueos, a los que se sumaron otros compañeros; ya era una realidad algo que siempre quisimos tener: una militancia con mística y convicciones, y todo a partir de un hecho colectivo, de la “socialización de las conductas”, de una especie de pedagogía de masas, la semilla de la profundización de la democracia.
Esta experiencia ganada en los bloqueos se constituye en la victoria en el horizonte, porque es el saber de lo vivido, es el saber que «sirve para vivir y para luchar», es una experiencia que nos permite conocer de lo que somos capaces de vivir y de contar, y que, además, forma parte de la estrategia. El futuro de nuestro país, y esto que lo tome en cuenta el MAS, no consiste en imaginar «desde arriba» un nuevo reparto de pegas o una nueva administración de los “bienes comunes”, sino en la creación, desde abajo, de experiencias de autoorganización comunal, que es la base inexpugnable de otra forma de vivir y de pelear por nuestra patria y por nuestros hijos.
Alguien decía: “Saber levantar un bloqueo no quiere decir mucho si al mismo tiempo no se sabe cómo vivir detrás de él”, al final de esta batalla que dieron los movimientos sociales, nadie podrá destruir esta experiencia, que tiene nuevos formas y contenidos de lucha, pero que, también, despierta y hace más radical a la barbarie racista.
Jhonny Peralta Espinoza. Exmilitante Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka.
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