Por: Jhonny Peralta Espinoza
El Estado rentista agoniza quieren imponer un régimen
A principios de año, el Presidente denunciaba un pacto de sangre entre la nueva derecha (evismo-camachismo-mesismo) para derrocarlo, y exhortaba a estar en pie de guerra para responder a esa amenaza; hoy el país nuevamente tiene que confrontarse con la tragedia de su destino, como es el tener un Estado rentista, que vivió de la explotación de sus recursos naturales, y en gran parte esos excedentes económicos, producto de la venta de las materias primas, no se utilizaron en la diversificación de la economía primaria, y cuando se vinieron las crisis de la plata, del estaño, y, ahora, de los hidrocarburos, lo que ocurrió y ocurrirá, y es lo que busca ahora la empresa privada, el ajuste estructural neoliberal. Esto lo percibe la oligarquía reaccionaria, y el Gobierno está en un callejón sin salida. Por esto, la propuesta de Evo Morales, pro capitalista, fomentar la inversión privada con menos impuestos, quitar el IVA para que la empresa privada venda más, créditos blandos para que el capital siga creciendo y los transgénicos para que la oligarquía cruceña duplique su producción, solo tienen que ver, con la intención de que su candidatura sea viable ante la derecha antinacional.
Entonces de lo que se trata, es que el excedente dilapidado o apropiado por los sectores reaccionarios durante 2006 años, y los errores estratégicos del gobierno de Morales, han conducido a que el modelo económico del proceso de cambio, que usufructuaba los excedentes generados por Estado para combatir las desigualdades, conduzcan a este eterno retorno; un presidente sin recursos económicos y que hace todo lo posible para mantener los bonos sociales y una tasa de inflación baja, pero pagando la factura de catorce año del evismo, donde no se sustituyó el rentismo (explotación de recursos naturales) por una economía secundaria (productiva estatal); y se impulsó beneficios y no derechos, creando una subjetividad consumista despolitizada.
El pedido del presidente de estar en pie de guerra en enero de este año, no fue escuchado ni por su gabinete ni por el pacto de unidad, ahora el Gobierno tiene al frente al chantaje puro y duro de la clase dominante reaccionaria, Confeagro, pide la concesión del Estado para usar semillas transgénicas, y generar mil millones de dólares el 2025; o la Caneb, que exige exportaciones sin restricción de precios ni cantidad, y el próximo año ingresar otros mil millones de dólares; o la reacción de la Cainco que se retira del diálogo porque, como el niñato ofendido, no le gusta que le reclamen su falta de conciencia y patriotismo. Esta oligarquía antinacional jamás reconocerá que sus tierras y gran parte de sus créditos bancarios, fueron un regalo del Estado clasista y republicano, y ahora se muestran como los “grandes productores”, que generan el 70% de las divisas con sus exportaciones, pagando mínimos impuestos o evadiendo, y que durante mucho tiempo, como se decía, vivían de «las tetas» del Estado, y que en la época “gloriosa” de 20 años de neoliberalismo, esos excedentes nunca fueron a políticas sociales. Esto significa, como dice Zavaleta Mercado, “que la captación del excedente ha sido siempre un concepto ajeno a la clase dominante en Bolivia”, lo que les importa son sus bolsillos, y no internalizar esos excedentes en provecho de las grandes mayorías, por esto el gobierno y la historia los acusa de falta de conciencia nacional y de patriotismo.
En este sentido, el Gobierno no puede engañarse; la empresa privada, junto a sus aliados, llámese militares; todo el aparato mediático, incluido los que reciben subvención con propaganda estatal; el poder judicial, asumen y han decidido acabar con el Gobierno. Si ayer, esta clase dominante estaba acorralada y arrinconada, y que utilizó al Estado para convertirse en lo que ella es, ahora se ha vuelto en reaccionaria, porque está contra el Estado; el problema a resolver, es que si sus ideas o propuestas, son las ideas que piensan las grandes mayorías. En otras palabras, si lo que piensa hacer la empresa privada tiene un alcance hegemónico o seducción en lo que señala Zavaleta Mercado, la “mayoría de efecto estatal” o sea influir en los sectores populares-indígenas. La respuesta es un no.
La economía no gana elecciones, pero tumba gobiernos
El evismo está derrotado por sus incoherencias impúdicas, decidido ya la anulación de las primarias, Evo dice que no tiene miedo al referéndum, que si el resultado es adverso, “se irá a su casa”, caso contrario, pide una sanción para el presidente, y sigue repitiendo su delirio, “que solo Evo puede salvar a Bolivia”; sin olvidarse meter cizaña, cuando declara que Lucho está buscando un indígena para ser binomio. En este contexto, Ponciano Santos, amenaza por enésima vez con bloqueos a partir del 20 de agosto, si el gobierno no aprueba la cesación de los magistrados, si no soluciona el problema de los hidrocarburos y las divisas. Esta fórmula repetida no encandila ni convence, porque la política también se define por las equivalencias, es decir, si Evo hace política tiene que decir para qué, y es insuficiente decir “que salvará por segunda vez a Bolivia”; sin embargo, el Gobierno tampoco hace política con equivalencias, porque la consigna de “somos el Gobierno de la industrialización”, tampoco repercute ni influye.
Ahora el país ha pasado de la contradicción evismo-arcismo, a la contradicción gobierno-empresa privada, y esta lucha política también lo definirá las equivalencias de la política; y en esta contradicción, la lógica de la economía es la lógica de la guerra por otros medios, los empresarios ya lo plantearon con sus chantajes. Y esto es así, porque la economía de la oligarquía cruceña se acompaña de los equivalentes: competencia, lucha por la conquista del mercado, reducción de impuestos y flexibilidad laboral. Entonces, los empresarios privados al mostrar sus estrategias y tácticas, movilizan su base logística para conseguir sus fines. La economía del gobierno qué equivalencias puede argüir, una acción planteada por la COB, es el control de las divisas, y su equivalente es seguir apostando la lucha contra las desigualdades.
En esta contradicción gobierno-empresa privada, también hay una lucha por la hegemonía discursiva, y será ganada por el discurso que se apropie del concepto de Estado pero en su carácter social y transformador, y aquí el gobierno tiene mucho que plantear en relación a una democracia más inclusiva, una sociedad más igualitaria, la profundización de la democracia. Entonces, si la política va acompañada de equivalencias, se convierte en economía política, que de alguna forma hace proyecciones ideológicas y busca objetivos; por esto, hay que analizar las relaciones entre el Estado, la economía y los movimientos sociales en términos nacionales, porque en tiempos de crisis lo que se impone es la economía política, que sigue siendo compatible con la soberanía de lo político sobre lo económico, que permite la primacía continuada de lo político tanto en el Estado como en los movimientos sociales, siempre y cuando el Gobierno tome partido a rajatabla por el campo popular-indígena. Entonces si juntamos economía con el adjetivo “política”, la economía tiene que influir en un modo particular de gobernar los asuntos del pueblo o de los movimientos sociales, porque una economía despolitizada o un cuerpo político economizado no acaban con la economía como un fin político.
La multitud te da el programa
El presidente está en un callejón sin salida, porque al frente está la amenaza latente del golpe militar, y en su espalda el chantaje puro y duro de la empresa privada que le exige un ajuste estructural. Ningún enemigo le regalará nada, porque la clase dominante reaccionaria, donde el evismo juega de tonto inútil, los militares y todo el aparato mediático, han decidido que el gobierno sea derrocado, ya sea por la renuncia del presidente o por un golpe militar o llegar con un gobierno totalmente deslegitimado, donde el voto popular sea el acto de defunción del proceso de cambio. Frente a esto, el gobierno tiene muchas tareas, una de ellas, es que mediante su política comunicacional, haga entender que la oligarquía antinacional al pedir libertad de acción sin ningún control, está produciendo falsas respuestas, que son respuestas ideológicas; por tanto, las ideas dominantes del empresariado privado no son ni serán digeridas por el campo popular-indígena, entonces estamos ante una clase dominante ajena a los movimientos sociales, porque esas ideas o propuestas de la oligarquía antinacional para ser durables, tienen que ser del interés en algún grado de los propios sectores populares-indígenas. Entonces, la soberanía del Estado, la economía política y los movimientos sociales, deben girar en torno a quién gobierna, quién limita qué poder, quién tiene qué jurisdicción, quién puede tocar qué y quién no. Así, la economía política se convierte en la nueva razón del Estado y del gobierno, y establece cómo gobernar, donde la producción (economía) y la política (poder) no forman instancias o estructuras separadas, y por lo tanto no hay jerarquías entre ellas, sino que son dimensiones que atraviesan a todo el país.
El gobierno no posee el monopolio del sentido común, que es una estrategia necesaria para el mantenimiento de la dirección política, así quien controla el relato, controla el marco de interpretación de la realidad y, en definitiva, controla el poder. Parece que la política ha llegado a su tope, lo que se ve es una lógica de reproducción de sus estructuras y de la conservación del poder, si es que se tiene; seguimos escuchando a Evo, Tuto, Manfred, Doria Medina, Galindo, etc. que hacen política por encima de un ideario. No hay luchas internas que se visten de disputas ideológicas o estratégicas, el latido que las impulsa es más bien la pelea entre facciones internas y luchas por el poder per se. La cuestión es qué estos personajes no expresan democracia y pluralidad, esto no implica que el gobierno piense que la nueva derecha no tiene varios ases en la manga, hacerlo es ingenuo. Como también es cándido no prepararse para enfrentar al golpismo militarista.
La eficacia en la política tiene que ver con la eliminación y/o derrota de todos los intentos que el enemigo ejecuta para destruir un régimen, a esta altura de la coyuntura, cuando faltan catorce meses para las elecciones generales, la retórica política está por demás; todos y todas la voces del evismo, de la izquierda, incluidos la outsider Galindo, representan imaginarios reaccionarios, porque en su derrota y en su impotencia política, se han vuelto conservadores, ya no expresan un imaginario de comunidad, de sacrificio y cultura del heroísmo. Lo que predomina en el panorama político es el caudillismo y la gerentocracia, y si en el horizonte lo único que se vislumbra es el ajuste estructural neoliberal, el presidente puede seguir dos caminos: limitarse a reactivar el lenguaje liberal y buscar los consensos con la empresa privada o bien trabajar dentro de la lógica antagónica, aspirando a constituir un nuevo sentido común y sobre todo una nueva hegemonía, disputando la batalla del espacio público, que es la batalla de la calle y de los medios. La situación por la que atraviesa el país, es una situación que puede tener cualquier línea de fuga, absolutamente desligada de la democracia popular-indígena, pero a lo mejor, a la empresa privada y sus aliados, hay que confrontarles con la movilización y politización de los movimientos sociales, donde los sectores reaccionarios, no puedan negar descaradamente las reivindicaciones populares sobre educación, salud, vivienda y políticas sociales para los sectores más desfavorecidos. Pero esto implica convertir la contradicción gobierno-empresa privada, en la contradicción revolución o barbarie, y un primer acto sería plantear la estatización del comercio exterior, que es el primer paso para cambiar la historia del país.
Jhonny Peralta Espinoza exmilitante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka
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