Por: Oscar Rojas Thiele
¿Y cómo se puede entender lo que pasa? Es claro y evidente, la presión “extranjera” tiene varias formas para afectar a las democracias “inconvenientes”, es decir, las que protegen sus recursos nacionales y las que tienen apoyo popular.
La imposición es indirecta mediante varias modalidades, las cuales han sido perfeccionadas por años y tienen como principales ejecutantes a grupos de “ayudantes”. Entre ellos hay políticos dependientes, personas de toda edad manipuladas por la propaganda negra, agresivos provocadores y operadores encubiertos encargados de los recursos.
La forma repetitiva del accionar en varios países y el remedo coincidente en Bolivia es parte de los procedimientos psicológicos que promueve el Special Activities Center (Centro de Actividades Especiales) de la Central de Inteligencia Americana (CIA), a través del Grupo de Operaciones Especiales, que se ocupa de rutinas paramilitares, y del Grupo de Acción Política, encargado de maniobras políticas encubiertas.
Todo es parte de las estrategias de guerra de baja intensidad y de golpe suave de Estados Unidos para la intervención en cualquier parte del mundo. Y de esto suelen ser cómplices los Estados de Occidente, al tomar como ciertas las utilizaciones de medios convencionales de comunicación y de las redes sociales, puesto que las técnicas del golpe suave tienen como finalidad difundir noticias falsas (fakenews), promover el acoso a militantes de ideologías antiimperialistas, socavar la confianza en los gobiernos populares, denigrar a funcionarios, degradar avances gubernamentales y repetir falacias sin cansancio.
Su misión es hacer pensar que las ideas para cambiar al mundo son caducas. No les interesa sacar al orbe de la racha de más de cuatro mil años de esclavitud y feudalismo. Formas económicas que han incubado el capitalismo que, por más de 300 años, depreda el mundo y perpetúa el vasallaje mediante la explotación laboral y la alienación política. Para esto –y como parte de las estrategias del golpe suave– se utiliza a “analistas”, medios de comunicación, fantoches políticos y “referentes” de moda para ridiculizar a los líderes populares y menoscabar políticas y avances sociales.
Pero eso no queda ahí, las opiniones de estos “analistas” promueven la división hablando de unidad, desconocen la diferencia entre ricos y pobres como si de algo natural se tratara, promueven la falta de memoria ensalzando a personajes nefastos para la lucha popular. Mientras tanto, los fantoches políticos repiten al unísono mensajes memorizados de un libreto. Los “referentes de moda” –divididos en grupos de diverso accionar– promueven el racismo hablando contra él (una contradicción) o mediante la violencia y el insulto. El objetivo es provocar incertidumbre, confusión y descreimiento.
El asedio es notorio en Latinoamérica contra los gobiernos diferentes, mientras las potencias de Europa tuercen la vista y confunden la democracia con el abuso del capital. La desesperación por recuperar espacios es también evidente en Bolivia, donde se ha preparado un abanico de conflictos en las regiones y se manipula a fracciones de sectores sociales que hacen eco al puñado de “contratados” que buscan soliviantar a la población.
Los planes son varios para generar conflicto. De inicio, algunos comités “cívicos”, con cinismo, saltan a la palestra envalentonados solo por el cargo ilegítimo. Grupos escondidos generan temor con explosiones y amenazas disfrazadas de pacíficas. Se pone en entredicho los intentos de actualización normativa, pese a que los antecedentes son leyes aprobadas en el pasado por quienes las vulneran y las falsean, como es el caso del proyecto de Ley contra la Legitimación de Ganancias Ilícitas…, cuya primera versión data del gobierno compartido de Tuto Quiroga, uno de los más perseverantes mensajeros de poderes externos.
Asimismo, con el conflicto se busca la impunidad con argumentos y actitudes que victimizan a victimarios y corruptos. Se tuerce la historia mientras se ondea la comidilla del “fraude electoral”, que parpadea de cuando en cuando en Latinoamérica. Es que los fascistoides, aminorados por sus mentores, son insultantes y prepotentes, pero persistentes.
Esta realidad debe ser analizada por la diplomacia internacional. En Bolivia no les fue bien ni les sirvió el golpe de Estado de 2019, no lograron que Evo Morales dejará el poder con un rosario de muertos, que es lo que querían para destruir una imagen. Ahora van por más, el golpe suave persiste, la posverdad se perpetúa para neutralizar la memoria colectiva y, con otros mecanismos para el saqueo y la dependencia, pretenden cercar al presidente Luis Arce, aunque los resultados de las políticas gubernamentales sean positivos. El plan final parece buscar que cunda en la población la idea de aceptar un gobierno militar, funcional como en el pasado. Por otra parte, puede estar en juego la unidad del Estado. En el contexto, es útil romper la unión regional de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) o de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), como es ventajoso, para los proyectos de unipolaridad mundial, quebrantar los territorios nacionales.
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