Por: Jaime Iturri Salmón
No existe la menor duda de que lo ocurrido en Sacaba y Senkata (foto, velatorio en El Alto) fueron masacres, señaló Patricia Tappatá Vásquez, vocera del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que por encargo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA investigó la violencia desatada en Bolivia entre septiembre y noviembre de 2019.
La conclusión ya se sabía pero dicha en boca de un árbitro imparcial terminaba por echar por tierra la cadena de mentiras que habían cubierto los luctuosos hechos. Después de la matanza de Sacaba en el ingreso a la ciudad de Cochabamba el por entonces ministro de Gobierno y hoy reo en Estados Unidos por corrupción, Arturo Murillo, señalo que los manifestantes se habían disparado entre ellos
Y días después en Senkata, Murillo manifestó que los actores de la protesta querían hacer volar la planta de hidrocarburos de la zona.
Prensa golpista
Dos insultos a la inteligencia humana. Ofensas que fueron refrendadas por la prensa golpista. Por ejemplo, Página 7 tituló el 19 de noviembre, día de la masacre de Senkata: “Afines a Evo intentan incendiar la planta de Senkata en El Alto”, mientras que Los Tiempos puso un larguísimo titular: “Turba uso armas de fuego e intento explotar la planta de Senkata, según informe reservado de las FFAA” Pero este texto no fue escrito en medio del golpe sino el 30 de julio de 2021 con la sola finalidad de atenuar el informe del GIEI que estaba por leerse.
Tampoco las redes televisivas se quedaron atrás. Red Uno del grupo Kuljis que ganó mucha plata en el gobierno de Evo tituló: “Ministro de Defensa: El ejército no disparó un solo proyectil”.
En medio de la persecución policial los ejecutivos de ATB, la red privada de televisión más antigua del país, fueron o encarcelados o tuvieron que salir al exilio. Marcelo Hurtado, presidente del directorio de la red dice: “Periodistas que dirigieron el canal en nuestra ausencia prohibieron que se hablara de masacres en Senkata y Sacaba y señalaron que debía hablarse de enfrentamiento”.
Racismo y persecución
En resumen, a los caídos en las masacres los mataron las balas de los uniformados y también la prensa golpista.
Pero el informe del GIEI es claro y no solo habla de masacres sino de ejecuciones extra judiciales, es decir de asesinatos, y de violencia sexual contra mujeres detenidas a las que se obligaba a desnudarse y eran manoseadas por uniformados.
Y todo teñido de racismo y persecución a ciudadanos por el solo hecho de tener rasgos indígenas.
Los expertos agregan que no existe evidencia ni de enfrentamiento ni de que hubiera deseos ni intensión de hacer volar la planta de Senkata.
La centroderecha pierde el tren
Era natural que la ultraderecha saliera por los foros y defendiera al gobierno de Jeanine Añez, finalmente Luis Fernando Camacho puso ministros y funcionarios públicos. Pero lo extraño es que Carlos Mesa y los suyos se le sumaran.
Para evitar el juicio de responsabilidades que correspondería a Añez y compañía el ex vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada, condiciona el voto de su bancada a que primero se reestructure la justicia. Algo que es necesario y que fue recomendado por el propio GIEI, pero que tardaría un considerable tiempo, más aún, tomando en cuenta, que ello requeriría un referéndum.
La jugada es muy arriesgada pues con ella Mesa podría perder a parte de la clase media que considera que hubo excesos en la represión del gobierno de facto.
Uno no puede dejar de preguntarse ¿dónde quedó el vicepresidente que en nombre del humanismo rompió con su gobierno porque se negaba a matar? Claro que con esa ruptura el propio Mesa se habilitaba como carta de remplazo.
“Masacres necesarias”
Hoy, parece ser que los muertos de Senkata o Sacaba valen menos o que, cuando menos, una parte del mesismo cree que las masacres fueron necesarias
Tras esta línea estaría quien fuera asesor de prensa de Mesa, Raúl Peñaranda, que en su artículo del compilado publicado por el periódico Página 7, “La revolución de las pititas”, que salió a la luz en plena dictadura de Jeanine, dice:
“… el MAS recibió otro mensaje: el gobierno no estaba dispuesto a ceder y usaría la fuerza aunque fuera de manera abierta, para evitar su caída y el retorno de Morales. Para ello aprobó un DS (decreto) que les daba inmunidad a los militares por sus acciones. Los ejemplos de Senkata y Sacaba, si bien enardecieron a los simplatizantes de Morales, también los amedrentaron”.
Las masacres fueron producto del odio racista y del deseo de amedrentar a la población que se oponía a la salida de Evo Morales. Para la analista Pamela Portillo fue un claro ejemplo de Terrorismo de Estado: “se quiso afectar la psiquis de los movimientos sociales con el mensaje: si sales a protestar te vamos a matar. Se llegó al extremo de gasificar la marcha que conducía los féretros de las víctimas”.
Ni Carlos Mesa ni los miembros de su partido denunciaron las matanzas. Portillo piensa que: “primó el odio al masismo y particularmente hacia Evo Morales. Ya con anterioridad Mesa vetó que cualquier miembro del MAS remplazara al presidente indígena permitiendo el ingreso ilegal de Jeanine al poder”.
Polarización
Al buscar postergar hasta las calendas griegas el juicio a Añez, Carlos Mesa deja sin centro a Bolivia y polariza aún más la política boliviana. Su círculo rojo está complacido pero… ya antes de la publicación de una encuesta de la empresa Q Social Now, una mayoría señalaba estar de acuerdo o muy de acuerdo con enjuiciar a Jeanine Añez y sus cómplices.
La encuesta señala que el 25,4 por ciento estaría muy de acuerdo, un 20, 6 de acuerdo y tan solo en contra un 14, 6 por ciento y 14, 1 por ciento muy en contra.
Después de la radiografía del horror que fue el informe de la GIEI es seguro que esas cifras aumentaron a favor de los que consideran que ha llegado la hora de la Justicia, la verdad y la memoria.
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