Por: Anselmo Esprella
Mientras Carlos Mesa toca el timbre de una casa en un barrio popular de la ciudad de La Paz, un equipo de comunicación filma cada detalle, lo que pretende ser un encuentro casual con vecinos que se hacen los sorprendidos y se esfuerzan en sonreír y parecer espontáneos. El nuevo boom con el que Comunidad Ciudadana (CC) procura revolucionar las redes sociales, es presentado por sus militantes como un derroche de imaginación y creatividad. Sin embargo, lo que para Carlos Mesa es una novedosa campaña de comunicación, para los argentinos es un vetusto ejercicio de marketing, que desde hace cuatro años viene desarrollando sin éxito el partido de gobierno. Pero no es el único plagio.
“¿Qué te han hecho, Daniel? No le mientas a la gente. Nunca hablé de devaluar”, pronunció Mauricio Macri, el 15 de noviembre de 2015, en el último debate presidencial televisado a todo el país. Para rematar, mirando sereno a las cámaras le dijo a los electores: “No perderás nada de lo que tenías”. La primera semana de su gobierno, promovió una fuerte devaluación del peso argentino, engrosando las petacas de los especuladores de dólares. La economía entró en una abierta recesión y se perdieron miles de puestos de trabajo. Solo para tener una rápida idea de la brutalidad neoliberal, en menos de 4 años el precio del pan subió el 500 por ciento, promoviendo la creación de un regimiento de indigentes que buscan en los tachos de basura las promesas de Macri, entremezcladas junto a unas sobras de comida podrida.
Hace unos meses, el candidato boliviano admirador secreto de Mauricio Macri, declaró enfático: “Se ha desatado una guerra sucia en mi contra. Lo repito con todas sus letras, yo no creo en el neoliberalismo, no pienso privatizar ninguna empresa. El partido de gobierno miente, miente y no se cansa de mentir” dijo, en un repentino ataque, mezcla de credibilidad y nacionalismo.
Igual que Macri, desesperado por el desplome en las encuestas, decidió olvidar en el fondo del armario las miles de corbatas de cientos de colores, signo de distinción de una clase social trepadora y parásita. El youtuber que fue vicepresidente de Sánchez de Lozada, baila cumbia y lambada, huayno y “salay”. Pasando del drama a lo grotesco, besa a niños descalzos que sus políticas de exclusión han condenado a los basureros de la degradación humana.
El 30 de junio, Diego Ayo, vocero de Comunidad Ciudadana, comparó a Carlos Mesa con Nelson Mandela. Luego, en el mismo espíritu tránsfuga de los “aportantes truchos” del gobierno argentino, dijo que habían recolectado 10 millones de dólares haciendo rifas y kermeses en las plazas de los barrios marginales.
En su larga vida ninguno de los dos trabajó de otra cosa que de patrón. Después del almuerzo, les gusta fumar, beber wiski y sacar las patas por el balcón del palacio de gobierno. Van por la vida con una media sonrisa burlona, despreocupados, confiados en que una fugaz operación de prensa, regrese todo a su lugar, e incline a su favor los resultados de las elecciones.
Debieran avergonzarse pero se jactan de su complejo de inferioridad. Viven sus raíces “sudacas” como una maldición, un castigo cruel e inmerecido, condenados a un destino que no les pertenece que no entienden ni quieren entender. Quisieran haber nacido en otro sitio, lejos de estos parajes sin Dios: “Tres de mis cuatro abuelos son de origen español, llegaron a Bolivia a inicios del siglo XX. No tengo una profunda raíz boliviana, ni apellido ni pedigree”, sostuvo el candidato a presidente de Bolivia. “Mis raíces me hacen más fuerte”, sostuvo por su parte el jefe de gobierno argentino, emocionado por un reciente viaje a Italia. Además, “en Sudamérica todos somos descendientes de europeos” concluyó Macri, dejando ver las hilachas del eterno sueño oligarca de convertir al nuevo continente, en la vieja y decadente Europa.
Carlos Valverde y la embajada, le inventarán un nuevo hijo a Evo Morales, descubrirán fortuitamente que los informes económicos del FMI y del BM, eran falsos y que en realidad Bolivia, como en toda su funesta vida republicana, es la última entre las últimas. Que todo fue mentira que jamás podrás comprarte un automóvil o una casa. Pero me la pude comprar dirás incrédulo. Los medios te responderán que todo fue mentira que nada tienes que estás en el piso pidiendo limosna, pero no te das cuenta.
Mientras la revista Veja de Brasil, el periódico El País de España, la CNN, el Nuevo Herald, y toda la prensa nacional pro terrateniente, aguardan agazapados que la embajada de EEUU invente un nuevo y truculento latrocinio, les ilumine el pensamiento para llevar a este país descarriado lejos de los senderos del pecado y la depravación. Les permita hacerse del poder, conducir a los pueblos a un sitio universal donde no habrá pan para ninguno, pero habrá cielo para todos.
Prometen que esta vez serán diligentes que harán todo lo que no hicieron cuando pudieron.
Y como si no tuviesen nada que ver con la prostitución y la venta de mujeres a través de sus revistas y sus páginas, firmarán pactos de no agresión a la mujer, como el que acaban de suscribir los medios de comunicación en Bolivia. Pero después de octubre continuarán vendiéndolas en la sección de “entretenimientos”.
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