Por: Jhonny Peralta Espinoza
Con la victoria de Milei, quieren convertir a la Argentina en un laboratorio para un experimento de destrucción política y social, donde los votantes de Milei pueden definir el futuro político de Milei, porque si esos electores aguantan en el tiempo el autocastigo que se impusieron para acabar con el Estado y las conquistas sociales y políticas, asistiremos a una nueva forma de construir sociedades. Si no hay un cambio de orientación en los votantes de Milei, solo se puede esperar la lucha política fratricida contra el pueblo, por tanto, la división entre esos votantes mileistas es clave para el mundo que se viene y se está preparando. Con Milei han confluido el poder ultraderechista y una voluntad de poder cruel con los sectores populares, por esto R. Luxemburgo decía que “la dictadura consiste en el modo en que la democracia se utiliza y no en su abolición”, así, “la democracia no es un marco vacío a disposición de diversos agentes políticos, sino más bien que en su marco procedimental vacío se imprime un sesgo de clase” (I. Arias). En este contexto, el pueblo argentino está en la obligación de reinventar una nueva coordinación política, porque el actual tiempo histórico nos demuestra que ningún gobierno cae solo por la movilización popular, más aun tomando en cuenta que los mileistas de verdad creen que hay que combatir al Estado, y lo creen de una manera radicalizada; por esto, Milei y sus electores están cavando el pozo para que la crisis sea más terrible y puedan actuar con libertad e implantar su proyecto, así justifica Milei su llamado repetitivo a la resiliencia, o sea, cada obrero, mujer, estudiante o clasemediero se reinvente para aguantar un disciplinamiento político-social-cultural y de consumo. Esto nos demuestra el fracaso de todos los progresismos, porque con el crecimiento y la redistribución no han modificado la estructura de clases, aunque sea marginalmente, al contrario, las políticas de redistribución crearon un individualismo despolitizante, que elevaba el nivel de vida de los más pobres, pero fue individualizada y solo hay que mirar a los jerarcas de esos gobiernos progresistas.
“El mérito supremo consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar” Sun Tzu
Trump, Bolsonaro, Bukele, Erdogan, Meloni, Milei, demuestran que la democracia liberal ya no les es útil, porque nunca se creyeron del todo que los sistemas liberales garantizaran la separación de poderes, la neutralidad absoluta de los militares, de las oligarquías o de los magistrados. El problema está si las supuestas izquierdas piensan que esta democracia ya no es capaz de defenderse de los nuevos fascismos; el extravío ideológico del evismo, el tacticismo y la antipolítica del gobierno, permiten deducir que la respuesta es negativa. Los escombros del muro, que se llamó proceso de cambio, se desmoronan y caen sobre las dos corrientes del masismo: el evismo y el arcismo. A estas alturas la mímica del evismo y el arcismo en lugar de convencer, persuadir e influir a sus bases políticas y sociales, lo que generan es desmoralización y confusión; y el voto duro del orden del 25% a 30%, ya no es tal, y la base electoral de toda la derecha antinacional ronda el 20% al 25%, por tanto, podemos decir que hay un sistema político partidario fragmentado, en el que puede ser viable un experimento autoritario y reaccionario, de esta manera se abre la puertas a un cauce de un bloque reaccionario, conservador, donde la responsabilidad del evismo y el arcismo es mutua porque se embarcaron en una guerra de espejos, donde si el evismo acusaba al arcismo de corruptos y encubridores del narcotráfico, el arcismo respondía tachándoles de mitómanos o alineados con la derecha, enfangándose en una guerra de adjetivos y epítetos que no conducen a nada, y en este caso podemos parafrasear junto a Carlos Fuentes, “es el culo por el que se expele lo que se come”.
En esta fragmentación política, cuatro corrientes en Creemos, dos facciones en CC, tres tendencias en el MAS, el evismo como el arcismo no manifiestan una preocupación profunda sobre una eventual salida autoritaria, esta forma de ver la política y de disminuir la percepción del peligro que representa el plan de la embajada y su agente interno, como es la derecha antinacional, es una visión peligrosa y en buena medida imaginaria, y hecha a medida de las necesidades políticas del arcismo y el evismo, y no de la lucha política, por esto no solo se dedican a insultos mutuos, sino a una campaña de marketing. A esta situación han conducido el evismo y el arcismo, y estos errores de análisis no son casuales, sino que reflejan limitaciones teóricas y estratégicas, que se manifiestan en diversos aspectos: la tendencia a subestimar los riesgos democráticos que representa la alianza entre el evismo, aunque sea circunstancial, con la extrema derecha, como es el pacto en el legislativo; la suposición de que la derecha reaccionaria es débil, dividida, sin programa y sin líder; y, el desprecio por las tareas unitarias en todo nivel. En este contexto la derecha reaccionaria está venciendo la lucha política sin luchar, y el que más consciente de esto debe ser el gobierno, porque más adelante habrá batallas decisivas, y la puerta abierta a la salida reaccionaria, se constituye en la mayor y peligrosa amenaza a la democracia, y sin exagerar esta posibilidad, el gobierno no puede jugar con ese fuego en el borde del precipicio.
Y si nos quedamos con esta imagen de una situación política en crisis, un gobierno incapaz de renovarse o de volver hacia atrás, esa correlación de debilidades que está en el fondo, explica el agotamiento de las fuentes de novedad en el sistema político, donde los responsables son el conjunto de actores políticos, pero también de la falta de creación política de los de abajo. El sistema político de partidos se mueve en una constante autorreferencia, y aunque hablen del país, las clases, la crisis, el bienestar, o cualquier cosa, siempre se refieren a ellos mismos, porque en situaciones como las que vive el país deben hablar de cosas más grandes que ellos mismos. De esta suerte, en el horizonte político del proceso de cambio se presentan dos principales estrategias, muy desiguales y dispares en su consistencia, madurez y capacidad. La primera, es la de la defensa del statu quo, que expresa el gobierno, porque o se refieren al pasado (“hemos ganado con el 55%) o se queda con un presente (“somos el gobierno de la industrialización”) que no dicen mucho; estrategia que tiene a su favor apoyos endebles, como son los movimientos sociales, basados en el cemento de la prebenda y el nepotismo, pero no en la potencia de creación de una esperanza política. La segunda, es la involución, el golpe de timón de sedición que expresa el evismo, que es la conciencia reaccionaria, de momento impotente, pero no menos peligroso, y que ahora defiende la continuidad fundamental de la política convencional o sea de la dominación oligárquica, porque el sector que hegemoniza esta estrategia es la derecha reaccionaria, que puede ser una estrategia desordenada y descuidada, incapaz de coordinarse eficazmente, pero que es capaz de crear el momento violento y disruptivo. La suerte de esta estrategia golpista depende fundamentalmente de factores ajenos: los errores de la estrategia del statu quo que enarbola el gobierno, la continuada despolitización de las organizaciones sociales y la negativa a cambios en la composición y la orientación políticas del gobierno. En ambas estrategias no hay cultura, experiencia, olfato, sensibilidad, capaces de hacer otras cosas; el gobierno ha perdido la oportunidad de retomar la iniciativa al dejar en el estante el manifiesto de 19 puntos, donde podía darse una ruptura constituyente, construida en las calles, las comunidades, las redes y las instituciones, capaces de tomar en sus manos el destino de sus vidas. El gobierno debe tomar conciencia que en esta coyuntura no sirve ser máquina de guerra electoral, tiene la responsabilidad de convertirse en una máquina constituyente, porque la amenaza más peligrosa para la democracia no proviene de sectores abiertamente autoritarios, como es el evismo o la oligarquía cruceña, sino que tiene lugar cuando la propia falta de democracia se experimenta como democracia, y esto que vive el país no es una democracia del pueblo y para el pueblo, ya Milei lo ha evidenciado, ha pateado el tablero de la democracia liberal, porque ya no les sirve, y ahora van por otra forma y contenido de democracia.
El tiempo político al gobierno se le agota, no es más estable un gobierno como una taza de leche y repleto de sonrisas, que un gobierno en el que sus partes claramente diferenciadas muestren sus tensiones, y si estas tensiones tienen que ver con la capacidad y potencia de acciones y decisiones políticas. El gobierno debe asumir la lección argentina, que sirve para todas las izquierdas, que para frenar a la ultraderecha no funciona un gobierno “moderado”, porque es más obvio que eso que llaman centro o moderado se lo acaba llevando siempre la derecha. La lucha política no va de ganar debates o con declaraciones fuertes o correctamente políticas, la lucha política va de ganar conciencias.
El evismo una salida no disruptiva del sistema
Los derechos se conquistan mediante el conflicto, y un medio para resolver el conflicto es la política, que en determinado momento y debido a una correlación de fuerzas, se llega a una negociación; pero cuando un conflicto no puede ser resuelto por la negociación, solo queda la guerra. Según la coyuntura que atraviesa el país, es probable que nos estemos dirigiendo hacia una crisis orgánica del Estado, y Gramsci se valía de este término para ilustrar una ruptura radical de los lazos entre representantes y representados como un síntoma de una crisis hegemónica general, ya lo dijimos más arriba, el voto duro del MAS ya no es tal y la base electoral de la derecha antinacional tampoco puede ser una medida de legitimidad política, y este desplome del respaldo a todos los partidos puede ser el signo más visible de una crisis orgánica, una crisis que tiende a expandirse a todas las mediaciones de la sociedad civil, como son las organizaciones sociales, el ejército que está en constante deliberación, los gremios empresariales, etc. Si el gobierno de Milei logra superar una crisis de corto plazo, podría dar inicio a una reconfiguración política sin precedentes en América del Sur, y esto implicaría la posibilidad de alterar el orden constitucional de gobiernos como el de Bolivia, Colombia, Venezuela, porque quiérase o no, Milei contará con el respaldo de los gobiernos más reaccionarios, porque como experimento político y social, y si sale bien, tendrán el derecho de expandirlo. Milei no teme a la movilización social y ya lo afirmo, así como Thatcher solo pudo avanzar luego de la gran derrota de la huelga de los mineros de 1985 y Menem lo hizo después de derrotar las grandes luchas contra las privatizaciones; entonces de lo que se trata, es de una derecha de combate que intentará aprovechar la combinación de una crisis económica y de desmovilización controlada desde arriba. El gobierno arguye que la economías está bien, no obstante en una crisis política como la que vive el país, y una coyuntura internacional compleja, crítica y contingente, el gobierno se enfrenta a un malestar político y social que irrumpe con formas de crisis de los poderes del Estado, pero también con una transformación reaccionaria de ese malestar, expresada en la nueva derecha (evismo-camachismo-mesismo), aunque esta situación no es necesariamente irreversible, es un elemento que no puede pasar por alto el gobierno.
El delicado equilibrio de la aritmética de los poderes del Estado sigue siendo un delicado equilibrio, pero tiene un matiz diferencial, un actor político, como es el evismo, que consolida sin vuelta atrás su desviación ideológica estratégica, y esto se evidencia cuando Evo Morales afirma que el Estado y la empresa privada deben aliarse para enfrentar los problemas causados por el manejo conservador y derechista del gobierno. En otras palabras, lo que está planteando Evo Morales es la disputa dentro de la derecha, de defender su proyecto político con identidad propia en un contexto en que la identidad hegemónica no tiene nombre, y el evismo quiere poner su nombre. Por tanto, lo que pretende Evo Morales es que el evismo sea el muro de contención utilizada por la derecha y que nadie desde la izquierda intente plantear una política que defienda los intereses populares, consciente que la próxima coyuntura política que se avecina, preñada de la profundización de la crisis económica y política, requiere de una fuerza que se ponga del lado de los sectores dominantes y que ejerza eficientemente su labor como partido del sistema.
Ahora el evismo apuesta a una alianza con la empresa privada, pensando que le beneficiará en unas futuras elecciones, porque no hay una izquierda que tenga fuerza, línea y estrategia políticas, y todo porque el gobierno ha retrocedido a una posición secundaria y se ha refugiado en el tacticismo, en la guerra de espejos y en lo políticamente correcto. El problema a resolver es si los grupos dominantes del país, apostarán por esa alianza con el evismo; el hecho de que se ha creado un espacio vacío en la izquierda, que garantiza que no haya lucha política o revuelta populares, que representen y defiendan los intereses populares-indígenas, puede ser que las clases dominantes utilicen al evismo para domesticar a los movimientos y organizaciones sociales, en un proyecto estilo priismo mexicano. Esta es una probabilidad debido a que el gobierno ha desestimado por completo la propuesta de 19 puntos del manifiesto, y ha abortado incluso que la profundización de la democracia y la reconducción del proceso de cambio latentes llegasen a ser una realidad. Y esto no es una buena noticia para el campo popular-indígena.
El evismo quiere presentarse como un partido del orden, con buenos discursos, pero sin intención de provocar ningún desbordamiento democrático, así alejarse de la izquierda identitaria porque no suma podría tener cierto sentido, y alejarse de los sectores populares-indígenas infrarrepresentadas políticamente en el actual gobierno, provocaría que el evismo asuma un discurso aspiracional como una marcha sin frenos para tener una relevancia política; porque ante la ausencia de un Milei boliviano, el evismo es un buen sustituto, y mejor aún salido de unas bases indígenas. Pero es un evismo con un Evo como decoración, como sucedió en los catorce años, y que ahora se constituye desde el comienzo como un club privado de profesionales muy cualificados, J. R. Quintana, C. Romero, T. Morales, W. Chávez, C. Dockweiler, etc. un proyecto que plantea el cambio sin estridencias, sin tocar a los poderes reales del país ni molestar a los aliados de la empresa privada.
En el fondo lo que estamos asistiendo a presenciar, ya no es una disputa de personalismos, de ruptura y divisiones dentro del MAS o de trincheras, esto es cosa del pasado y ya está sacramentado; ahora estamos evidenciando de que estas estrategias discursivas, que tienen un carácter político de toma de decisiones y disputas, no son vacías de contenido y menos que son de desencuentros personales o una cuestión anecdótica o un capricho. Y esto no es casual. El evismo está construyendo proyecto, frente a un gobierno refugiado en su “industrialización de economía de base ancha”, inconsciente de lo que está sucediendo y cómplice pasivo de esta entrega del país en bandeja a la empresa privada. Es hora de abrir este debate de calado, porque no es un patio de recreo, ya que el que gana con esta clase de propuestas y disputas de fondo, no es el pueblo, es el sistema y sus sectores dominantes y reaccionarios. Si el gobierno no afronta esta guerra política, será responsable ante la historia y el campo popular-indígena.
Jhonny Peralta Espinoza. Exmilitante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka.
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