Les hiere en su orgullo señorial encontrar pueblos que hoy se enorgullecen de ser ellos mismos, dejando de lado la vergüenza con la que vivieron por la condena republicano-colonial. Por eso no les cuesta volverse de izquierda, de derecha o del centro, al final todos apuntan al enemigo indio, aquel que tiene un proyecto de país y lo sostiene, no el exótico indígena de Oriente que ahora ha sido convertido en el representante de los derechos de los pueblos y la ecología, y recibe el apoyo de esos mismos representantes políticos que ayer planeaban la manera de exterminarlo para generar una “mejor raza”.
En fin, dejemos de lado a la derecha y sus miserias que hoy se camuflan y se expanden a través de las voces y acciones de los “viejos militantes del cambio”, que a nombre del purismo revolucionario se encuentran dando discurso a la oposición, dejándose halagar por los medios de comunicación que los convocan a dar argumentos en contra del Proceso de Cambio.
Más allá de las marchas, contramarchas, movilizaciones, bloqueos e incluso denuncias internacionales (además de acuerdos firmados), las tensiones seguirán porque en estos momentos hacen al contenido del proceso que vivimos, y que es necesario entender para continuar.
El contexto Constituyente
Debemos recordar, y la memoria siempre será la de los pueblos, cómo llegamos al momento constituyente en el que la plurinacionalidad por primera vez pudo expresar su proyecto de país. Tuvo que haber un proceso acumulativo de largo aliento -en el que la lucha de los sometidos jamás se dio por vencida-, junto a la crisis neoliberal de reciente memoria, para producir un momento constitutivo con la elección del primer presidente indio del país y una propuesta constituyente de un nuevo acuerdo para Bolivia.
También habrá que recordar que el MAS, en el magno evento constituyente, no proponía más que 10 puntos, y que fue el Pacto de Unidad, constituido por las principales organizaciones indígena originario campesinas (IOC), el que enarboló la propuesta de mayoría, misma que subrayaba el proyecto hegemónico IOC, de transformación revolucionaria para el país, que sin embargo pasó a ser deliberada y matizada por los otros representantes de mayoría a fin de generar la incorporación de sectores urbanos y mestizos. Aun así la propuesta, a pesar de las grandes coincidencias con la minoría, fue enfrentada en las calles y en las plenarias para obstaculizar la viabilidad de un proyecto de país.
Finalmente estos sectores minoritarios, aún con importante presencia política y territorial, lograron transformar el proyecto de Constitución, “empatando” las dos visiones de país que se encontraban enfrentadas. La de mayoría, inclusiva y que permitía la presencia protagónica de los pueblos IOC, y la de minoría, republicana y liberal, que marcaba claramente las dimensiones del proceso. En definitiva, se dejaba a la historia la capacidad de construir puentes de convivencia creativos para hacer posible la plurinacionalidad, y sin embargo se postergaban al mismo tiempo tensiones históricas provenientes de distintos proyectos de país, que entienden de manera diferente el desarrollo, y por tanto la convivencia entre las economías en la pluralidad o los mismos derechos entre lo individual y lo colectivo.
El Estado Plurinacional y el liderazgo
La CPE le otorga un papel fundamental al Estado Plurinacional junto a los movimientos sociales: el de recuperar los recursos naturales hipotecados y vendidos por el neoliberalismo para beneficio de todos los bolivianos, el de construir institucionalmente la nueva estatalidad plurinacional que permita una nueva etapa de “nacionalismo” en el que el país recupere el orgullo de la identidad plurinacional que tenemos, y el de recuperar la territorialidad para el país, demasiados años a expensas de expropiaciones extranjeras, poderes locales o de invasiones populares que asumieron la inexistencia del Estado en Bolivia.
Para llevar a cabo todo eso era necesario un liderazgo histórico, que no sólo representara el protagonismo de los IOC, sino también el carisma de quien refleja la voluntad política de cambiar el país: el Presidente Evo Morales, que asume la vanguardia de los principales cambios estructurales a desarrollarse, desde el Estado, y convierte al Estado Plurinacional en el principal actor político de las transformaciones en el país.
Durante su primer mandato, se aplicaron medidas estratégicas como las nacionalizaciones y se confrontó a los sectores de poder minoritarios que se atrincheraron en la territorialidad departamental y en la propiedad de los medios de comunicación, situación que tuvo un primer desenlace con la desarticulación política de las minorías y la victoria estratégica del Proyecto de Cambio, hecho que fue acompañado por 7 victorias arrolladoras en las urnas, con el respaldo popular para continuar el proceso.
El segundo mandato fue vislumbrado como el momento en el que debían desarrollarse las tareas estratégicas de transformación del país. Hasta entonces se habían logrado importantes victorias simbólicas en el proceso de inclusión que abarcaban políticas de redistribución de la riqueza, permitiendo bajar los niveles de extrema pobreza que históricamente nunca habían sido afectados. Esto, además de la inclusión política, en todos los ámbitos estatales, de actores políticos IOC.
Estos avances estratégicos junto a la creciente confianza en el liderazgo, impidieron analizar que el proyecto de gobierno propuesto por el MAS para el segundo mandato era una propuesta fundamentalmente desarrollista, elaborada principalmente por los ministerios, y que ya contenía los proyectos hoy interpelados.
Con el protagonismo estatal plenamente asumido en el contexto político, donde el Estado es poder y el poder se ejerce como sentido, se despliegan las certidumbres del desarrollo junto a un convencido nacionalismo que plantea una nueva historia para el país, en la que la transformación de las condiciones estructurales de pobreza de la mayoría implica la generación de nuevas posibilidades de acceso a mejores condiciones de vida con electricidad, agua potable, caminos, que permitan mayores empleos, salud y educación. Es decir que, en las circunstancias democráticas de transformación, sólo es posible construir condiciones de equidad, si desde el Estado se crea la infraestructura para permitir el acceso a los principales recursos de vida a la mayoría postergada y excluida.
Así se explica la insistente recurrencia a subrayar el ahorro de reservas internacionales de más de $us 10.000 millones para sostener este proceso, pero también la manera en la que se justificó el intento de nivelación de los precios a fines del año 2010. En otras palabras, el país entraba a una nueva etapa en la que se debían saldar las cuentas dejadas por la historia neoliberal, e invertir en las grandes tareas estratégicas y no en pagar las deudas de la dependencia.
Un segundo tema tenía que ver con la construcción de la nueva estatalidad que construye un nuevo principio de poder basado en la legalidad y la legitimidad en la aplicación de la Constitución y las leyes, y que necesariamente generaba una separación con la sociedad civil, para normar la convivencia y definir el sentido de soberanía a través del Estado Plurinacional. De esta manera, la lucha contra el contrabando, la invasión de tierras, la explotación ilegal de recursos y la misma Ley contra la corrupción Marcelo Quiroga Santa Cruz, definen un horizonte de estatalidad, que encontraría sus propios límites en una sociedad civil que se siente parte del Estado y demanda ser escuchada por quienes están en funciones como servidores públicos.
De Movimientos a Organizaciones Sociales
Esta condición estatal que se metamorfoseaba con el poder, tenía una historia paralela en los propios movimientos sociales que habían sido los protagonistas de las principales transformaciones revolucionarias políticas frente al neoliberalismo. Además, ese reconocimiento se encuentra claramente expresado en la Constitución cuando se dice que el Estado Plurinacional es la expresión de los movimientos y organizaciones sociales. La CPE propone un equilibrio de poder para cuidar que el Estado Plurinacional sea un instrumento del pueblo y no un poder separado por sobre la gente en el sentido clásico.
Sin embargo, los movimientos sociales, constituidos principalmente por los IOC como vanguardia del Proceso de Cambio, luego de lograr las principales victorias acompañando la formalización electoral del proceso, asumieron que el Estado Plurinacional eran ellos y se replegaron a pelear por una mayor participación institucionalizada, convirtiéndose en funcionarios públicos varios dirigentes sociales y de los pueblos IOC. Los movimientos sociales se descabezaron y volvieron a ser organizaciones sociales, con su estructura orgánica y sus demandas específicas, en las que operó un paulatino proceso de despolitización; las demandas se convirtieron en sectoriales y eran básicamente económicas, sin ningún contenido propositivo para seguir profundizando el proceso de transformación del país.
Llovieron las exigencias sobre el Estado Plurinacional sin asumir la corresponsabilidad en el proceso. La COB se movilizaría, al igual que los mineros cooperativistas, los movimientos regionales como el de Potosí o el de Oruro, los pueblos indígenas del Oriente, sectores vecinales de El Alto, y también provinciales como Caranavi; en definitiva, se pulverizó el tablero de la demanda estratégica para pedirle al Estado Plurinacional su parte de los recursos provenientes de la redistribución, aspiración legítima pero que reflejaba los límites políticos que tenía el proceso para sostener a los sectores movilizados e incondicionales del Proceso de Cambio. Simplemente delegaron esa labor al Estado y prefirieron demandarle recursos.
El Estado por su parte asumió plácidamente la tarea de la redistribución, de entrega de recursos de los beneficios compartidos como objetivos constitucionales, entendidos como la ampliación de la equidad como derecho, pero también como la reproducción de una forma de poder IOC que desde la mejora de su calidad de vida avanzaría en un proceso autodeterminativo que haría posible el Vivir Bien como proyecto de país.
Masismo, Nacionalismo y Desarrollo
En este proceso de construcción de la institucionalidad, ¿cuál ha sido el papel del Movimiento al Socialismo (MAS-IPSP)? El Instrumento Político exitoso en las urnas (obtuvo todas las victorias electorales) y de descomunal crecimiento político como única fuerza nacional, en realidad se fue vaciando de contenido político revolucionario y se limitó a sostener el “Evismo” presente en la movilización de masas. Ese liderazgo, como cabeza de la nueva institucionalidad, convierte al Estado Plurinacional en el nuevo Instrumento Político y Económico, con presencia en los confines del territorio. Es a partir de las instancias de Estado que los funcionarios estatales llegan a transmitir información, apoyar en los proyectos locales de las alcaldías, otorgar recursos con el “Evo cumple” y definitivamente a ser presencia política de Estado.
El MAS como identidad política victoriosa, que congregaba a las organizaciones sociales, se convirtió en el mismo freno del desarrollo político de la transformación revolucionaria, cuando emparentó el horizonte político estratégico con la participación personal de los militantes en el Estado, dejando de plantearse el desarrollo revolucionario del Proceso de Cambio.
Por eso es comprensible el que exista más “Evismo” que “Masismo”. Esa es la realidad del contexto político en el que el liderazgo representa la principal potencia pero también su mayor debilidad. Se trata de un liderazgo creado por las bases insurgentes a las que representa en su identidad pero también en su negación de historia larga de colonialidad republicana y de la más corta, la neoliberal que había profundizado las exclusiones. Era expresión de la resistencia y la negación de una forma de construcción de la realidad, y sin embargo ella misma era su limitación, pues el despliegue de un proyecto de país luego de la primera victoria electoral, se convirtió precisamente en una reinvención del nacionalismo, con tareas que además de discursos se hicieron hechos a través de la recuperación de los recursos naturales, la inclusión de la diversidad en la política y en la economía, y el papel atribuido al Estado para redistribuir recursos y construir una nueva legitimidad estatal basada en presencia real que acompañaba una nueva legislación constitucional.
Por primera vez el país en su conjunto empezaba con todos y todas una nueva historia nacional. No es del todo extraño por tanto, en este contexto, que la idea del nuevo nacionalismo se asociara a la del desarrollo de las fuerzas productivas para generar un proceso de redistribución que permitiera a la mayoría excluida ser parte de un país del que nunca lo fue como derecho ejercido. Sin duda alguna, en un país donde lo único que se ha democratizado y ampliado de forma permanente es la miseria, es comprensible entender que desde una perspectiva de la mayoría IOC, la ampliación de las posibilidades de vida y la inclusión pasen por permitir a los más pobres el acceso a los recursos básicos.
Es una versión clásica del capitalismo social, que asume que sin dejar el mercado se puede lograr una mejor redistribución a través del Estado, que es el que atenúa las diferencias sin generar confrontación e impulsa la construcción de la igualdad de oportunidades como proceso que permite una mejor correlación para hacer posible cambios estructurales mayores en la sociedad, que paralelamente se tiene que proponer la eliminación de la colonialidad y la dependencia, para hacer posible el Vivir Bien.
La otra mirada de país
Sin embargo, Bolivia tiene otra historia contenida en la plurinacionalidad, aquella de resistencia desde la identidad, la de memoria larga que al mismo tiempo ha sido capaz de convivir junto a un “Estado Aparente” que no logró representar al país porque los sectores dominantes no se propusieron construirlo más allá de sus propios intereses patrimoniales, pero también porque la fuerza de los IOC presentes en la historia generaron un camino paralelo de luchas y resistencia que en los hechos planteaba una forma propia de existencia y de convivencia.
Este otro país, de la plurinacionalidad, es el que le permitió al liderazgo ser portador de su historia comprimida, reivindicada y sostenida en la oposición y en la resistencia. La propuesta constituyente del Pacto de Unidad intenta sistematizar no sólo la resistencia sino sobre todo el proyecto alternativo al neoliberalismo y al capitalismo, recoge la historia no escrita de los pueblos y busca convertir en propuesta nacional lo que fue la resistencia pero sobre todo lo que esos pueblos proponen en el marco de la construcción plurinacional de Bolivia. A pesar de eso, existen diferencias políticas en las que se inscribe cada pueblo; así, los aymaras y los quechuas, que son mayoría en Bolivia, se han inscrito en las luchas como vanguardia, reivindicación y propuesta, mientras que los pueblos del oriente lo hicieron como resistencia frente a la ofensiva permanente a desaparecerlos y subsumirlos en la migración.
La propuesta de vida es el proyecto político del Vivir Bien, que recoge como ideal la tierra sin males de unos pueblos y el suma kamaña de otros, y que definitivamente implica otra forma de entender el desarrollo y la convivencia. Sin embargo, lo que fue la base de la resistencia comunitaria, que hizo posible el compartir y el poder compartido en las comunidades, y que es una lección histórica que quiere ser proyecto de país, se ha encontrado en la realidad con demasiadas limitaciones hasta ahora.
Algunas fundamentales pasan todavía por las sombras colonizadoras que sobreviven y se multiplican cuando los dirigentes de los pueblos olvidan a sus bases al convertirse en dirigentes o funcionarios de gobierno, pero también cuando no han podido avanzar en una propuesta política que haga posible el Vivir Bien en este momento histórico que exige a los movimientos sociales la capacidad de proponer y construir una alternativa desde la plurinacionalidad para hacer contrapeso o complemento a la propuesta estatal del nacionalismo y a las políticas de desarrollo. No está demás mencionar las decenas de proyectos que habiendo sido traspasados por el Estado para la administración IOC, fracasaron con estafas y apropiaciones dirigenciales, o bien las cientos de hectáreas de bosques que son vendidas por pueblos indígenas a madereros y expoliadores de recursos naturales.
Estos ejemplos históricos no deslegitiman la propuesta histórica de los IOC, pero permiten ver las limitaciones que actualmente se tienen para avanzar en un proceso político donde sean los pueblos, en su construcción autonómica, los que generen una posición de vanguardia en la transformación del sistema. Las resistencias particulares, válidas en tanto reivindicaciones y en tanto recordatorios del olvido de las necesidades urgentes de los pueblos al Estado Plurinacional, no terminan de plantear una propuesta de país diferente y diferenciado. Más allá de eso, al discurso romántico de los pueblos y de la ecología se suben demasiados oportunistas y opositores del pasado que no encuentran reparos ni resistencia en los mismos pueblos, para asumirse como “defensores de indígenas” aparentemente maltratados por su “gobierno indio”.
El TIPNIS y el reto país
Lo expuesto anteriormente nos permite reflexionar algunas conclusiones para seguir el debate. Quizás en primer lugar, el asumir que el contexto político de la Constitución es el de la correlación de fuerzas vigente en el país, con el que debemos continuar como punto de partida y de transición. Quiere decir que el contexto de la democracia formal y representativa y la de los consensos tienen igual derecho para construir Bolivia, pero que definitivamente en el desarrollo político del Estado Plurinacional, la lucha ideológica será cada vez más preponderante.
Las tensiones asumidas en la Constitución entre dos formas de hacer-sentir-vivir país que reflejan un reconocimiento básico de dos perspectivas históricamente contrapuestas y enfrentadas, tienen a la democracia intercultural como propuesta de convivencia de la diversidad. Sin embargo, el punto de partida para la resolución de las tensiones es: o bien la mirada liberal vuelve a ser hegemónica, en tanto discurso y práctica institucional, de relación entre la sociedad civil y el Estado como entes separados pero al mismo tiempo ligados por la legalidad y la legitimidad, o bien las organizaciones y movimientos sociales son capaces de construir los fundamentos históricos del Vivir Bien, no como práctica defensiva y de romántica preservación ecológica y humana, sino como propuesta de país, donde los derechos colectivos, la economía comunitaria, la autonomía indígena, sean capaces de establecer para Bolivia una propuesta de la Plurinacionalidad como esencia del Vivir Bien.
Mientras eso no ocurra, el país seguirá viviendo el despliegue de un proyecto desarrollista en lo económico, que en lo político y lo social permite, a través del Estado, una redistribución de recursos a la sociedad civil en procura de la mejora de sus condiciones de vida, y como idea en proceso, la generación histórica de condiciones para que los actores sociales se potencien en su capacidad de proponer y de construir país con el Estado Plurinacional, pero también fuera de él en su capacidad autodeterminativa.
El debate por tanto transcurre en su forma creativa en la capacidad de proponer, desarrollar y construir, desde las organizaciones y movimientos sociales, una propuesta nacional que involucre a los actores sociales que hicieron posible este proceso, repolitizando el proyecto de transformación y revolucionando al propio Estado Plurinacional en su mandato de ser “gobierno de los movimientos sociales”. No basta a estas alturas, aunque siga siendo fundamental, la democratización de la representación en el Estado de los IOC si no es acompañada de un proceso deliberativo y de formación política que transcurra en su calidad autodeterminativa, fuera y dentro del Estado Plurinacional.
Esto sólo será posible si las organizaciones sociales asumen su proyecto histórico en el marco de un proceso creado por ellos mismos, que implica la permanente reapropiación propositiva del Estado Plurinacional y de su liderazgo. No existe otro espacio más allá del presente. Las demandas y reivindicaciones locales y particulares no aportan, ni tampoco las escisiones políticas de quienes apuestan a la sustitución del liderazgo, que lo único que pueden provocar es el crecimiento de una oposición que, arrinconada históricamente y sin argumentos, hoy apuesta a su rearticulación en base a los errores y traiciones en el marco del propio Proceso de Cambio.
El Estado Plurinacional, por su parte, debe recuperar su capacidad de tejer consensos y construir voluntades políticas, debe contribuir a la deliberación pública y a la permanente politización de las organizaciones sociales para que sean más democráticas cuando sean capaces de proponer miradas estratégicas y ponerlas en marcha, para que la revolución de las voluntades no se trate tan sólo de funcionarios estatales, sino del conjunto de la sociedad civil. Mientras no exista un permanente reencuentro entre el Estado Plurinacional y las Organizaciones Sociales en torno a un proyecto histórico en construcción permanente, seguramente los errores estatales continuarán y las organizaciones sociales se mantendrán en el plano reivindicativo frente al Estado sin asumir el reto histórico de construir el Vivir Bien con un Estado Plurinacional que es su propio instrumento.
En definitiva, para continuar construyendo debemos salir de la agenda que le han puesto los medios de comunicación y los opositores al proceso: ni el gobierno ha traicionado el proceso revolucionario ni los IOC son opositores y vendidos al imperialismo. Estas tensiones, alimentadas desde la marginalidad política, buscan una nueva correlación de fuerzas que atomice a los actores sociales y desmitifique el liderazgo que ellos no tienen, para reestructurar el poder colonial que aún no perdieron. Estas mismas tensiones leídas desde la Plurinacionalidad tendrán que ser asumidas como permanentes en el proceso de construcción del Vivir Bien, pero sólo tendrán sentido creativo cuando sean capaces de proponer conjuntamente un rumbo consensuado para la revolución que hoy vivimos en Bolivia.
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