Por: Rebeca Peralta Marinhelarina
Voladura de un puente con dinamita, repliegue y acuartelamiento policial con amenaza de motín, marchas multitudinarias en la ciudad de La Paz, bloqueos de caminos en, por lo menos, seis de nueve departamentos, intento de toma del aeropuerto de Trinidad, suspensión de clases en la educación básica, incorporación escalonada a las movilizaciones de sectores no afiliados a la Central Obrera Boliviana, voces que clamaban “tumbar a Evo” /1 y conformar un “gabinete de sindicalistas”… Días después, una deslucida retirada de los combativos contingentes de la COB de la ciudad de La Paz, tras aceptar la propuesta gubernamental. ¿Qué tuvo que suceder para que mineros, maestros, policías y médicos abandonaran de esa manera las trincheras?
No hay una sola respuesta para la pregunta anterior y las que se perfilan no son sencillas. Es sabido que en política nada es como aparenta y que en estos terrenos hay formas paradójicas de resolución de los conflictos. Unas veces se gana perdiendo, otras más, se pierde ganando. Pero hay también dos fórmulas implacables: perder perdiendo y ganar ganando. Estas dos últimas ecuaciones son las que sintetizan los resultados de la contienda entre el Gobierno y la COB.
Hablando mal y pronto, en esta crisis hubo dos grandes perdedores: Los grupos con intereses electorales encabezados por Jaime Solares (ex paramilitar en el gobierno de Hugo Banzer y Luis García Mesa) y otras camarillas de dirigentes sindicales, y los sectores de profesionistas históricamente privilegiados en el país, verbigracia los médicos. A la par, los indiscutibles vencedores fueron, hay que decirlo, tanto el gobierno de Evo Morales como las organizaciones indígenas y campesinas.
No basta con decir que mineros y maestros estaban equivocados en su demanda y que, finalmente, “triunfó la razón”, o que el gobierno “anti-obrero y pro-capitalista” se sirvió de “grupos de choque contrainsurgente” (movimientos sociales) para enfrentar a los sindicalistas. Lo que está de fondo no es la simple resolución de un conflicto sindical, pues no se trata de cualquier tipo de conflicto, sino que éste encierra −por la forma en que se desplegó, por los contenidos de los discursos y demandas y por los sujetos que lo protagonizaron−, las claves que hacen inteligible la actual gramática política boliviana.
Lo que fue derrotado con la capitulación de la COB fue todo un modo de hacer política, casi un método de presión ante un Estado que, tarde se han dado cuenta los obreros, ha cambiado. Los derrotados fueron los grupos políticos que enarbolaron demandas particulares en detrimento de las universales, llegando al exceso de proponer que los recursos de la Renta Dignidad /2 se inyectaran al fondo de pensiones para pagar las jubilaciones de los movilizados al ciento por ciento de su salario actua /3.
Quienes han sido derrotados son los grupos políticos enquistados en la COB que todavía no alcanzan a vislumbrar los cambios sociales, políticos, económicos y culturales que operan en Bolivia desde hace más o menos una década, −de ampliación/reinvención de la democracia y la política−, instaurados por las mayorías indias y campesinas de este país. Perdieron los que no repararon en los cambios estructurales de más larga data sufridos en toda Latinoamérica, que hicieron del obrero, el minero o el trabajador fabril, no la clase predestinada a hacer la revolución, sino un conglomerado más de desposeídos que bien pueden hacer parte de ella si saben aliarse a las grandes mayorías indias de Nuestra América. La pretendida vanguardia obrera pasó por alto el cambio de época de la región, que se expresa en un nuevo tiempo de luchas, resistencias y cristalizaciones emancipatorias: con protagonismo indio, con proyectos de sociedad que ponen en el centro la lucha por la descolonización −en el plano material y simbólico−, la recuperación del Estado y la construcción de lo plurinacional.
Los dirigentes de la COB que llevaron a sus bases a la huelga general indefinida por una demanda gremial que escondía intereses político-electorales personales (la construcción del Partido de los Trabajadores y su posicionamiento mediático), no calcularon que el actual gobierno puede ser tanto o más revolucionario que ellos, pues es el representante de una voluntad general de poder emanada de movimientos indígenas y campesinos. Se les olvidó que el presidente Evo Morales es también sindicalista, que cotidianamente somete su gestión a la evaluación de federaciones sindicales y que goza del apoyo activo de diversos movimientos y organizaciones sociales, indígenas y campesinas, lo que ya marca un desplazamiento importante en la relación Estado-Movimiento Social.
En el fondo, lo que fue derrotado fue un discurso, “el de la clase obrera”, que pudo ser válido para un lugar y un momento histórico específico, pero que carece de sentido en un país donde primero se nace indio y luego se llega a ser minero, campesino o artesano, algunas veces maestro o policía, casi nunca médico. Es decir, donde la contradicción primera y fundamental es la étnica, a partir de la cual se estructura y articula el resto de las contradicciones. Esto es lo específico de Nuestra América, de Bolivia, de ahí el fracaso de un actor que importa recetas de revoluciones y cree firmemente en que a su clase le corresponde, por decreto, el papel protagónico en la Historia.
Sin embargo, no es una derrota de todos los obreros, al menos no de los que realmente se movilizaron por una demanda justa, pues, también es cierto, estos trabajadores requerían con urgencia una mejor jubilación, y la consiguieron. Los derrotados fueron grupos como los de Jaime Solares, para quienes el objetivo no era el aumento en las jubilaciones sino aprovechar y crear una coyuntura política que posicionara sus proyectos electorales personales, perfilara a sus futuros liderazgos y desgastara al gobierno de Evo Morales con miras a las elecciones de 2014.
René Zavaleta dijo, refiriéndose a la “rosca” (oligarquía minero-exportadora de principios del siglo XX conformada por tres familias: Patiño, Hoschild y Aramayo), que su incapacidad de convocatoria hegemónica se debía a su visión endogámica de reproducción interna, y puede ser que algo similar le haya ocurrido a “la clase obrera”; pues los mineros, los fabriles y los maestros, en lugar de proponer y construir junto a las organizaciones campesinas e indígenas hoy en el gobierno, se limitan a hacer pliegos petitorios, cuando su lugar histórico está junto a los indios trazando proyectos societales.
El llamado que surgió desde las organizaciones sociales en el cabildo de La Paz del 23 de mayo, de “refundar la COB”, da cuenta de la profundidad de la crisis de esta forma (sindicato obrero) y de este modo de hacer política, que no se corresponde con los tiempos que corren. Por su parte, las bases de la COB ya habrán sacado algunas conclusiones de esta aventura, no en vano la asamblea de mineros de Huanuni tomó el acuerdo de rebajar el sueldo de los mineros que ganen más de quince mil bolivianos /4. En sus manos está la oportunidad histórica de refundar la Central Obrera Boliviana, de arrebatársela a líderes y grupúsculos corruptos y ponerla a la altura de los desafíos.
15/06/2013
Rebeca Peralta Mariñelarena, mexicana residente en Bolivia, es maestranda del Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México y Licenciada en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.
Notas
1/ Véase: http://boliviaprensa.com/index.php/noticias-bpa/1397-profesores-de-santa-cruz-llaman-a-tumbar-al-gobierno
2/ La Renta Dignidad es una especie de pensión de alcance universal implementada en el gobierno de Evo Morales que se otorga a los mayores de 60 años. Ésta beneficia, sobre todo, a los trabajadores que ni siquiera pueden aspirar a cotizar una pensión baja pues muchos de ellos se emplean en la economía informal y viven al día.
3/ Demanda por demás desmedida, pues conviene tener presente que en 2010 el gobierno de Morales aprobó una nueva Ley de Pensiones (Ley No. 065) que tiene como base el principio de la solidaridad entre los trabajadores y reestablece el deber del patrón y del Estado de aportar para las jubilaciones de los trabajadores. Dicha ley fue consensuada con la propia COB y proclamada en la sede de la central obrera. Las principales características de este régimen solidario son: reducción de la edad de la jubilación (de 65 a 58 años, y las mujeres pueden reducir un año por cada hijo nacido vivo hasta un límite de tres, 55 años es la edad mínima de jubilación); establecimiento obligatorio del aporte patronal que había sido eliminando en la ley neoliberal (3% del total de las ganancias del patrón), además de un aporte especial por riesgo profesional; sistema diferenciado de aportaciones de los trabajadores: 1% del salario para los trabajadores de menores ingresos; 5% para los de ingreso medio; y 10% para los de más altos ingresos. Esto es, aportan más quienes ganan más. La nueva ley también establece que el monto de la jubilación se determinará promediando toda la vida laboral del trabajador y no sólo los últimos 24 talones de pago.
4/ Véase: http://www.la-razon.com/economia/Huanuni-bases-piden-sueldos-dirigentes_0_1840615953.html.
http://www.vientosur.info/spip.php?article8041
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