El terrorismo mediático tiene en el Perú diversas expresiones. Quizá una de las más frecuentes sea la de exaltar la supuesta presencia de Sendero Luminoso encontrando sus “huellas” en cada una de las acciones violentistas que ocurren en el país.
Otra, no menos frecuente, es la de permitir el ingreso a los Penales de la República de toda clase de objetos para “descubrirlos” después poniendo por todo lo alto el “grado de penetración organizada del terrorismo” en el Perú de hoy.
Son modalidades de vieja data. Fueron urdidas, en su momento, por los Servicios de Inteligencia, pero más precisamente por sus asesores externos, funcionarios de la CIA o activos colaboradores de ella.
Y anidaron un solo propósito: presentar en el país la imagen de un “poderoso” grupo terrorista, capaz de “grandes acciones” y dispuesto a tomar el Poder.
Fue ese, un modo de sembrar el pánico entre la población y alcanzar dos propósitos inmediatos: mejores presupuestos para “combatir el terrorismo” y medidas punitivas extremas para “exterminar” a sus ejecutores.
Con relación a lo primero, hay evidencia plena: grandes partidas dispuestas para la lucha “contra la subversión” fueron usadas para fines ilícitos y enriquecieron a numerosos personajes algunos de los cuales estén en prisión y a otros que hoy siguen siendo “prófugos de la justicia”.
Parte de este manejo perverso en materia de presupuestos del Estado, como se recuerda, fue habilitado para la “adquisición de armas”, que vinieron a nuestro país acompañadas de jugosas “comisiones” o que arribaron a partir de mecanismos ideados por el contrabando.
La “Defensa Nacional” fue, de ese modo, el gran pretexto de las mafias que sobre todo bajo el régimen de Fujimori, pero también después; multiplicaron los ingresos de ciertas gentes.
En todo caso, el objetivo fue llenar las arcas de entorchados militares y de civiles corruptos, integrantes -todos- de la Clase Dominante que aún tiene sometida a la república.
Para lo segundo, se hizo uso de procedimientos perversos: tribunales militares, jueces sin rostro, sentencias anónimas, procesos secretos y trámites fulminantes dieron lugar a una realidad inédita:
Miles de peruanos fueron condenados a Cadena Perpetua sin tener la más mínima posibilidad de defenderse.
Cuando esa iniquidad quedó en evidencia, ellos fueron nuevamente juzgados y sometidos al “debido proceso” que en unos casos les redujo las penas, y en otros simplemente los liberó.
Los que salieron de prisión porque eran inocentes, asoman ahora como “ex terroristas liberados por la benigna política de un régimen permisivo”, como se suele calificar en la prensa grande a los gobiernos de Paniagua y Toledo.
Para ellos, ahora, se busca “mano dura”, lo que implica echarlos de los puestos de trabajo -si laboran en alguna parte- o encarcelarlos otra vez si eso fuera posible. En todo caso, la consigna es “no permitir que ningún terrorista esté libre”.
En la búsqueda de un clima que haga posible todo ello, ahora esa misma prensa grande que adjudicó a Sendero Luminoso todas las acciones terroristas cometidas por el Estado en décadas pasadas, vuelve a lo mismo y “encuentra” en rostro de Sendero tras cualquier emboscada en el VRAE o en el Alto Huallaga, o en cualquier acción similar en Lima o el interior del país.
Recientemente, por ejemplo, los medios de prensa peruanos hicieron un escándalo enorme con una supuesta “marcha de terroristas” por los predios de la ciudad universitaria de San Marcos, lugar ideal, por cierto, para dar nacimiento a provocaciones de cualquier monta.
Hoy se sabe, sin embargo, que quienes hicieron esa “manifestación”, fueron 40 personas, 30 de las cuales no tenían nada que ver con la Universidad de San Marcos y no habían estado nunca antes allí.
“Piensa mal, y acertarás”, dice un viejo proverbio. Y bien podríamos acogernos a él para decir que esos 30 fueron llevados al campus universitario precisamente con el propósito de “sembrar” un acto que permitiera el inicio de la ofensiva de prensa que hoy alcanza un enorme nivel.
Los Grandes Diarios y la TV regimentada no hacen otra cosa que presentar en forma reiterada las imágenes de la “Marcha Senderista” como “prueba” del renacer del terrorismo, y como demostración palmaria de que la sociedad peruana está al borde del colapso… salvo -claro- que se adopten las “enérgicas medidas que la situación reclama”.
En ese marco se hizo hace algunas horas una “requisa” en el Penal de Mujeres Santa Mónica, de Chorrillos, donde se hallan recluidas personas ligadas a Abimael Guzmán.
A ellas les “encontraron” todo lo que las autoridades les habían permitido introducir en el Penal en los últimos años: cámaras de TV, filmadoras, teléfonos celulares, chips, y otros implementos de la tecnología contemporánea.
Las presas -dicen- se valían de estas herramientas para “alentar el terrorismo” y para ratificar su “fidelidad” a Sendero.
Reflexiones escritas por las reclusas, o símbolos de cualquier índole resultan válidas, en ese marco. Una hoz y un martillo, por cierto, constituyen el arma ideal para “convencer” a los peruanos que esas mujeres buscaban la destrucción violenta de la sociedad peruana y su reemplazo por un Pol Pot criollo dispuesto al genocidio más salvaje en el que las “víctimas” fueran, en primer lugar, los integrantes de la Clase Dominante.
Lo vimos antes en el Penal de Alta Seguridad en Castro Castro. Allí, en 1991 permitieron el ingreso de uniformes, banderas, retratos de Mao, pancartas, afiches y otros elementos de propaganda, para organizar un emblemático “Desfile” que fue mostrado el mundo como “prueba” del accionar terrorista en nuestro país. El fujimorismo en acción.
Se trata, por cierto, de modalidades del terrorismo mediático a través del cual se pretende espantar a los peruanos haciéndoles concebir la idea de que cualquier medida represiva es buena para terminar con los “resabios” de Sendero, y eliminar toda posibilidad del “resurgimiento terrorista”.
Por eso alborotaron tanto cuando fue liberada la señora Lori Berenson. Sus “plantones” miraflorinos no duraron mucho. Bastó que viniera el señor Bill Clinton y les dijera que Estados Unidos ve con simpatía su liberación, para que callaran en todos los idiomas. Hoy guardan el veneno de su alma para expresarla para causas conexas.
En un plano más amplio, el terrorismo mediático sirve también para que estos mismos medios oculten las acciones terroristas de Israel contra el pueblo Palestino; minimicen los atentados estadounidenses en Irak o Afganistán; aplaudan a Posada Carrilles y sus vesánicos exordios genocidas contra Cuba; y alimenten el odio y la guerra contra pueblos y naciones.
El terrorismo mediático -que hoy revive entre nosotros- constituye una verdadera amenaza para la civilización contemporánea y una afrenta a la inteligencia de los peruanos. (fin)
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