La frase bien puede aplicarse al proceso peruano. Uno, o unos cuantos nombramientos hechos recientemente por el gobierno del Presidente Humala, han remecido más el escenario nacional que todo el rumbo del proceso que tiene lugar en el país.
Es bueno que se recuerde, por cierto, que la noche del 28 de julio, en la Plaza Mayor de Lima el nuevo mandatario dijo que como era Presidente por primera vez y carecía de experiencia, seguramente cometería errores. “Señálenmelos”, aseguró “y yo los corregiré”. Claro que el asunto no es tan fácil. En materia de nombramientos de funcionarios, casi siempre las opiniones están divididas. Por lo demás, el pueblo no tiene sólo una boca, sino muchas. Y no todas coinciden cuando afirman algo. No suele registrarse entonces unanimidad de opiniones en torno a qué hechos pueden ser considerados “aciertos” o “errores”.
En el caso hay que recordar al general De Gaulle, quien aseguraba que no era posible gobernar Francia, un país con 246 clases distintas de queso. Humala podría decir que le resulta más complicado el Perú, con 3,200 variedades de papa. Pero, como sabe, para todo hay límites.
Y es que algunos nombramientos han causado real malestar. La errática designación del abogado Roy Gates, por ejemplo, ha sido recibida con escepticismo y aún con desconfianza por diversos segmentos de opinión. Y es que se trata de alguien que tiene en su haber diversos casos discutibles: fue abogado de Rómulo León Alegría, el ex parlamentario aprista vinculado al negocio de las concesiones petroleras y las interceptaciones telefónicas. Pero, además, del señor Cataño, el socio de Lourdes Flores Nano -la lideresa de Unidad Nacional- ligado al narcotráfico. Y de los hermanos Sánchez Paredes, involucrados en la misma causa. El Presidente del Consejo de Ministros ha asegurado que el doctor Roy Gates “no es un delincuente”. Y es posible que tenga la razón. Pero las cosas pueden verse a partir de otra óptica: la mujer del César no sólo debe ser honesta. Debe, también parecerlo. Y ese es un requisito que debe mostrar quien desempeñará funciones como Asesor Pr
esidencial en materia jurídica. Para el caso, no basta ser honrado.
Es curioso: algunos han mostrado su desencanto a partir de este nombramiento o algún otro parecido. En verdad, pareciera que hubiesen buscado un motivo para “tomar distancia”. Y decir luego que “desde el comienzo, ellos advirtieron”. Pose cómoda, sin duda, que algunas veces da rédito y pocas veces cobra. En unas semanas más, muchos no se acordarán de quiénes objetaron tal, o cual, designación. Otros, en cambio, han actuado en el tema con una ligereza ejemplar. Si los nombramientos de un día no les gustaron, mostraron su desacuerdo y hasta su distanciamiento inmediato del nuevo régimen. Y si los del día siguiente les favorecieron aunque fuera sólo en apariencia, entonces aplaudieron a dos manos las designaciones y ratificaron “su fe inquebrantable” en el proceso que se inicia. Y es que cada quien habla de la feria, de acuerdo a cómo le va en ella.
Es bueno que se recuerde que, sobre todo en materia política, no es importante el cargo que se tiene, sino la función que se cumple, vale decir, la tarea que se hace. Hay personas -siempre ha habido, y siempre habrá- que tienen cargos muy altos y no hacen -ni valen- nada. Y otros que no tienen nombramiento alguno, pero sí trabajan con empeño y decisión para que esto avance. Dicho de otro modo, no es lo más importante quién es ministro o director de algo; sino las tareas que se habrán de desarrollar a partir de las iniciativas del gobierno en cada una de las áreas de gestión gubernativa. Y eso pasa mucho más por la voluntad de quien conduce el proceso y por el apoyo de masas que encuentra una, u otra, decisión.
Hoy el Perú vive una etapa de grandes -y graves- definiciones. Y eso, lo sabe de memoria la derecha más reaccionaria. Por eso la prensa a su servicio toma puntualmente cada uno de los casos que puede explotar, para pretender desacreditar al gobierno mostrándolo como “una administración improvisada” que “está haciendo experimentos en las funciones de gobierno”. Y es claro que quienes lideran la campaña que sostiene esa idea, son los viejos capitostes de la política tradicional, eso que sí tienen experiencia y que saben cómo se manejan los resortes del Estado. Ellos lo hicieron ya bastante tiempo y se enriquecieron a su gusto, o se cobijaron a la sombra de poderosos que hoy ponen la mano en el fuego por ellos.
Es el caso, por ejemplo, de Fernando Rospigliosi, quien fuera ministro del Interior en el gobierno del Presidente Toledo y quien debió abandonar su puesto como consecuencia de los desatinos que consumó en la crisis social de Arequipa el año 2003. En la circunstancia, obró de manera tan inepta, que fue censurado por el Congreso de la República. Muchos recuerdan que fue el único titular de portafolio que llegó a ese extremo: su incapacidad lo tornó simplemente indefendible. Con esa carta de presentación bien podría considerársele poco apto para juzgar a los funcionarios o ministros de hoy; pero ocurre que, en el último tiempo, se le pusieron en evidencia otras “cualidades” y, por ellas, asoma ahora casi como un notable analista político que escribe en diarios de circulación nacional y pasea, sin desenfado, sus opiniones por varios canales de la tele. Se trata –sí, se sabe- de un “consejero” rentado de la embajada de los Estados Unidos en el Perú, que t
iene acceso a las mas variadas fuentes de información y a diversos medios de expresión. Tiene -como se dice- “carta libre” para decir, y hacer, lo que le plazca.
No es el único caso. El director de un diario de circulación nacional -el “maléategui”, le dicen- tiene a su cargo una batalla frontal contra el Presidente del Ecuador Rafael Correa y a partir de ella contra el canciller peruano Rafael Roncaglioso. En ese marco, se da el lujo de promover campañas insulsas de descrédito contra el nuevo gobierno, seguro como está que nada le habrá de pasar.
Estos medios se valen de las mentiras más aviesas. Dicen, por ejemplo, que “la inversión minera trae progreso y desarrollo”. Si eso fuera cierto, poblaciones como Cerro de Pasco, La Oroya o Huancavelica, serían prósperas y progresistas. Pero eso no es así. Son las más pobres y abandonadas del Perú y, probablemente, de América Latina. Allí, la contaminación ambiental sube por encima del 80% y la desnutrición infantil se ubica más allá del 65%. Leyendo a personajes como estos, se puede incluso, dudar de la teoría de Darwin, que asegura que el hombre desciende del mono. Estos parecen descender más bien de las cucarachas o aún de especímenes menores en la escala zoológica. En todo caso, las razones que ponen en uso parecieran de cloaca.
A diferencia de García, que lucía una locuacidad desenfrenada, el Presidente Humala es más bien parco. Prefiere las acciones, más que los discursos. Y ese es un rasgo que tampoco entusiasma a los adversarios del proceso que se inicia, acostumbrados como estaban de bañarse cotidianamente en un mar de palabras y en una retórica insulsa.
En el fondo, es claro que lo que la derecha busca es descalificar a cualquier precio al gobierno de Humala. Y por eso enfila sus baterías contra todos los blancos que tiene a mano. Para neutralizar tal propósito, no bastará tener aciertos, sino también corregir errores, limpiar la maleza y despejar la ruta.
En este marco, las encuestas lucen favorables para el cambio. En la más reciente consulta, el 62% de los peruanos aprueban al gobierno de Humala. El 71% juzga positivo su mensaje con motivo de la asunción del mando, y el 61% lo considera satisfactorio. El 90% de los peruanos esperan que el Perú mejore en los próximos cinco años y más del 60% dice estar seguro que Ollanta Humala hará un buen gobierno.
Hace algunos días, don Luís Delfín Pérez Osorio, un valioso luchador latinoamericano, nos decía entusiasmado que los peruanos teníamos por fin ahora la posibilidad de comenzar a demoler, después de 500 años, el Virreinato del Perú. Y por cierto que tiene razón. La tarea, recién empieza (fin)
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