El pasado 5 de junio de 2011 el candidato Ollanta Humala sale vencedor en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de la República del Perú, aupado por una alianza (Gana Perú) articulada en torno al Partido Nacionalista Peruano que reúne apoyos desde el Partido Comunista y el Partido Socialista hasta de Mario Vargas Llosa, e incluso durante la segunda vuelta del ex presidente Alejandro Toledo.
En un escenario de intensa, pero muy fragmentada, movilización –según la Defensoría del Pueblo existen a día de hoy 154 conflictos sociales activos y 64 latentes, la mayoría de ellos de carácter medioambiental1– Ollanta Humala accede a la Presidencia de la República con muchas expectativas creadas en los sectores populares. El ex militar de izquierdas se enfrenta a un país con un legado político nefasto, consecuencia de la aplicación del modelo neoliberal implantado por Fujimori durante los años 90’, caracterizado por la corrupción estructural de las élites políticas, un control férreo y casi absoluto de los medios de comunicación por parte de la oligarquía peruana, desigualdades sociales, e inseguridad ciudadana generalizada.
En una breve entrevista con Manolo Monereo, miembro de la fundación CEPS y experto en el contexto nacional de Perú, pretendo señalar sucintamente algunas claves para la comprensión del proceso político que vive actualmente Perú, intentando insertarlo en el viraje hacia la izquierda que vive la región latinoamericana.
Héctor Meleiro – ¿Podría explicar brevemente las características más importantes del sistema político y de partidos peruano?
Manolo Monereo – Para entender este país hay que entender al menos tres cosas:
En primer lugar, este país tuvo una de las izquierdas más importantes, en un momento la más importante, de toda América Latina. Una izquierda política unida que como mínimo tenía un programa de socialismo, que superaba más del 20% y que tenía un partido de centro izquierda ligado a la internacional socialista que es el APRA. En este país cuando llegó Alan García a su primer gobierno, la izquierda –entendiendo por ello también al APRA en aquel momento- tenía un apoyo de cerca del 70% en todo el país. Por lo tanto Perú es un país que ha tenido una izquierda y un movimiento social muy fuerte.
En segundo lugar, en este país en un momento dado la izquierda desarrolló una estrategia político-militar, articulada en torno al Sendero Luminoso, que en un principio tuvo un apoyo social muy fuerte que luego fue perdiendo.
En tercer lugar, aquí hubo un golpe de estado donde los núcleos fuertes del Poder, siempre monitoreados por la embajada estadounidense, desplegaron una guerra contrainsurgente, con elementos claros de guerra civil, con la que fue destrozado Sendero Luminoso; y con la que se impuso una política neoliberal a sangre y fuego hasta en cierto punto más destructiva que las dictaduras argentina, uruguaya o incuso chilena. Aquí hubo víctimas de lo que se llama el conflicto interno con cifras que llegan hasta las 100.000 personas.
Entonces, esas tres cuestiones aquí son muy importantes para entender el escenario peruano. Se puede decir que aquí la derecha económica, política y militar ganó una guerra contrainsurgente y marcó toda una trayectoria política, es decir que aquí se aplicó el neoliberalismo como lo que realmente es: una doctrina contrarrevolucionaria de masas, y se aplicó coherentemente. Eso hizo, entre otras muchas cosas, que desaparecieran los partidos políticos de masas, en general, y los partidos de izquierda, en particular. Y que todo e imaginario político de la izquierda desapareciera del sentido común de las masas en este país. Porque se ligó indefectiblemente palabras como socialismo, hoz y martillo, internacional o izquierda, a Sendero Luminoso y a su estrategia armada. Eso hace que este país tenga hoy un mapa político muy fragmentado, con partidos políticos con muy poca base social y militante, y donde la clave de bóveda es la siguiente: cómo mandan los que no se presentan a las elecciones. ¿Y como mandan los que no se presentan a las elecciones? Pues comprando a la clase política. Los políticos tienen muy poca o nula representatividad, y al tener muy poca base social y depender de una financiación externa al partido provoca que exista un mecanismo perverso en la que la clase económicamente dominante controla a la clase política para a su vez capturar el estado y ponerlo a su servicio, y esa es la matriz de poder que actualmente domina el país. Es una relación estrecha entre clase política, clase económicamente dominante y aparato del estado que articula la política desde Fujimori hasta ahora. Y la única novedad que emerge en este escenario es la irrupción de una nueva fuerza política, que es el Partido Nacionalista Peruano, que como ellos dicen no son ni de izquierdas ni de derechas, sino que son de los de abajo, y que tiene como misión en la práctica crear un nuevo mapa político en el país y un nuevo sistema de partidos; y es este uno de los principales desafíos del actual gobierno.
H.M – ¿Cuál has sido el legado de Fujimori en el sistema político y en la sociedad peruana?
M.M – Te puedo decir que ha cambiado el país. Ha cambiado la relación entre economía y sociedad, entre política y sociedad, ha roto todas las viejas identidades, ha liquidado el imaginario político de la izquierda y ha desarrollado una contrarrevolución de masas. A partir de este razonamiento hay tres elementos a tener en cuenta: el primero es el marco geopolítico, en segundo lugar el surgimiento del nacionalismo como una fuerza antisistémica que es combatido ferozmente por los poderes dominantes, y el tercero es que Ollanta esta vez que consigue el poder lo hace acusado de “blanquearse”, de moderarse, y él lo hace abiertamente apostando por una mayor ambigüedad ideológica y programática, mimetizando lo que se llama el modelo brasileño, y es esto último lo que según los analistas políticos le ha llevado al poder.
H.M. – Como ya sabemos el pasado 5 de junio de 2011 las elecciones dan por ganador a Ollanta Humala. ¿En qué contexto social se da esta victoria?¿Y cuál es su significado para la izquierda latinoamericana?
M.M. – En mi opinión, Perú vive una movilización continua y permanente, pero es una movilización local, absolutamente fragmentada, difusa e ideológicamente confusa. Es decir que detrás de una movilización puede darse que esté detrás la izquierda, el centro y la derecha; casi siempre con reivindicaciones justas pero poco claras. Se puede decir que ésta es una característica propia de este país. Yo lo defino de la siguiente manera: este país vive una continua crisis de legitimidad del sistema político que nunca acaba de ser una crisis de régimen. Aquí, a diferencia del contexto boliviano, venezolano o incluso del ecuatoriano donde las crisis del sistema político acabaron conduciendo a crisis del régimen generando procesos constituyentes, el contexto político se asemeja más al de Uruguay, Chile o Argentina. Es decir que existe una clara crisis de legitimidad, pero el movimiento social no es capaz de convertirla en una crisis del régimen político. No es que no exista movimiento social –porque sino no se explica el 30% de apoyo a Ollanta en la primera vuelta, ni su victoria en la segunda- es que no es capaz de unificar demandas, de articularse a nivel nacional y traducirse en fuerza política.
H.M – Siendo ambos países andinos y con un alto porcentaje de población de origen amerindio, ¿puede usted enumerar y explicar algunas de las continuidades y discontinuidades entre el proceso político boliviano y el peruano?
M.M – La primera, y fundamental para mí, es la diferencia histórica. Bolivia hizo la primera revolución “en serio”, después de la mejicana, en América Latina (1953); y desde muchos puntos de vista la más radical, incluso más radical que la cubana. Hasta esa revolución los indígenas, osea la mayoría de la población, no tenían ni siquiera el derecho al voto. Esa diferencia histórica y sobretodo su proyección en el imaginario colectivo es fundamental para comprender de manera comparativa ambos procesos.
La segunda diferencia tiene que ver con lo indígena. En Bolivia el elemento indio se ha organizado, ha generado identidades colectivas que son muy influyentes en el campo político; eso no ha ocurrido en Perú. Fundamentalmente por los procesos políticos y de urbanización que ha vivido este país –sobre todo con esto que se llama la Gran Lima donde se encuentra el 38% de la población- se puede decir que el elemento indio se ha difuminado, no juega políticamente, o al menos no con tanto peso como en Bolivia, porque aquí lo indígena no marca la política, aunque si le da un sesgo.
Luego hay una tercera diferencia que es que las políticas neoliberales, en vez de generar grandes resistencias como en Bolivia, han tenido efectos muy fuertes sobre las capas populares, despolitizándolas y acabando con cualquier imaginario rebelde.
H.M. – ¿Qué ha cambiado desde la llegada de Ollanta Humala a la presidencia y qué posibilidades de cambio reales existen actualmente en el país?
M.M. – Bueno, hay que tener en cuenta que Ollanta solo lleva 100 días. En mi opinión, la primera cosa que ha cambiado es el mapa geopolítico; es decir, que por primera vez América Latina es un territorio en disputa, donde existen líneas de fractura que marcan la política. Es evidente que el primer resultado es que no ha ganado Keiko Fujimori, es decir que no ha ganado la línea política del Pacto del Pacífico, la más cercana a los sectores “entreguistas” al capital internacional y a la administración norteamericana. Eso es lo primero que ha conseguido Ollanta Humala.
En segundo lugar, lo que llamamos estructura de oportunidad política ha cambiado favorablemente para los movimientos sociales. Es decir que se puede considerar que el gobierno de Ollanta establece más oportunidades para la movilización social, ya que por una parte acompañará a algunas reivindicaciones y por otra la represión será claramente más clamada.
H.M – La alianza Gana Perú es muy amplia, habiendo recibido apoyos desde el Partido Comunista y el Socialista, hasta del ex presidente Alejandro Toledo y de Mario Vargas Llosa. ¿Cree que la heterogeneidad de este bloque supone un freno para posibles transformaciones sociales?
M.M. – Sin lugar a dudas. Ollanta sabe que ha ganado gracias a que ha tranquilizado a parte de los sectores de la derecha política y la oligarquía económica moderando su discurso y su programa. Parte de la derecha y el centro político peruano actúa, como se dice aquí, como una “escopeta de dos cañones”, es decir actúa aparentemente dialogando con Ollanta, y a la vez atacándole y conspirando contra él. La derecha no se fia de Ollanta, sabe que es peligroso y que el modelo que está implementando es un modelo que para ellos puede tener muchos problemas. El modelo que está aplicando Ollanta es lo que yo llamo el modelo brasileño corregido, que es: la economía para la derecha, la política social para la izquierda, y yo me encargo de la policía y los militares –que es lo que está haciendo él. Ollanta está haciendo una verdadera purga -que a mí me parece positiva- en los aparatos policiales y militares, jubilando a viejos generales y cargos intermedios con el fin de eliminar la corrupción públicamente conocida en los resortes del poder. Sin embargo, este modelo parte de dos supuestos, uno es el crecimiento económico, ya que sin él es imposible implementar este modelo, y el segundo es la resolución pacífica de la conflictividad social; ambos supuestos interrelacionados. Ese es el verdadero reto de Ollanta: compaginar el crecimiento económico e inversión privada, que es el la fuente del dinero con el que se implementan políticas de redistribución, con la reestructuración del sector minero, que es el origen de gran parte de los conflictos socio-ambientales abiertos en el país.
H.M. – ¿Cree que lo que usted ha llamado el modelo brasileño corregido afirma o desmiente la teoría de las Dos izquierdas en América Latina, una más radical y otra más reformista?
M.M. – Yo creo que eso siempre ha sido una barbaridad, el típico producto de satanizar a una parte de la izquierda latinoamericana. Yo creo que no hay dos izquierdas, lo que hay son diferentes contextos sociales que en función de la radicalidad de los movimientos sociales en cada país producen determinadas correlaciones de fuerza.
H.M. – Hace poco han salido los datos de una encuesta nacional que dice que el principal problema percibido por los peruanos es el de la corrupción política, por delante de la inseguridad ciudadana, la pobreza y el paro. De hecho los casos de corrupción llegan no solo a aproximadamente el 30% de los congresistas sino que salpican al mismo Vicepresidente Omar Chehade. ¿Puede explicar brevemente el caso Chehade?¿Cuál es su opinión al respecto de este problema?
M.M. – En cuanto al caso Chehade, parece ser que el vicepresidente convoca una reunión con altos cargos de la policía con el fin de intervenir sobre la empresa azucarera Andahuasi, actualmente en litigio entre diferente grupo empresarial y gestionada temporalmente por los propios trabajadores gracias a una orden judicial. Los reúne para beneficiar a una de las empresas en litigio, el grupo Wong, planteando el desalojo de los trabajadores y la entrega del negocio a la mencionada empresa. Entonces el general de la policía, que en ese momento estaba siendo cesado por Ollanta Humala, filtra esa reunión a la prensa y a partir de ahí la Fiscalía inicia una investigación al igual que la Comisión de Ética del Congreso. Ollanta Humala le pide al vicepresidente que “dé un paso al costado”, sin embargo éste le desobedece, pero es cesado por el Congreso. Por lo tanto su figura, pase lo que pase, está más que liquidada. Sin duda este caso le está pasando factura al Presidente Ollanta Humala.
Ahora, existen varias maneras de abordar el problema de la corrupción, una es fijarse en los corruptos exclusivamente, y la otra es fijarse en los corruptos y en los corruptores. Aquí nunca aparecen los corruptores. En mi opinión, la corrupción política, tanto aquí como en España, es la consecuencia estructural del modelo neoliberal, si no se tiene eso en cuenta no hay nada que solucionar. El problema es lo que he mencionado antes: cómo mandan los que no se presentan a las elecciones. Todo esto es consecuencia, en parte, de la debilidad de los partidos políticos, de la imposibilidad de imponer disciplina dentro del partido, y del sistema de listas abiertas o voto preferencial que establece que los que se postulan dentro de una lista se tienen que pagar sus propias campañas electorales. Esto significa que para ser político tienes o que tener dinero o que te financien. Conclusión: este sistema tiene como consecuencia el control absoluto de la clase política por parte de la clase económicamente dominante.
Nota:
1 Datos de la web de la Defensoría del Pueblo del Perú: http://www.defensoria.gob.pe/conflictos-sociales/home.php
Manolo Monereo es miembro de la fundación CEPS.
Héctor Meleiro es militante del Colectivo Universitario Contrapoder y de la plataforma Juventud Sin Futuro.
Comentario