CAMILO VILLA JUICA
Septiembre es dulce y agraz para el pueblo chileno. Un día 18 del año 1810 se constituyó la Primera Junta Nacional de Gobierno, acontecimiento que inició el llamado periodo de independencia y es celebrado como las fiestas patrias. La bandera tricolor de la nación se multiplica por miles, cubriendo de rojo, blanco y azul las siempre grises ciudades chilenas. Para coronar los festejos, el día 19 los militares desfilan por el céntrico Parque O’Higgins de Santiago: es el Día de las Glorias del Ejército, y los soldados muestran sus fusiles y sus aviones de combate, mismas armas con las que hace 40 años, a punta de sangre y fuego, derrocaron al Presidente constitucionalmente electo: Salvador Allende Gossens.
Fedora Lagos. Carlos Ayress. |
El 11 de septiembre de 1973 fue la fatídica fecha. El sueño de un país más justo e igualitario quedó reducido a escombros junto al Palacio de La Moneda, y la sangre del presidente y su gente tiñó para siempre a la nación de vergüenza, rabia y dolor.
Miles fueron asesinados, miles desaparecidos, miles torturados. Los que corrieron “mejor suerte” fueron exonerados, mientras otros muchos partieron al exilio. El mundo abrió sus puertas a un pueblo que se atrevió a soñar y fue despertado bruscamente por la alarma infame de los poderosos de siempre.
Cuba no vaciló un minuto en cobijar a aquellos que se vieron obligados a abandonar su patria. Muchos acá murieron, muchos volvieron, otros aún viven en la Isla.
Fedora Lagos tenía 12 años cuando el golpe de Estado y 13 cuando dejó el país; sus padres eran comunistas. Partió junto a su familia con destino a Rumanía, pero al cabo de cinco años volaron a Cuba, donde hasta el día de hoy Fedora hace su vida. “Dolor, tristeza, injusticia, asesinato. El golpe militar eso fue”, afirma conmovida la chilena, que hoy se siente tan cubana como el que más.
“Yo vivía en un mundo de fantasía, mi vida era jugar, divertirme, reír, pero ese día mi vida se derrumbó. Vi a mis padres tristes, veías cómo quemaban nuestros libros, veías muertos en las calles tapados con periódicos, peor que en las películas más terribles”, recuerda sobre el nefasto día del golpe.
Una tragedia hizo que Fedora viniera a la Isla, pero hoy, y sin jamás olvidar su historia, ha sabido salir adelante. De profesión ingeniera, tiene su casa en La Habana y sus hijos son cubanos. Luchó por la liberación de Nicaragua y El Salvador, y se considera una mujer feliz, pese a estar a miles de kilómetros del resto de su familia, que retornó a tierras sureñas.
Su compatriota Carlos Ayress también decidió quedarse en Cuba. Para la fecha del golpe, Tato, como lo llaman sus cercanos, era militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y por consecuencia, fue apresado y torturado. Recuerda el 11 de septiembre de 1973 como “el día más oscuro de Chile”, pues acabaron con un presidente “que lo representaba todo”.
Mientras Tato estuvo detenido, además de recibir incontables golpes, le aplicaron corriente eléctrica por todo su cuerpo. Fue derivado a distintos centros de torturas, hasta que luego de su liberación, llegó a la Isla en 1977.
Hoy, el autor del libro Sobrevivientes, publicado en el 2009 por la Editorial de Ciencias Sociales, reconoce que el pueblo chileno, pese al peligro siempre inminente, no estaba preparado para un golpe de Estado. “Pecamos de ingenuos”, se lamenta Tato.
A 40 años del golpe, los chilenos de Chile y del mundo recuerdan al presidente Allende y su proyecto de la vía chilena al socialismo, y les retumba en sus cabezas, como si fuera ayer, el último discurso del mártir: “… Y se abrirán las grandes Alamedas, por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor… “
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