Por: José Cáceres S. / UPT
Veintitrés años de un statu quo, esa es la realidad, aunque si exigimos a la historia, sabemos que son más los años en muchos aspectos; entonces ¿qué se recuperó?, o la libertad de ir a votar es lo único que perfila una democracia. ¿A qué se teme?, si siempre el más afectado es el pueblo y este no teme, no teme por que la historia así lo ha “formado…”, en la Escuela Santa María de Iquique (1907), la población José María Caro (1962), Pampa Irigoin en Puerto Montt (1969) y otros momentos oscurecidos por los mismos de siempre. No será que el temor era terror a perder el poder, por eso continuaron con lo creado, con sus leyes y sus privatizaciones, y se perdonaron entre ellos porque el pueblo no les importaba.
¿Qué se pacta?, era el año 1989 y unos daban la despedida a una dictadura hoy llamada gobierno militar y, otros la bienvenida a una extraña democracia; “no me tocas mi empresa (que antes era pública) y te doy un puesto en el directorio o la gerencia luego de que seas ministro o senador”, “no quiero extremistas que anden exigiendo cambios, ni molestando a mi general ni sus amigos”, “la constitución es nuestro tesoro, la dejamos en buenas manos”.
¿Qué olvidamos?…
Llegó entonces la alegría, y con un arcoíris taparon la historia de un pueblo organizado, un pueblo que lucho, murió, y volvió a luchar; un pueblo que se unió alrededor de una olla común, que creo comités de cesantes, de allegados, que levanto una barricada no con afán de destruir, sino con la responsabilidad de proteger su vecindario y evitar los allanamientos y desapariciones de padres, madres, hijos, vecinos… Borraron la verdad y el sacrificio de un pueblo, desapareció así el Fortín Mapocho, La Época, La Radio Umbral, La Vicaría de la Solidaridad, la Vicaría de la Pastoral Obrera… Todo fue como un acto de magia, y es más, crearon una “OFICINA” (a la cual le cambiaron el nombre por consecuencia de su “guerra sucia” al estilo CNI), obviamente para defender la democracia, (casi una dialéctica); como si Neltume y luego el atentado, nunca hubiesen hecho efecto en la decisión de un dictador para entregar el poder, que finalmente fue solo un y traspaso oligárquico.
Veintitrés años han pasado, y mientras en el metro vuelven a dar aviso que hay atraso en su frecuencia normal, observo la rabia sumisa del hombre común y la mujer común que día a día enriquecen la patria. Yo, demuestro un tantito de ira, al arrugar el diario donde un senador hablaba de la constitución y el statu quo.
Comentario