Por: David Santiago Farías Delva
En este teatro de operaciones denominado Chile, el protagonismo lo tienen hace décadas aquellos que se asignan la defensa de la democracia representativa.
En medio de dimes y diretes, en un escenario electoral por una nueva Constitución, existe una realidad y fenómeno del cual los chilenos son actores disminuidos y poco gravitantes. La ciudadanía casi en su mayoría es rehén de una serie de factores, mecanismos y estadísticas sociales manipulados por arriba y que les ha permitido normalizar el accionar del crimen organizado, del narcotráfico, el actuar egoísta de individuos, empresarios y políticos, además de aquellos que buscan adherentes y ganancias por un apruebo o rechazo y junto a ellos, los que no están «ni ahí» absolutamente con nada.
Así surgen canalladas como las del último tiempo, dirigidas por los medios de información oficiales, quienes se apropian y se coluden alrededor de noticias elaboradas por la prensa popular y que sin un mínimo de ética utilizan sin el consentimiento de estos.
Por ejemplo, es el caso de una exposición realizada por Hector Llaitul, vocero de la CAM, a principios de junio en Peñalolén y que ha sido manipulada de manera inescrupulosa por TVN, Megavisión, CNN, CANAL 13, etc., etc. Sabemos que las grandes corporaciones, empresas y medios de comunicación serviles al sistema, buscan generar climas de conflicto con el único fin de deslegitimar cualquier proceso de cambio, además de sostener el discurso y dejar sobre la mesa de los chilenos, la famosa idea del enemigo interno, que está vez recae sobre la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) y sus reivindicaciones por recuperar tierras de manos de empresas depredadoras del bosque nativo (foretales). Tratar al pueblo mapuche de terrorista y no así al crimen organizado y sus cómplices de cuello y corbata es bastante sospechoso.
Recordemos que cuando las elites políticas, intelectuales y empresariales ven peligrar sus intereses, levantan las banderas de la propiedad versus el comunismo y hoy es el tema mapuche y su recuperación de tierras de manos de empresas Forestales, adjudicándose desde esta realidad unilateral el derecho de «proteger» por medio de leyes el accionar Policíaco-Militar en la denominada «Macro zona sur» , que no es más que el Gulumapu, parte oeste del wallmapu.
Los canales de televisión de la elite político-empresarial, hacen gárgaras de manipulación con ciertos hechos como el mencionado, aprovechándose de la incertidumbre y la vulnerabilidad en la que se encuentra el ciudadano de a pie por otras causas que sí son reales y que están ahí a diario, como es la verdadera delincuencia, esa que es funcional al sistema y proporcional con la corrupción político-empresarial y el crimen Narco-organizado, los cuales crean todo un mecanismo de difusión para desprestigiar el accionar legítimo de la CAM, como si fueran estos los responsables de la miseria social en la que se encuentra la Araucanía y el resto del Chile.
La mezcla de todos estos elementos que se entrelazan entre sí, retroalimentan un sistema de vida que se contradice con los verdaderos anhelos que demanda la mayoría de los chilenos. La cocina de la continuidad institucional, del modelo y su modo de producción capitalista, es y seguirá siendo regenerador y causante de los vicios, perversidades y desigualdades de una forma de vida que nadie se atreve a enfrentar y ponerle fin, quizás por miedo o porque no conocen o no quieren darse el trabajo de desarrollar otra manera de vivir, otro modo de producir donde la apropiación sea social y la producción sea social y que pondría fin a todas las crueldades y daños ambientales que hace el capitalismo y sus cómplices en el territorio.
La CAM en este contexto es una organización que busca proteger el medio ambiente, la tierra y sus ecosistemas en el sur de Chile o wallmapu, del cual el GuluMapu es el lado Oeste del territorio y donde el lado Este, argentino, corresponde al Puelmapu y donde ambos conforma el gran wallmapu arrasada por latifundistas y empresarios por décadas y siglos.
En este teatro de operaciones denominado Chile, el protagonismo lo tienen hace décadas aquellos que se asignan la defensa de la democracia representativa, que no representa más que intereses económicos y políticos de una minoría, olvidando de una manera muy sospechosa combatir desde la raíz al crimen organizado, que como viene demostrado a través de años, busca controlar no tan solo este territorio sino que toda América latina, al alero de aquellos empresarios y políticos que ven en estos negocios más y más capital. No por mero capricho sale a relucir el concepto de «capital», pues es ineludible para aquellos que participan de esta trama, desconocer que los mueve el desarrollo y evolución de más y más mercado.
Los espectadores que asisten a esta película, con un guion repetido a través de la historia, al parecer no pueden escapar de esta espiral que mezcla política, narcotráfico, crimen organizado y ganancias monetarias, motores predilectos de aquellos que ven en esta obra la continuidad de una producción que mantendrá al pueblo sometido a la alegoría de la caverna de Platón, pero esta vez, según ellos «con mucho amor» algo así como cuando bombardearon con «mucho amor La Moneda», y «asesinaron con mucho amor un presidente elegido legítimamente por el pueblo de Chile».
La gente, los sometidos no deben dejarse avasallar nunca más con las mentiras de la oligarquía de derecha y la seudo Izquierda progresista, los que por décadas han mantenido en la miseria intelectual y económica a una clase esforzada prometiéndoles que algún día llegará a sus hogares disminuidos y vulnerados, eso que llaman justicia, equidad y fraternidad.
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